Leo por Wikipedia que la historia de la orquesta del Titanic es “100% real no fake” y me alegro de que James Cameron los pusiera en su película más icónica, que Avatar está casi más sobrevalorada que Paul Pogba. En Titanic hay varios momentos memorables: la mano de Rose (Kate Winslet) en el cristal empañado de un coche, Jack (Di Caprio) y Rose en la proa del barco con los brazos extendidos a lo Bellingham y gritando “Soy el rey del mundo”, ambos bailando borrachos en la zona popular, el partidito de fútbol que se monta la tripulación con un trozo de iceberg y, el que para mí es el mejor de todos, la orquesta del transatlántico tocando cuando el barco se hundía. ¿Por qué me encantan los violinistas del Titanic? Aquí desgrano los motivos.
Comencemos por algo básico: me apasiona la gente que siente pasión por lo que hace. Pueden parecer pocos, pero 35 años son más que suficientes para saber qué es lo que le irrita a uno y, sobre todo, qué tipos de gente se le atragantan. Confieso que a mí me cuesta demasiado con lo que denominaríamos ‘Gente Meh’, ese perfil al que no le gusta nada en especial, con el que eres incapaz de adivinar lo que hace un domingo por la tarde, que responde con un “Sin más” a un “¿Qué tal?”. Ni siquiera soy capaz de imaginar qué harían en el hundimiento del Titanic. A mí me gustan aquellos que vibran con sus pasiones, que hasta en el contexto más complicado se definen por sus gustos, por lo que les llena.
En el contexto más complicado. De hecho, ahí radica mi amor por esta lúgubre orquesta. Empiezo a parecer un poco rarito (spoiler: lo soy), pero otro tipo de persona que me provoca picores es la que huye o se esconde cuando hay un problema, la que no da la cara cuando no vienen bien dadas. Lejos de amedrentarse, los violinistas del barco más famoso del mundo no se borraron y tocaron mejor que nunca en el contexto más complicado. De eso se trata, de sacar lo mejor de uno mismo, o por lo menos intentarlo, cuando todo se está hundiendo. Sigan tocando mientras exista la posibilidad.
Pero, por encima de todo, amo a la orquesta del Titanic por su generosidad, como la de toda esa gente que, cuando el mundo se pone horroroso o cuando las cosas van fatal, cuando todo es tan atroz como un coche por debajo, deciden regarlo todo con belleza. Gente que se cae con todo, pero con estilo. Podrán quitarnos lo que quieran, pero nadie es capaz de borrar y eclipsar la belleza. Eso también lo probaron estos músicos que, con su hazaña, nos dieron una lección no apta para ‘Gente Meh’.
Feliz lunes y que tengáis una gran semana.