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Opinión Javier Ortega Figueiral

Gibraltar: una pista necesaria

Integrar el aeropuerto del peñón en el espacio Schengen tendrá un gran potencial en toda su área de influencia.

Fue durante el verano de 2020, el año de la no-aviación. Algeciras fue una de las paradas de un largo viaje en coche de Barcelona a Huelva y regreso. Nos quedamos dos noches en el histórico Reina Cristina, hotel levantado a finales del siglo XIX por la compañía Algeciras Gibraltar Railway Company. Una de las habitaciones del establecimiento se llama extraoficialmente ‘la suite de los espías’. Desde allí, durante la segunda guerra mundial, italianos y alemanes espiaban los movimientos de flota británica estacionada en la bahía y el puerto. Dormimos en ella.

Al segundo día, durante el desayuno, el director me regaló un pequeño dossier con la historia de su hotel al saber de mi interés en el pasado del edificio. Al irnos, y tras enumerar unas cuantas celebridades que se habían alojado allí, indicó que la noche anterior Arancha González Laya, entonces ministra de exteriores del Gobierno de España, había dormido en la habitación contigua. Lo dijo bajito, discretamente, aunque no era necesario: ni ella ni ningún otro miembro del gobierno español estaban ya en el hotel. Se encontraban reunidos con una delegación oficial gibraltareña, pues durante todo aquel año se trabajó en un principio de acuerdo entre España y el Reino Unido relativo al peñón. El brexit abría un nuevo capítulo en las relaciones entre ambos estados tras tres siglos de inmovilismo y se quiso aprovechar.

Los textos que escribo cada semana para Forbes se centran en aviación y ahora veo que en las líneas anteriores no aparece nada aéreo. En realidad, lo contado sirve para poner en contexto al aeropuerto de Gibraltar y su potencial más allá de su propio territorio: tan solo 6,8 km cuadrados coronados por un pico de 426 metros de altura. Este territorio junto a la Línea de la Concepción y frente a Algeciras y su gran puerto carguero es un tema cíclico, que ha ido apareciendo y desapareciendo de los titulares. Volvió, por ejemplo, cuando en 2016 el Reino Unido votó en referéndum para quedarse o salir de la Unión Europea. Aquel día, el 95,9% de los votos emitidos en Gibraltar fueron contrarios al brexit. Desde entonces, ese territorio británico de ultramar quiere formar parte del acuerdo de Schengen.

Ser del espacio Schengen, como sucede en otros 27 estados y tres micro estados, permite viajar sin problemas por toda Europa y económicamente supondría un enorme empuje al peñón. Sin embargo, desde la victoria de la salida de la Unión Europea, los sucesivos gobiernos conservadores del Reino Unido no están ayudando mucho a que las negociaciones con España lleguen a buen puerto. En lo puramente aeronáutico eso incluye que el aeropuerto pueda ser usado con total normalidad, pues si se quiere que la frontera quede abierta entre Gibraltar y las zonas aledañas, su aeropuerto tendría que funcionar como una terminal más en la costa de la península ibérica, con algunas singularidades, por supuesto, aunque haciendo más fácil llegar por aire a todo lo que le rodea.

Un aeropuerto sobre el mar

El aeropuerto de Gibraltar es tan singular como el territorio al que sirve: desde el aire es lo más parecido a un portaaviones, pues fue construido sobre un istmo y en terreno ganado al mar. Hasta este pasado mes de marzo, todas las personas que entraban o salían de allí estaban obligadas a pasar por la pista de vuelo cruzándola en coche, autobús, moto, bicicleta o simplemente a pie, pues la avenida Winston Churchill pasa exactamente por el centro de la pista y unas barreras se bajan a modo de paso a nivel cuando van a aterrizar o despegar aviones, lo que sucede una media de quince veces al día. Este paso sigue usándose, aunque ahora únicamente para peatones y bicis, puesto que, tras quince años de obras y parones, el resto de vehículos ya pueden usar un vial que rodea la pista por el este y se convierte en túnel por la cabecera 27.

