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Opinión David Ruipérez

El nuevo móvil

Estos días se habla mucho del Rabbit R1, un dispositivo que cabe en la palma de la mano y que cuenta con una cámara 360, una pantalla con un conejo pixelado y un potencial enorme gracias a un nuevo modelo de inteligencia artificial.

En el año 2007 nos dejaron Fernando Fernán Gómez, El Fary o Pavarotti, pero nació el dispositivo que definió como serían los smartphones hasta hoy. Steve Jobs, otro al que ya no le preocupa que suba la gasolina, presentaba el iPhone en una época en que tener una BlackBerry era símbolo de estatus social y Nokia dominaba ampliamente el mercado global (40%). Sin embargo, al ritmo que avanza la tecnología desde hace unos años, sobrevuela la incógnita de si los móviles tal y como los conocemos están próximos a su extinción. La realidad es que, con mejores cámaras, con más tasas de refresco, con más memoria… pero ya no hay tanto salto entre el actual iPhone 15 y el 14 o el 13; ni entre los buques insignia de Samsung o Xiaomi. Hay otras compañías –desde startups a otras más consolidadas– que están empezando a mostrar productos que podrían –o no– reemplazar al teléfono inteligente. Puede que uno de ellos se convierta en el nuevo “iPhone”, el modelo que marque el paso a los demás, con el tiempo puede que su uso se extienda a nivel global y quien sea el visionario que compre acciones en la empresa vea resuelto el futuro de sus nietos. ¿Ha llegado ese momento?

Estos días se habla mucho del Rabbit R1, un dispositivo que cabe en la palma de la mano y que cuenta con una cámara 360, una pantalla con un conejo pixelado y un potencial enorme gracias a un nuevo modelo de inteligencia artificial (LAM). Por explicarlo de forma sencilla, a este aparatito le podemos dar mil órdenes y las ejecuta con diligencia porque, teóricamente, comprende el lenguaje de las apps o páginas webs y actúa con la lógica con la que lo haría un humano navegando por esas mismas aplicaciones o sitios web. Se trata de simplificar acciones corrientes mediante el uso de la voz. Le podemos decir “reserva un Uber para el sábado para cinco personas” o “quiero un restaurante chino barato cerca de tal sitio” y se ocupa de cumplir nuestros deseos. O interpreta el entorno con la cámara y nos ayuda a tomar decisiones. Eso sí, hay que darle toda la ristra de usuarios y claves de los servicios que utilizamos. En esta línea también resulta interesante una especie de pin que te pones en la solapa –de otra compañía, en este caso Humane– y ejecuta un sinfín de funciones sin necesidad de pantalla, incluso proyectando los mensajes en la palma de la mano.

Llegarán muchas más opciones, pero la reflexión gira en torno a cómo –o si es posible– que triunfe un dispositivo personal alternativo al teléfono actual. La clave de todo es la pantalla, más bien la ausencia de ella. ¿Dónde veríamos vídeos o usaríamos las redes sociales? Ahí está la clave, la pantalla lo es todo. Quizá puedan darse soluciones como que cualquiera de esos dispositivos de bolsillo proyecte sobre una superficie el contenido –algo sencillo– o nos acostumbremos a enviar la señal a una pantalla próxima –una tele, tablet o PC– o que lo que llevemos siempre a mano sean unas gafas, que además multiplican las posibilidades de evadirse a un mundo virtual. Todo ello lo hemos visto repetidas veces en el cine. (Nota, para esto último recomendamos ver Ready Player One). Falta poco para que las piezas encajen, para que se produzca un cambio en nuestros dispositivos tecnológicos cotidianos. Si el Rabbit R1 empieza a dibujar el camino o se queda en una campaña de marketing es algo que pronto sabremos.

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