Opinión Kiko Fuentes

AY, AY, AI

La Inteligencia Artificial es una maravilla y cambiará para bien muchas cosas, pero a mí, que tengo progenie en edad escolar, hay aspectos que me preocupan.

Para tranquilidad de Doña Manolita, El Platanito y el colectivo lotero en general, el número que Chat GPT, el moderno Oráculo que está en boca de todo perro pichichi, había vaticinado como ganador del Gordo de Navidad, no sólo no resultó premiado, sino que no obtuvo ni una triste pedrea.

Naturalmente, el décimo en cuestión se había agotado en cuestión de horas, una vez que los medios airearon la divina profecía, no fuera a ser que la Inteligencia Artificial (IA) hubiera acertado. Cosa que, por otro lado, hubiera resultado posible por mor del azar. Qué interesante hubiera sido ver en el telediario a eufóricas hordas de nerds, agitando frascas de Sidra El Gaitero en las administraciones de lotería… pero este año no pudo ser.

Yo no juego a la lotería más allá de lo mínimo exigible, más que nada porque no me toca nunca. En eso me asemejo a Chat GPT. Sí que juego a La Primitiva, que tampoco me toca, y tengo la extraña teoría de que, si me ha de caer el bote, el boleto debe ser sellado en un barrio modesto. A pesar de que esta peregrina idea es refutada empíricamente semana tras semana, yo insisto. Una vez, eso sí, me tocaron ocho euros, y a punto estuve de darle un beso de tornillo al lotero, que era un señor feísimo.

A lo que íbamos: Inteligencia Artificial, AI por su acrónimo en inglés, del que he echado mano para rascar un chascarrillo en el titular. No se habla de otra cosa. Confieso que barajé usar las iniciales cañís IA, para componer “IA, IA, Oh!”, que como es bien sabido, es el coro de En la Granja de Pepito, en inglés Old McDonald had a farm. Yo me pregunto si Chat GPT atesora datos tan valiosos como estos, o si traducirá como Hello Old McDonald! el título del gran hit de Gaby, Fofó y Miliki. Si yo usara Chat GPT podría contestar a esta espinosa cuestión, pero no es el caso.

La Inteligencia Artificial está por todos lados y no hay foro en el que no se comente el tema. Imagino que durante las pasadas fiestas habrá constituido verdadera munición de racimo para cuñados atiborrados de polvorones, como ya pasó en los años anteriores con otras innovaciones tecnológicas de esas que vienen y van. Soy persona ignorante y alejada de ser un early adopter de esos. No tengo dudas sobre las bondades de la tecnología bien aplicada y me limito a constatar cómo desfila, ante nuestras gafas graduadas, una interminable lista de conceptos que a menudo salen de nuestro campo visual con la misma celeridad con la que llegan a él.

Apareció el metaverso y fue el acabose, hasta parcelas vendían allí. El dueño de Facebook se tiró a la piscina, y a pesar de haber invertido una lana, no ha conseguido que el común de los mortales le vea la gracia a ese misterioso lugar, en el que no se pueden comer croquetas ni torreznos ni nada rico. También tuvieron su minuto de gloria las criptomonedas, que a los que hemos manejado dinero del Monopoly o Mortadelos nunca nos convencieron y creo que han causado ya alguna ruina que otra. Yo, que soy más del parné tradicional y no entiendo mucho de estas cosas, no sé si son buena cosa o qué. Otra milonga que de repente era lo más comentado fue lo de los NFTs, non fungible tokens, que era muy difícil, al menos para mí, entender qué cojones eran y, sobre todo, por qué valían un quintal. Yo ya no oigo hablar frívolamente de NFTs y supongo que se siguen usando en cosas útiles y no en intentar pegar pelotazos vendiendo chorradas inexistentes.

Con la Inteligencia Artificial está claro que la cosa es diferente. Entre otras cosas porque el nombre es, como dicen los angloparlantes, self explanatory, se entiende perfectamente y eso ayuda. Y porque además tiene aplicaciones reales y tangibles. La IA es una maravilla y cambiará para bien muchas cosas, pero a mí, que tengo progenie en edad escolar, hay aspectos que me preocupan.

