Me he prometido no mencionar el símil del iceberg en este texto, ese que dice que lo que se ve es sólo una pequeña parte, como por desgracia no sucede cuando estás sentado en la playa con un bañador sin redecilla. Ahora que lo pienso, aunque no haya sido como conclusión, el maldito iceberg, tan tópico como usar a Einstein en una ppt diciendo que hagas las cosas distintas, ha sido el que ha presentado el tema del que quiero hablaros hoy, que no es otro que el reconocimiento a todo ese padecimiento que no se ve, pero que es necesario para que las cosas salgan adelante. Ahora que el esfuerzo cotiza a la baja, conviene recordarlo.
Automáticamente, cada vez que veo un proyecto de éxito, me sale ponerme a pensar en el inmenso esfuerzo que el individuo o el equipo ha tenido que realizar para que eso pase. Jon Rahm, vizcaíno ilustre, gana el Masters de Augusta, e imagino la cantidad de veces que habrá entrenado hasta el agotamiento para que algo así pueda suceder. Es instintivo, cada vez que alguien triunfa, yo pienso en el sacrificio para que eso ocurra y lo admiro todavía más. Siempre habrá quien salga con sus peroratas que traten de rebajar el éxito, con sus eternos argumentos mediocres, pero detrás de toda victoria hay un tremendo sacrificio.
Ese sacrificio no siempre sale en la tele. Pienso en todos nosotros. Cuando un proyecto nos funciona de verdad, que eso se sabe, ya sea un lanzamiento, una campaña o una estrategia comercial, sólo se ve su resultado, pero detrás hay responsabilidad, decenas de horas de renuncia, momentos de tensión, eternos convencimientos en base a la estructura jerárquica, noches complicadas, dificultades para compaginar vida profesional y personal, soledad y miedo. Siempre digo que es mucho más fácil no hacer nada que intentarlo, en demasiadas ocasiones vive peor el que lo intenta.
Supongo que el peso de lo que no se ve aplica a todo, también a lo no profesional. El sacrificio detrás de la madre que ve que su hijo prospera, el de la pareja que sigue adelante tras muchos años, el del soltero que vive feliz. No existe triunfo sin renuncias, sin perder un poco de pelo, sin alguna cana, sin la respiración que se entrecorta, si varios cafés de más. Joder, no quería que el iceberg volviese a salir, pero es que la referencia es demasiado buena. Qué bonitas y sufridas son todas esas cosas que brillan por debajo de aquello que se ve. Bueno, no todas, esa que se asoma por la ausencia de redecilla no tanto.
Feliz lunes y que tengáis una gran semana.