Opinión Kerman Romeo

Sálvame

Con el final de este programa mueren muchas más cosas de las que puede parecer.

2009 es uno de los mejores años de mi vida. Tal es así, que lo llevo tatuado en el tobillo derecho. Fue el año en que estudié en Guadalajara (México). Casualidad o no, también es el año en que se emitió el primer programa de Sálvame, que el pasado viernes bajó la persiana para siempre (lo de Netflix será un spin off), tal y como semanas antes había anunciado Mediaset. Catorce años en antena a caballo entre lo deplorable y lo icónico, atentando contra el intelecto para algunos, amenizando los soporíferos días para otros. Difícil ponerse de acuerdo. Sea como sea, en junio de 2023 se ha ido definitivamente y, con ello, mueren muchas más cosas de las que pueda parecer.

Por una parte, hace más lejano el recuerdo de mi amama (abuela) o el de la de mi novia. El viernes pasado yo no pude evitar pensar en ellas. Me mosqueaba que pasasen tanto tiempo viendo un contenido poco edificante, pero a ellas las tenía felices, ya entradas en los ochenta años y, la verdad sea dicha, ¿qué les iba a decir yo? ¿Que leyesen a Julian Barnes? Han pasado sólo tres años desde que no están, pero que la televisión no ponga en pantalla a Kiko Hernández dando alguna “exclusiva” o gritándose con alguien reduce mi cantidad de momentos de recuerdo diarios. Se han alejado un poquito más y muestran que una época de sofás con estampados imposibles y cajas de galletas en azul metálico ya pasó.

Porque con Sálvame hemos pasado página de un tipo de televisión. Con el tiempo, en un 2050 cualquiera (seré ya un setentón, espero), se mirará atrás y de estos primeros casi 25 años de milenio se recordarán pocos programas de televisión. Quizá Gran Hermano, Operación Triunfo y Sálvame sean los que más se destacan, no necesariamente brillan, en este ya cuarto de siglo. El programa de los Jorge Javier Vázquez y Belén Esteban seguía congregando a más de un 10% de audiencia a diario, pero iba a menos, supongo que perdiendo muchas amamas y enfrentado a la multitud de plataformas disponibles actualmente. También a la incapacidad para darle un cariz algo más multiplataforma. Sirva como ejemplo que “sólo” tuviera 433.000 seguidores en Instagram, muy probablemente porque muchos de los usuarios usasen el móvil con solo un dedo, normalmente el índice.

Como veis, nadie se escapa del peligro de reírse de Sálvame, pero ahí ha aguantado catorce años en antena, consiguiendo lo que muy pocos. Así que respeto por eso. Respeto también por la evidente capacidad de generar un estilo propio que durante mucho tiempo los rivales intentaron copiar, o incluso por cómo muchas de sus expresiones han calado en la cultura popular. Que me horrorizase no quiere decir que obviase su capacidad de conectar como contenido, además haciéndolo con un valor de producción de un bocata de mortadela. Nunca subestimemos el pretendido aspecto de amateur. No me avergüenza reconocer esto, que veo a muchos con cara de que sus pedos huelen mejor cuando hablan de Sálvame.

2009-2023. Empezó con un tatuaje, mantuvo a dos señoras excepcionales siempre puntuales, creó y a la vez destruyó las escuelas de estilo, asqueó y apasionó a partes iguales y al final se fue. Porque todo, lo bueno y lo malo, siempre se va. De eso nadie nos salva.

Feliz lunes y que tengáis una gran semana.