En el año 2023, la industria de la moda genera 1.9 trillones de dólares, produce cien billones de prendas y veinte de zapatos, y da trabajo a 300 millones de personas, todo lo cual tiene su reverso en el impacto fulminante sobre la sociedad y el medioambiente. Está en el punto de mira de la sostenibilidad, la economía y las finanzas.
Pero en este artículo, que escribo conforme se anuncia la creación de un nuevo programa de diseño de moda en IE University (del cual soy director académico), voy a llevar el foco a lo que no se suele ver, hacia ese “elefante” en el salón del diseño que es la creatividad.
La creatividad es un don que tenemos los seres humanos para transmutar el plomo en oro, es decir, para crear algo que brilla a la luz ahí donde no lo había. Y precisamente por este componente alquímico o mágico valoramos mucho toda manifestación creativa. De ahí la relevancia de sectores como la moda, el diseño, la arquitectura o el arte en los mercados y las finanzas internacionales.
Las industrias creativas brillan a la luz del día como lo hace la parte visible de un iceberg, una imagen que explica por sí misma de dónde proviene la fuerza que hace tan atractivas las expresiones creativas: son ex-presiones que dan salida a las presiones que mueven la maquinaria social y cultural, al igual que al hervir el agua se pone en marcha la máquina de vapor. Son la parte sumergida del iceberg, aquella que no se ve, pero que sostiene y alimenta a la visible.
¿Y cuál es la parte visible? Las obras, productos y servicios fruto de un proceso creativo, ya sea moda o diseño en todas sus aplicaciones, arquitectura, y cualquier manifestación artística. Todo ello expresa de un modo u otro el sustrato del momento y el lugar en que vivimos. Un sustrato que es como el magma de un volcán.
Por encima de la línea de flotación, en el caso del iceberg, o del ćrater del volcán, nos encontramos con una construcción visible de forma piramidal.
La pirámide de la creatividad es una figura que he creado para explicar el sentido de las expresiones creativas, y cómo cada una de ellas se corresponde con un espacio específico del entorno que construimos: nuestra realidad. De hecho, se construye sobre el magma solidificado que conforma la sociedad y los condicionantes culturales.
En la base es donde se sitúa la manifestación creativa en contacto más directo con sus usuarios (es decir, nosotros), y donde su expresión creativa está más expandida: la moda, que está en contacto más directo con nuestra piel, durante mayor tiempo de nuestras vidas (pues nos viste nada más nacer, y seguimos vestidos después de haber fallecido), que mayores unidades de producto genera, y de mayor impacto tanto económico como medioambiental y social.
La pirámide se expande en su base, y asciende nivel a nivel cuanto más se distancia de lo concreto, elevándose hacia mayores niveles de abstracción: de la moda a los objetos que nos rodean (diseño industrial); de ahí, al espacio que conforma todo ello, es decir, la arquitectura de interiores; a los propios edificios, la arquitectura; al espacio que generan a su vez los edificios, la urbe y el urbanismo; así hasta llegar a los niveles de pura abstracción, en los que las obras no responden a funcionalidad alguna, sino a la mera expresión creativa, en su forma más pura: el arte.
Todos esos ámbitos responden a lo más genuino del ser humano: la creatividad. Es en sí intangible, pero es al tiempo la matriz de todo lo tangible.
En el siguiente artículo continúo con este hilo que nos lleva, una vez más, a ver el elefante en la habitación. Porque la moda, el diseño, el arte y todas las expresiones creativas llenan museos, espacios y pantallas, medios y redes sociales, fascinan y enganchan, manteniéndonos con la mirada fija en aquello que nos muestran, pero, ¿por qué no girar la cabeza y mirar en la otra dirección, es decir, la de dónde procede todo ello?