A finales de los años 80 el entonces Grupo Iberia decidió desarrollar la aviación regional en España. Otros países europeos ya tenían consolidadas aerolíneas dedicadas a vuelos cortos, enlaces con poca demanda o servicios en islas. La nueva compañía española no sería una, sino tres divisiones para cubrir diferentes áreas: Binter Cantábrico, para el norte peninsular, Binter Mediterráneo, centrada en Baleares, Cataluña, Levante y Andalucía y Binter Canarias para unir esas islas.
El proyecto del Cantábrico no pasó de ser un interesante plan de negocio que quedó archivado. El Mediterráneo nació descafeinado, cambió varias veces su aeropuerto principal y no acabó de encontrar su rumbo. Finalmente se centró en el mercado desde la Ciudad Autónoma de Melilla a diferentes aeropuertos de Andalucía y Madrid. La división acabó siendo comprada por Air Nostrum, la regional nacida en 1994 por el interés de la familia Serratosa en entrar en el negocio aeronáutico.
De las tres Binter, la única que cumplió plenamente sus objetivos fue la dedicada a unir Canarias. En su caso, todo empezó hace 34 años con un pequeño turbohélice de 40 plazas: un CASA CN235 construido en Sevilla. La aventura aérea en el archipiélago arrancó en marzo de 1989 y fue creciendo, siempre supervisada desde la sede central de Madrid, hasta que en 2002 un grupo de empresarios locales la compraron convirtiéndola en netamente canaria.
Desde que tiene gestión y propiedad local, la aerolínea ha invertido más de 1.250 millones de euros en renovación de flota y con el tiempo ha creado un sistema de quince empresas para poder disponer en propio de todos los servicios: mantenimiento integral, asistencia a las aeronaves y pasaje en tierra, carga aérea o servicios de Tecnologías de la Información y Comunicaciones.
Dispone de un verdadero puente aéreo entre las dos islas principales volando entre los aeropuertos de Gran Canaria y Tenerife Norte, aunque también tiene vuelos desde Tenerife Sur, Fuerteventura, Lanzarote, La Palma y vuela a los pequeños aeropuertos de El Hierro y La Gomera. Más que una compañía aérea, es una empresa de aviones que cose un territorio de ocho islas a través de ocho aeropuertos. Y si, son ocho islas, no las famosas siete, pues en 2018 la Comisión General de las Comunidades Autónomas del Senado aprobó por unanimidad una moción que reconoce a La Graciosa, al norte de Lanzarote, como la octava isla habitada de Canarias dejando de ser considerada como un islote.
Con 700 habitantes censados, La Graciosa no tiene aeropuerto, aunque Binter también garantiza sus conexiones allí a través de acuerdos comerciales con una pequeña naviera local que garantiza las conexiones con sus vuelos a través del aeropuerto César Manrique de Lanzarote. Eso es coser el territorio.
En diciembre del año pasado, durante una cena en el hotel Salobre, al sur de Gran Canaria, Rodolfo Núñez Ruano, presidente y CEO de Binter, me habló de algunas claves de la evolución de su compañía y me quedé especialmente con una: “No hay nada como decidir el futuro de una empresa desde donde se opera y tener un sistema de compañías que engloben todo lo que se necesita para volar. Así das calidad y fidelizas”. Esa reflexión se convierte en obviedad al ver la evolución de la compañía en los últimos 20 años. Además de incrementar notablemente las frecuencias para hacer que un territorio disperso esté integrado, también ha mirado hacia fuera.
Y ha sido el gestionar la compañía en propio, viendo las potencialidades de las islas y su ubicación, la que ha hecho crecer su red de destinos fuera de su, digamos, ‘zona de confort’: Canarias. En ese archipiélago también hubo diferentes intentos de entrar a competir por parte de otras aerolíneas, aunque no han fructificado. Y es que esta compañía ha conseguido algo que pasa en pocas ocasiones: la marca supera al producto y no son pocos los canarios los que comentan el “voy a coger un Binter” cuando hablan de ir en avión.
Uno de los saltos cualitativos en su historia reciente fue la incorporación de reactores para alcanzar destinos impensables cuando la empresa se fundó: tres líneas directas desde Canarias a Lisboa, Vigo y Palma de Mallorca. Con la tercera une dos archipiélagos. Una demanda importante viene por el peso de la industria hotelera en sus dos extremos, mezclando equilibradamente el pasajero de ocio con el de negocios. Inicialmente la operación con reactores era en régimen alquiler, aunque desde 2019 las líneas largas y las interinsulares de mayor demanda se empezaron a operar con reactores propios del modelo Embraer E195-E2. El plan original con estos era iniciar una expansión por África gracias a la situación privilegiada de Canarias: el territorio europeo más cercano a varios países del oeste continental, aunque el aterrizaje de los cinco E195 coincidió con la crisis sanitaria mundial y lo retrasó.
La pandemia no paró a Binter, pues hasta en los tiempos más duros del Covid-19 siguió uniendo las islas, aunque sí hizo replantear hacia dónde dirigir su crecimiento y se optó por España y Europa. Entre península y baleares actualmente vuela a 15 destinos, además de tres en Italia, dos en Francia y tres más en Azores y Madeira, donde también se encarga de unir sus islas.
Los destinos africanos retomados o iniciados son actualmente nueve, repartidos entre Marruecos, Senegal, Mauritania, el Sáhara Occidental y Cabo Verde. Lo que desde la península parece lejano, desde Canarias es un breve salto en Embraer o ATR, los dos modelos de avión con los que cuenta: 24 turbohélices francoitalianos ATR72 y cinco reactores brasileños Embraer 195, con los que cada día realiza una media de 220 vuelos. Serán más en 2024, puesto que la flota de jets se ampliará hasta una decena con los cinco nuevos comprados a Embraer. El acuerdo entre Binter y la constructora brasileña se cerró por 389 millones de dólares.
En un sector donde la lowcostización se va expandiendo, la existencia de Binter es símbolo de que no todo ha de ser así. La compañía demuestra que se puede ofrecer una muy buena experiencia a bordo tanto para un mercado cotidiano como el interinsular como para el que une las islas con otros territorios en Europa y África: algo devuelve al pasajero la ilusión por volar y hay que reconocerlo. Buen trabajo.