Hace ya demasiados años, unas famosas barritas de chocolate basaron su publicidad en el concepto de que tomarse un K.. K.. Era como hacer un paréntesis momentáneo en la vida. Del mismo modo, pero sin engordar, casi todos los días, me permito un instante de fugaz desconexión del mundo jugando a un videojuego en mi teléfono móvil. No, no se trata del célebre Candy Crush que tenía absorta a la diputada y exministra de Sanidad, Celia Villalobos, en su escaño del Congreso. Es un juego de fútbol, sin más. El caso es que acumular horas de pases y goles implica también soportar con resignación muchos anuncios de toda índole y algunos me han llamado la atención.
Tienen que ver con suculentos premios directos de miles de euros que pasan a engrosar tu cuenta corriente. Vemos cómo una lluvia de billetes cae sobre jóvenes que actúan –entre la euforia y la histeria– como si hubieran ganado el gordo en la lotería de Navidad. También los hay de chicas que te dicen cómo obtienen tarjetas de Amazon u otros comercios online, por valor de cincuenta o cien euros, cheques de PayPal… todo muy fácil, simplemente ganas dinero jugando a los juegos a los que ya dedicas –o con los que pierdes– tú tiempo, tirando una ruleta, dando tu opinión sobre un producto… A simple vista y sin darle muchas vueltas, resulta raro, oscuro y sospechoso.
Primera lección, el sentido común siempre invita a alejarse del dinero fácil, casi regalado. Pero el ser humano lleva en sus codiciosos genes la aspiración lógica de ganar mucho dinero y llevar una vida de lujo sin tener que esforzarse demasiado. Todos jugamos a la lotería y fantaseamos con poder dedicar las 24 horas del día al ocio y al placer. A diario escuchamos frases regadas por la envidia sobre lo que gana un streamer, alguien que creó una exitosa app y la vendió por una millonada o gente que gana millones desnudándose en Only Fans, lo que abriría un debate sobre el precio en dignidad que pagas para obtener cuantiosos –y habría que ver cómo de cuantiosos– beneficios.
¿Me pagan dinero por jugar a juegos a los que ya dedico horas y horas? Suena bien. Existen aplicaciones de móvil –tanto en Android como en iOS– más o menos serias que sí recompensarán por jugar a juegos. Luego hay una colección enorme de otras apps muy vinculadas a China o con mucho tinte oriental que son directamente una estafa. En las primeras podremos ganar un puñado de euros tirando a la basura muchas horas de nuestra vida. El negocio, pese a que la información no es abundante ni clara, parece basarse en el dinero que pagan desarrolladores de juegos y anunciantes a esas apps, de la que una ínfima cantidad acaba –si es que acaba– en manos del usuario que se chupa los anuncios y testa los distintos juegos a base de pasarse niveles.
Resulta triste que, cegados por el dinero fácil, muchos jóvenes o personas con una situación económica precaria caigan en este negocio vil. Las horas empleadas, la vista perjudicada, cerebros atrofiados que podrían ganar un sueldo con un trabajo honrado. El tiempo se escurre entre los dedos que sostienen el aparato que a todos nos ha atrapado, con nuestro cuello doblado en dirección a la pantalla en gesto de sumisión y renuncia a la libertad. Yo soy un pecador, pero no un imbécil. Me quedo con la frase de Enrique Bunbury, mítico solista de Héroes del Silencio, en una reciente entrevista: “La vida es lo que ocurre mientras no tenemos el móvil en las manos”.