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Opinión David Ruipérez

El tostador del hotel

Existen tres elementos comunes a los grandes hoteles de playa que, como norma general, no han evolucionado demasiado en los últimos tiempos y que pueden causar irritación y malestar.

Una parte importante de los lectores con hijos comprenden las ventajas que puede tener alojarse estos días en un hotel de playa con todo incluido y con numerosas actividades infantiles capitaneadas por un experto grupo de monitores. A los demás les parecerá un auténtico infierno.

La Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos (CEHAT) ya anunció al arranque del verano su previsión de una tasa de ocupación superior al 80% –a pesar de la notable subida de precios, pero hay ganas de vacaciones– así que lo normal es que se rebasen las cifras récord de 2019, año previo a la maldita pandemia. Pero no hablamos de niños, ni de beneficios empresariales, sino de tres elementos comunes a los grandes hoteles de playa que, como norma general, no han evolucionado demasiado en los últimos tiempos y que pueden causar irritación y malestar.

  1. La tostadora. Llamadas técnicamente de cinta o de túnel, hablamos de esa máquina de acero inoxidable en la que el pan se desplaza sobre unos hierros al aire –con unas resistencias arriba y abajo– hasta salir por el otro extremo o caer a una zona inferior. Es la tecnología estrella del desayuno y, sin embargo, un siglo después de su invención, nos hacemos la misma pregunta: ¿Por qué la primera vez que realizan el circuito el pan de molde o la chapatita sale igual que cuando entró, más blanca que la leche? ¿Por qué hay establecimientos en los que han quitado el mando para regular la intensidad? ¿Para evitar disturbios? ¿Qué gana el hotel obligando a los huéspedes a repetir el proceso hasta dos o tres veces? Grandes misterios de la Humanidad.
  2. Tarjeta-llave. La transición ha arrancado, pero va lenta debido a la inversión que implica y a la posible reticencia de algunos clientes. En su día se habló de emplear la huella dactilar, pero lo más fácil sería ahora el NFC –near field communication– del móvil, contactless o como queramos denominarlo, es decir, acercar el móvil a la cerradura y que la puerta se abra, como cuando pagamos con la tarjeta usando el teléfono. Cuando uno va con niños jamás tiene una mano libre, y buscar la tarjeta es un horror. De hecho, ayer encontré una buceando en la piscina del hotel. Se imantan, se pierden… Sin embargo, el teléfono móvil es algo que tenemos siempre cerca.
  3. Pulseras. Sirven para distinguir a los clientes que han contratado el servicio de “todo incluido”, pero no traen nada bueno. Los huéspedes que sólo han pagado la media pensión o pensión completa y, por tanto, o no tienen pulsera o la tienen de un color distinto, te odian. Te consideran un causante de colas en los bares de la piscina o el lobby, un bebedor compulsivo. Por otra parte, a nadie le gusta ir marcado como el ganado, aunque sea para bien. Aunque es la opción que elige la mayor parte de las familias en según qué modelos de hotel, no te sientes bien del todo. En algunas cadenas se usa la famosa tarjeta-llave para pedir las consumiciones ilimitadas, pero como abogamos por su desaparición, sería mejor seguir centrados en el tema del NFC del móvil, que llevaremos siempre en la mano mientras esperamos para pedir también. No hay muchas soluciones cuando la prenda de vestir el 90% de la jornada es un florido traje de baño.

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