Los adolescentes tardaron muy poco en poner la IA al servicio de sus prioridades seculares: la holgazanería, encargando los trabajos del instituto al fastuoso invento, y el despertar de la carne que decía Julio Iglesias, generando deepfakes subiditos de tono de sus compañeros/as/es de estudios… no creo que esto sea una sorpresa para nadie.

Porque, básicamente… ¿qué jovenzuelo en su sano juicio dedicaría tiempo y energía a cultivar el intelecto, existiendo algo barato y accesible llamado Inteligencia Artificial?

Y no se les puede censurar por ello. Cuando en el siglo pasado conocimos las primeras calculadoras Casio, que venían a ser una forma muy básica de IA y que medían como una hectárea (superficie aproximada a la de un campo de fútbol según el sistema métrico FIFA tan caro a los reporteros) uno, que siempre ha sido de letras, decidió que iba a hacer logaritmos neperianos su puta madre. De alguna manera me las arreglé para salir del paso y salvaguardar mi reputación de niño repelente, pero en mi fuero interno ya había decidido no hacer nada que pudiera hacer una maquinita. Eso me permitía liberar espacio en mi disco duro craneal para acumular datos inservibles, tales como letras de canciones, nombres de compositores, artistas y productores, etc. Y tengo que decir que estas necedades me permitieron ganarme la vida divinamente más adelante. Pero habilidades numéricas… las justas para intentar resolver la calculadora de Saber y Ganar.

De mozo, se me daban razonablemente los idiomas. Aprender idiomas, empezando por el propio, es como instalarse entre ceja y ceja diferentes sistemas operativos, una de las mejores gimnasias neuronales sin duda. Pero tiene trabajillo. Y si puede uno delegar en la IA tan tediosa tarea… para qué molestarse. Hice una prueba con esa app que traduce textos con tu propia voz… y la verdad es que el resultado impresiona. Más cuando intentas estresar el invento con cierto dicho relativo al cura de Villalpando, y la máquina traduce con soltura y riqueza de matices, y encima cuadra los labios de la imagen con el nuevo texto. ¿Para qué va un voraz escualo corporativo a malgastar su valioso tiempo en aprender lenguas varias, cuando pulsando un botón puede dirigirse a todos sus esbirros en sus idiomas maternos y con su propia voz?… Pero no creo yo que sea lo mismo.

De temas como ortografía o sintaxis ya ni hablamos. Es una guerra perdida a pesar de que hoy se lee y se escribe más que nunca…  en el móvil claro. A pesar de que la IA ofrece soluciones de texto predictivo y corrección hace ya mucho tiempo, no es que se escriba mal, es que produce desprendimiento de retina de ver cómo se expresa la gente por escrito. La chavalada no lee libros (de hecho, encontrar montones de volúmenes en los contenedores de basura es habitual hace ya tiempo) y no ve el objeto de aprender estas minucias.

Esta delegación en las máquinas, que vendrá instalada de fábrica en el encéfalo de las nuevas generaciones, me resulta muy preocupante. ¿Cuántos serán capaces de establecer a pulso conexiones creativas e inesperadas entre diferentes conceptos, para generar ideas diferentes y propias? Siempre habrá gente capaz de dominar estas disciplinas, pero muchísimos delegarán en la IA por pura vagancia, convirtiéndose, aún más, en manejables borregos cebados con cookies.

De manera que, en opinión de este humilde hortelano, IA claro que sí, pero con cuidadín, especialmente entre los más jóvenes, los que están moldeando sus capacidades. A ellos, que me extrañaría que leyeran estas líneas, les recomendaría aprender a hacer algo útil con las manos por si se va la luz… Depender al 100% de las máquinas para el ocio y el negocio me parece una perspectiva malísima. En definitiva, no me preocupan tanto las teorías distópicas sobre la toma de control del mundo por las máquinas, en realidad ya llevamos tiempo a su servicio, aunque no lo parezca. Lo que no me gusta es asistir al triturado del talento que viene hasta reducirlo a textura del Potito Bledine.

Y mucho me temo que, en buena medida, eso es exactamente lo que AI.

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