Opinión Eugenio Mallol

El fenómeno Multiverse: el software acelera en patentes

“Procedimiento y sistema para suministrar computación cuántica as a service a una aplicación de hoja de cálculo”. Es el nombre de una de las patentes que tiene registradas la española Multiverse Computing en la European Patent Office (EPO). ¿A quién le puede interesar y lo está incorporando ya, de hecho, como una pestaña nueva en el Excel de muchos de sus profesionales? A la banca, sí. Un algoritmo de inspiración cuántica podría ordenar en un instante la cartera de un responsable de riesgos. Multiverse acaba de dar la campanada al auparse al Top10 de empresas españolas por solicitudes de patente europea, con 16 en 2022.

En realidad, la cosa viene de lejos, esta startup de 10 millones de euros de facturación suma ya 60 patentes, la mitad de ellas las ha registrado en Estados Unidos y la otra mitad en Europa. Sólo hay dos despachos especializados en el mundo, por cierto, en la protección de innovaciones cuánticas, uno en Norteamérica y el otro en Reino Unido, el sector legal tiene que aprender mucho de tecnología para competir en este nuevo escenario.

Multiverse superó el año pasado en patentes a una de las dos empresas del Ibex que aún resiste en ese Top10 nacional, Telefónica, descabalgada ya sorprendentemente Repsol (¿ni siquiera ya 12 patentes al año?). Amadeus mantiene el honor del grupo de grandes cotizadas con 39. Pero el fenómeno Multiverse resulta interesante por otros motivos.

Esta empresa es la mayor de Europa y la tercera del mundo en su sector, cosa que nos devuelve la esperanza de hablar con voz propia en las tecnologías cuánticas, vista nuestra ausencia de la carrera de los materiales y el hardware. Consuela saber también que IBM está asegurando que su ordenador cuántico de San Sebastián podría alcanzar los 4.000 qbits antes de 2030. Pero sobre todo el ascenso de Amadeus y Multiverse pone de manifiesto el impresionante balanceo de la innovación hacia el software de los últimos años.

La tendencia resulta muy visible en el sector que está viviendo más intensamente la confluencia del mundo físico y el digital: la automoción. Si en 2010 aproximadamente el 26% de las innovaciones en los grandes fabricantes (OEM) estaban centradas en las áreas de conectividad, ADAS (sistemas avanzados de ayuda a la conducción) e interfaces digitales, una década después el porcentaje es significativamente superior, del 55%.

Patentar software no es sencillo. En los grandes despachos especializados la rama legal suele decantarse por proteger el código por la vía de la propiedad intelectual, como una obra literaria, mientras que la rama técnica suele preferir la vía de la propiedad industrial. Uno de los recursos a los que suelen acudir las empresas es al registro de los algoritmos bajo la fórmula de lo que se conoce como verosimilitud de hardware. Es un asunto, en fin, que la regulación debería resolver con urgencia de una vez por todas.

Está especializada, además, Multiverse, en algoritmos cuánticos. Antes de que los físicos den un respingo y levanten la mano para advertir de los problemas de escalado que todavía plantean los ordenadores cuánticos, un matiz: fundamentalmente trabajan en algoritmos ‘de inspiración cuántica’, que aún pueden correr por ordenadores convencionales, al menos todo lo convencionales que pueden ser los sistemas HPC (high perfomance computing) o superordenadores.

Las grandes corporaciones han puesto el foco desde hace tiempo en todo lo que rodea a estos algoritmos de inspiración cuántica, porque ya son capaces de resolver algunos de los problemas denominados NP, imposibles para la computación lineal que hemos conocido hasta ahora. Y porque se perfilan como la siguiente fase evolutiva de todos sus desarrollos en inteligencia artificial, eso sí son palabras mayores. La principal carrera se ha desatado en el sector financiero, donde todos los grandes bancos sistémicos tienen equipos asignados. BBVA, Caixabank, Bank of Canada, Crédit Agricole, Repsol, Acciona, Iberdrola, Renault, Mercedes, Volkswagen, ESA e Hispasat, son algunos de los clientes de Multiverse.

La ausencia de los grandes del Ibex del Top10 de empresas en solicitud de patentes europeas no es un fenómeno nuevo, pero no deja de resultar chocante. En especial teniendo en cuenta los enormes esfuerzos en innovación que se están haciendo en el campo energético. Miremos solo al hidrógeno.

Antes de verano se conocerá la ubicación del futuro proyecto Sunna de Iberdrola. Una electrolizadora de un gigavatio para producir hidrógeno, alimentada por una megainstalación de placas solares en 14 millones de metros cuadrados, que servirá para abastecer a una planta de producción de acero con una capacidad de 2,1 millones de toneladas al año.

También CAF trabaja en un tren propulsado por hidrógeno entre Zaragoza y Canfranc. Es curioso porque en el sector ferroviario, el problema son los túneles: qué pasa si en uno de cuatro kilómetros hay un escape y se genera una acumulación de hidrógeno. No es explosivo, pero puede generar una combustión. Y Enagás ha planteado red de distribución de hidrógeno en España, con sus líneas troncales incluidas, y planea un “mundo happy”, como decía recientemente un experto, en el que producimos el 10% del hidrógeno de Europa lo llevamos a Alemania.

Qué diferente forma de concebir la innovación la de los líderes del software del futuro y la de las compañías que quieren dominar el nuevo sector energético. Unas aparecen en cabeza en patentes, las otras dejan esa propiedad industrial en manos de terceros y se centran en la ingeniería. Pero ¿qué valoran más los inversores?