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Opinión Javier Ortega Figueiral

Cumplir 90 años, ganar 728 millones y salvar a SAS

A una década de su centenario, la venerable Air France vive uno de los mejores momentos de su historia… y sigue creciendo.

El pasado sábado siete de octubre, 4.000 de los casi 77.000 empleados del grupo Air France-KLM celebraron en París el 90º aniversario de la parte francesa del grupo. 32.872 días antes, el siete de octubre de 1933, que curiosamente también fue sábado, se presentó en el aeropuerto de Le Bourget un ambicioso proyecto aeronáutico con apoyo y bendición estatal: la fusión de las principales compañías comerciales francesas en una.

Nombres históricos como Air Orient, Air Union, la Compagnie Générale Aéropostale, la CIDNA o Compagnie Internationale de Navigation Aérienne y la SGTA o Société Générale des Transports Aériens, se unieron para afrontar, con más musculo financiero y técnico, los tiempos turbulentos posteriores al crack de 1929. También se unieron sabiendo que el transporte aéreo estaba empezando a madurar. Ya no era algo simbólico o menor, sino que se pasaba a ser un actor cada vez más interesante en el comercio mundial. Aquel lejano día de octubre del 33, cuando sus aviones empezaron a volar, la nueva empresa tenía un nombre, aunque semanas antes, cuando el proyecto se estaba rematando, aun no sabían cómo llamarla. Fue un aviador y periodista de Le Journal, Georges Raffalovich, quien sugirió durante una rueda de prensa que se llamase Air France.

Raffalovich falleció 20 años más tarde, cuando la compañía a la que dio nombre ya tenía una de las redes aéreas más importantes del mundo, aunque aquel piloto y escritor difícilmente imaginaria que ya en el siglo XXI esta llegaría a volar a más de 200 ciudades en casi 100 estados de todo el mundo usando 215 aviones, muchos de estos capaces de volar prácticamente al otro lado del planeta sin repostar.

Orgullo, glamour y crecimiento

La compañía ha celebrado este aniversario con diferentes actos y acciones en todo el mundo, aunque ha sido en su casa, la capital francesa, donde se han llevado a cabo más actividades, como ocupar una docena de escaparates de las Galerías Lafayette del Boulevard Hausmann, junto a la Ópera de París, donde trabaja Xavier Ronze, jefe de vestuario de su ballet y al que la aerolínea encargó varios diseños sobre temas fundamentales de Air France: tecnología, moda, uniformes, carteles icónicos, gastronomía, diseño y arquitectura.

El pasado 28 de septiembre pude hablar con Anne Rigail durante uno de estos actos de celebración en la ciudad. Rigail, que cumplirá cinco años como directora general de Air France en las próximas semanas, me confirmó lo que se ve claramente cada vez que se vuela con su compañía: son un símbolo del país, abanderados del Savoir Faire francés en el cielo y unos obsesos de la excelencia, sobre todo en sus servicios más nobles: la business intercontinental y La Première, su clase top, con detalles a la medida tanto en vuelo como en tierra. Un ejemplo muy significativo de esto último es que para los traslados desde y hacia los aviones en el aeropuerto Charles de Gaulle, quien viaja en La Première se desplaza por la pista en uno de los 29 Porsche Cayenne híbridos que la compañía pone a su disposición. Sin duda, otra manera de entender la aviación.

Rigail estaba indisimuladamente feliz: dos años después de 2020, el peor año del transporte aéreo, la compañía (el grupo Air France-KLM) ha tenido unos beneficios de 728 millones de euros, ha ganado varios premios Skytrax en categorías muy importantes y en plena celebración del cumpleaños anunció un pedido por casi un centenar de aviones Airbus A350-900, aparato que se va a convertir en la columna vertebral de los viajes de largo radio, dejando atrás la etapa de los gigantes A380, que no volvieron a volar tras la pandemia, siendo de las pocas operadoras que tomó esa decisión, obedeciendo a criterios medioambientales, económicos y de homogeneización de flota.

Salvar a SAS

Por si todo lo anterior fuese poco, la compañía franco-neerlandesa va a ser también salvadora de SAS, Scandinavian Airlines, otra histórica de la aviación europea. Esta fue fundada en 1946 con la unión de varias aerolíneas de Dinamarca, Suecia y Noruega, que acabaron convirtiéndose en consorcio triestatal en 1951 para transformarse en una de las compañías aéreas de mayor prestigio de Europa.

Sin embargo, de prestigio no se vive eternamente y en el siglo actual, con la aparición y crecimiento de aerolíneas económicas en Escandinavia, SAS perdió mucho fuelle: tenía una estructura enorme, pesada y se vio obligada a reestructurarse, incluyendo en su adelgazamiento la venta de diferentes activos, incluida su importantísima participación en Spanair. En los últimos años la aerolínea no acabó de remontar el vuelo aun con un buen número de planes de reestructuración y el verano de 2022 llegó a acogerse al capítulo 11 de la Ley de Quiebras en Estados Unidos, un trámite para la declaración de bancarrota y poder reorganizarse. Ahora Air France-KLM será quien la reflote, quedándose con una quinta parte de la nórdica, convirtiéndose en su socio industrial y reforzando la fortaleza franco-neerlandesa en el mercado aéreo del continente.

Y ahí sigue esta aerolínea: creciendo, volando, manteniendo el glamour francés en lo más alto y siendo el verdadero brazo aéreo del país. Ayer, mientras varios gobiernos europeos enviaron aviones militares para evacuar de Israel a sus ciudadanos y los de otros países de la UE, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia (Ministère de l’Europe et des Affaires étrangères en francés) pidió a Air France que se encargase de la operación de repatriación de sus nacionales desde Tel Aviv.

Por su evolución, por su historia y porque está donde se le pide, la antigua compañía de bandera, que hoy continúa teniendo participación de los gobiernos francés y neerlandés, aunque compartido con otras accionistas como Delta Airlines, China Eastern Airlines o el gigante marsellés CMA-CGM, sigue siendo la gran aerolínea nacional y orgullo de Francia 90 años después de su fundación.

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