En los 80 y 90, un periódico de papel llamado Segundamano era el vehículo preferido para vender y comprar productos usados de toda índole. Su penoso salto digital, a pesar de tratarse de una marca tan consolidada y familiar para los españoles, propició su desaparición. Lo que podríamos considerar como su sucesor, Wallapop, cumple ahora una década de vida con más 640 millones de productos ofertados y un valor de 771 millones y presencia en España –nació en Barcelona–, Italia y Portugal. El mérito de Wallapop reside en crear una cultura de la reutilización, de que con naturalidad vendan y compren sin complejos personas de cualquier estrato y condición social.
El beneficio social es evidente, el medioambiental también. Miles de objetos que tenían como destino un contenedor de basura alargan su vida útil. La compañía acaba de presentar un estudio con Deloitte sobre el impacto medioambiental de las compraventas del último año. Los datos impresionan, ya que durante 2022 se evitó la emisión de más de 510.000 toneladas de emisiones de CO2, y el consumo de 20.000 millones de litros de agua, 22.000 toneladas de plástico y 82.000 toneladas de metal.
Pero no nos engañemos, los compradores buscan ahorrar y adquirir objetos que nuevos no están al alcance de su bolsillo, mejorar su vida, solucionar una necesidad y, en el otro lado, los vendedores aspiran a ganar dinero por bienes de los que pensaban deshacerse y de paso tener la conciencia más limpia y más espacio en casa. De fondo tenemos la alargada y siempre ambiciosa mano de Hacienda, intentando -de momento sin éxito, gravar estas compraventas no declaradas.
Por cierto, como curiosidad, acaba de nacer una nueva plataforma llamada Vacapop, alumbrada en los montes asturianos y sin relación con la original, enfocada en la venta de ganado. Un acierto al que escogió el nombre.
Quien escribe es un usuario intenso de Wallapop y estos son cinco errores en los que cae mucha gente. Así puede evitarlos:
- Mala elección de la ubicación: La clave para cerrar buenas operaciones es comprar en barrios de un nivel socioeconómico alto y vender en uno mucho más deprimido donde hay más interés por los objetos de segunda mano. Muebles, bicicletas, tecnología… En un vecindario o población con altos ingresos no le van a regatear y la calidad de los productos es mucho mayor. Simplemente quieren deshacerse de ellos con urgencia y les da reparo tirarlo a la basura porque costaron caros en su día. Aprovéchelo.
- Caer en las trampas de los “cansinos”: En los chats donde se negocia el precio hay que ser firme y directo. Vale tanto, estas son sus características y no escucho proposiciones ridículas. La gente hace ofertas miserables por si cuela. Ya en el momento de quedar para hacer la transacción es habitual que, si el precio acordado es, digamos, 60 euros, el comprador aparezca sólo con 50 y diga que no tiene más. Piensa que, llegados a ese punto, lo venderás más barato tras haberte molestado en quedar y por las ganas de tienes de vender el producto. Resulta muy habitual cuando más modesto es el comprador. Es entendible por otra parte, hay personas con una economía doméstica con poco margen de maniobra.
- No ser honesto: Vender objetos estropeados –por ejemplo, móviles o electrodomésticos–, decir que se encuentra como nuevo y que, sin embargo, tenga desperfectos y otras actitudes similares no traen nada bueno. En el mejor de los casos, el comprador pondrá una reseña negativa que haga dudar a futuros compradores, en el peor nos buscará para aclarar el problema…
- Esperar: Debemos ser fríos. Es la jungla, no vale el “resérvamelo” que quedamos en unos días, que ahora estoy en el hospital (caso real). Si hay una oportunidad de venta, hay que cerrarla cuanto antes. El primero que aparezca con el dinero se lleva el producto. “No mercy” (sin piedad), como dicen en Karate Kid.
- Cuidado con los objetos robados: La gente no es tan idiota como para vender con prisas una bici de 3.000 euros por sólo 500 o un iPhone de última generación por un precio irrisorio. Pueden ser objetos robados que nos pueden meter en un lío. Conviene estudiar el perfil y las opiniones sobre el vendedor. ¿Tiene pinta de ser la típica persona que –y que no suene clasista– vende el iPhone 13 porque quiere comprarse el 14? Conviene recelar, preguntarle por detalles técnicos de la bicicleta o el ordenador que vende. Ante la más mínima duda, mejor dejarlo pasar.