Mucho de lo que ha tenido que ver con el aeropuerto y la relación entre estados ha ido extraordinariamente lento en las últimas décadas: en 1987, con Felipe González como presidente del gobierno español, Margaret Hilda Thatcher como primera ministra del Reino Unido y Sir Joshua Hassan como ministro principal de Gibraltar, se firmó un acuerdo para permitir el uso civil conjunto del aeropuerto, aunque nunca llegó a implementarse. El trato refrendado por los dos gobiernos preveía la construcción de una nueva terminal en La Línea de la Concepción, aunque esto fue bloqueado por el gobierno del peñón.

Tras eso, España tomó represalias que se mantuvieron en el tiempo, como la exclusión de Gibraltar de iniciativas como el Programa Cielo Único Europeo o la gestión del tráfico aéreo europeo a través de una serie de actuaciones que satisfacen las necesidades del espacio aéreo en términos de seguridad, eficiencia e impacto ambiental.

Tuvieron que pasar muchos años, tantos como 19, para que se implementase el Acuerdo de Córdoba, un acuerdo firmado por los gobiernos del Reino Unido, Gibraltar y España en 2006. Esto puso fin a todas las restricciones a los vuelos civiles a Gibraltar y eliminó la prohibición de sobrevolar territorio español a aviones con origen y destino a ese aeropuerto, ahorrando el rodeo de la península sobre el océano por razones políticas. La distensión también trajo un ambicioso plan de expansión en forma de nueva terminal aérea, un moderno edificio de 35.000 metros cuadrados diseñada por 3Dreid architects, la misma firma que creó una espectacular terminal de aviación privada en Farnborough, Reino Unido.

Nueva terminal

La forma de este flamante edificio, rematado en 2011, hace que una de sus fachadas de directamente a unos terrenos de la Línea de la Concepción, los del recinto ferial, para hacer factible una entrada directa desde España, aunque por el momento aún no se ha usado. Actualmente solo existen vuelos regulares al Reino Unido y hay un número creciente de operaciones de aviación privada a más destinos. Tras los acuerdos de 2020, se debería externalizar la frontera Schengen al puerto y aeropuerto. Eso haría necesario tener la presencia de agentes de España con el apoyo de Frontex, la agencia europea de fronteras, algo que ha ralentizado el avance en el uso conjunto de la instalación. Con las elecciones generales españolas a la vuelta de la esquina, este plan seguiría adelante o volvería a frenarse dependiendo de quien presida el gobierno español y el equilibrio de fuerzas en el parlamento.

Ignoro si la semana que viene este texto será papel mojado o congelado. En todo caso no sacarle todo el partido posible a una instalación aeronáutica en un lugar tan especial sería una gran pérdida. Hablando con la directora de los MiM (Messi y Majestic) y el futuro director general del Fairmont, marcas con establecimientos en Sotogrande, ambos me contaban el importante beneficio que supondría para sus hoteles tener un aeropuerto a pocos minutos, y sus hoteles son tan solo dos ejemplos de todo lo bueno que supondría una pista y una terminal aérea que sirva a todo un hinterland que llega a buena parte de la Costa del Sol hacia el noreste, a Tarifa hacia el oeste e incluye a todo el campo de Gibraltar, con uno de los puertos comerciales más potentes del Mediterráneo y una importante industria petroquímica en la zona. Es un win-win para todos, pues pocas cosas tienen tanto potencial como un aeropuerto.

En este caso es plenamente aplicable un dicho anglosajón: A mile of road will take you a mile, but a mile of runway will take you anywhere., o lo que es lo mismo: Con milla de carretera recorrerás una milla, aunque una milla de pista te llevará a cualquier parte… Y la pista 09-27 del aeropuerto de Gibraltar tiene 1.776 metros de longitud, o lo que es lo mismo: 1,10 millas, distancias que han de ser plenamente aprovechadas, pues la aviación ha de servir para unir territorios, no separarlos.

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