Uno de los mayores filósofos de nuestra generación, Omar Montes, tiene una expresión que me hace bastante gracia, por no decir que llevo un tiempo robándola sin citarlo. A aquellas personas magnéticas, que tienen magia, duende o miles de palabras similares, los define como “Seres de luz”. Gente que parece que camina con un foco, que sin necesidad de ser estridente brilla. En resumen, individuos que es imposible ignorar. Convendrá el poeta y pensador de Pan Bendito en que Ricardo Darín es uno de los integrantes de ese luminoso club.
El actor argentino tiene esa capacidad que sólo (por supuesto, con tilde) tienen los mejores intérpretes: aparece en pantalla y siempre me lo creo. Da igual que haga de fiscal, de asesino en serie, de panadero o de policía. Siempre me lo voy a creer. Pero es que va mucho más allá. Ya no se trata únicamente de ser creíble, es que Ricardo Darín logra conectarme de una manera especial; es verlo y de golpe estar emocionándome con su personaje. Me ha sucedido en todas sus películas, desde la maravillosa “El secreto de sus ojos” a “Argentina, 1985”, de “Nueve Reinas” a “Truman”. Es lo que tienen los seres de luz, que llevan la bombilla puesta vayan donde vayan.
Hace ya unos años, que el tiempo pasa rapidísimo, vi a Ricardo Darín en el teatro en Madrid representando una obra llamada “Escenas de la vida conyugal”. Recuerdo que teníamos a una señora muy elegante al lado sentada con su marido y que, en medio de la obra, le dijo al oído con ese susurro de los que no saben contar secretos, mucho más alto de lo adecuado para el contexto: “Es que no tiene nada más que aparecer y ya está”. No sé si fueron sus palabras exactas, pero se parecía a algo así. Creo que esa frase resume mejor mi sentir que todas estas líneas.
Los seres de luz pertenecen al terreno de lo innato. Uno no puede plantearse ser un ser de luz dentro de tres meses, como quien prepara el torso en el gimnasio para el verano. Sospecho que los seres de luz nacen, no se hacen. Sin embargo, la disciplina y el trabajo pueden hacerles brillar mucho más y perdurar para siempre. Conozco muchos seres de luz que, a falta de esfuerzo y ganas, se han tornado en gente con algo de duende, pero con muy poca repercusión, con el brillo de una farola averiada. Ricardo Darín es la prueba de que, cuando un ser de luz trabaja y se supera constantemente, no hay quien no sea capaz de verlo.
Feliz lunes y que tengáis una gran semana.