Desde verano de 1960, Son Sant Joan, nombre histórico del aeropuerto de Palma de Mallorca, es el principal punto de llegada de los visitantes a la isla. De los millones viajeros que despegan y aterrizan allí (en 2022 fueron 28,5) son contados los que saben que esos terrenos fueron en su día aeródromo militar construido a principios de la guerra civil y con el que hoy se comparten pistas. Otro detalle poco conocido es que, al margen de la enorme terminal con varios brazos, módulos y 34 pasarelas de embarque, obra del arquitecto Pere Nicolau i Bover, hay otra muy diferente por donde también se puede llegar o salir de Mallorca: la de aviación corporativa.
En un lugar discreto, cerca de la cabecera de la pista 06R y lejos del grueso del movimiento de pasajeros, se levanta una pequeña terminal pensada para los usuarios de los vuelos de aviación ejecutiva o privada. En España este tipo de aviones pueden llegar a todos los aeropuertos, pues no dejan de ofrecer viajes a la demanda, aunque solo en algunos se dispone de terminales específicas para ellos, como es el caso de Madrid, Barcelona, Málaga, Valencia o Ibiza.
La ‘otra’ terminal del aeropuerto de Palma es una construcción de Aena. Es la gestora de prácticamente todos los aeropuertos estatales, aunque esta concesiona estos espacios a pie de pista a empresas especializadas en el sector, como es el caso de Mallorcair, empresa creada en 1991 por Paco Ferrer y Miquel Mudoy, personajes ligados históricamente a la aviación balear. Sus familias llevan tres décadas mimando a pasajeros y tripulantes de los jets que llegan a la isla. Estos llegan desde cualquier lugar de Europa y también del resto del mundo, puesto que modelos como los Gulfstream G600 o Bombardier Global 8000 de largo alcance pueden llegar sin escalas desde la costa oeste de Estados Unidos o Japón hasta Mallorca.
Hace unos días, Miquel Mudoy, hijo de uno de los fundadores me hablaba del pujante sector de la aviación privada en la isla y de cómo constituyeron su FBO mallorquín junto a los Ferrer. FBO es lenguaje 100% aeronáutico y son las siglas de Fixed Base Operator. Tenerlo implica disponer una terminal aérea segregada para el embarque y desembarque de los pasajeros, área de operaciones de vuelo y ofrecer servicios en tierra para las aeronaves y sus tripulantes.
Mudoy me contó que Hace 33 años los aviones privados no eran tan habituales en Baleares y su padre vio que la manera en que se les atendía no estaba a la altura del tipo de operación y todo podía mejorar sustancialmente. Con esta filosofía de hacerlo lo mejor posible y enfocado a una clientela VIP, todo empezó hace tres décadas con unos contenedores de obra prefabricados y bien adecentados en un lado del aparcamiento de aeronaves. Desde entonces no han dejado de mejorar. Hoy, de los 220.000 despegues y aterrizajes anuales en Palma, el 10% son de aviación privada y de estos, el 90% los gestiona Mallorcair, a petición de los operadores, que también disponen de otras opciones en el aeropuerto.
Una terminal ‘boutique’
La terminal actual tiene 300m2 y en 2021 fue totalmente renovada. El trabajo de reforma se encargó a Marga Comas Design, un estudio local que cambió por completo un área ya confortable para hacerla aún más acogedora. Hablé por teléfono con Comas y me contó que su pretensión fue algo tan sencillo como hacer que quien pasara por esa terminal “no tuviera la sensación de que estaba en un aeropuerto, sino en una casa”. Realmente lo ha conseguido, aprovechando cada metro cuadrado de los trescientos disponibles. Con la excepción de esta terminal aérea y un estudio de grabación, Comas ha centrado su trabajo hasta ahora en casas y villas por toda la isla, centrada en lugares como Santanyí, Santa Ponça, Bunyola y también antiguos edificios señoriales en el centro de Palma.
Por otro lado, la decoración de los espacios, con una interesante colección de arte, se confió a Gallery RED, la galería de arte fundada por el estadounidense Drew Aaron en el corazón de Palma. Esta es una de las firmas colaboradoras de la terminal, junto a la inmobiliaria alemana de lujo Engel & Völkers. Ambas saben que colaborar con la empresa aeronáutica mallorquina es un win-win, por el perfil de usuario de las instalaciones.
Además de todas las zonas para el trabajo del día a día como operaciones, catering y otros servicios (las comidas y bebidas de los jets privados son un tema que da para mucho), el espacio tiene tres salas para pasajeros y una para pilotos y auxiliares de vuelo, con todos los equipos y áreas de trabajo necesarios. Además, dispone de una sala de conferencias y otra para descanso si fuera necesario. Las de pasaje son áreas que habitualmente se usan pocos minutos, pues una de las claves de la aviación privada es prácticamente no esperar ni a la salida ni a la llegada gracias a la coordinación total entre tierra y aire, aunque ahí están, siempre impecables, aunque sea para unos minutos. Y es que de eso va un vuelo privado: que todo funcione como una seda y rápidamente.
Si alguien vuela en avión privado y en el destino va al mejor hotel o se aloja en una villa, la experiencia quedaría coja si el aeropuerto no estuviera a la altura. Esa es la filosofía de este lugar: una de las terminales más elegantes de Europa, premiada año tras año por diversos medios y organizaciones del sector está siempre lista. En ella se ofrece discreción, tranquilidad… e incluso helados, pues su nevera, siempre llena de productos de La Menorquina es famosa en el sector. No hay piloto de avión privado que pase por las instalaciones y no disfrute de uno. Y es que el lujo también está en pequeños detalles como un limón helado que hacen que el viajero o tripulante de este sector siga sintiendo el privilegio de que vuela diferente.