Opinión Andrés Rodríguez

La revista ‘Time’ celebra su centenario y aún tiene planes

Pero… ¿Cuál ha sido la clave? ¿Qué astros se juntaron para que ocurriese? ¿Cómo llegó 'Time' hasta aquí?
José Andrés, el último español en aparecer en la portada de 'Time'.

La revista del siglo, Time Magazine, cumplió cien años el 3 de marzo, entre el cortoplacismo de agoreros que vaticinan el fin del formato y su inmensa leyenda. No es la única dama centenaria en su sector.

Forbes (106) y National Geographic (fundada hace 135 años, sin ánimo de lucro, por la National Geographic Society norteamericana) la acompañan.
Time es uno de los grandes cetros de la influencia a nivel global y lucha por reinventar su negocio como siempre les ocurre a los medios de comunicación que alcanzan esa edad. La diferencia es que Time ha llegado hasta aquí sin perder su influencia y otros no.

Pero… ¿Cuál ha sido la clave? ¿Qué astros se juntaron para que ocurriese? ¿Cómo llegó Time hasta aquí? La revista nace en 1923 como un resumen semanal de las mejores noticias. La idea es tan simple. Entonces no llevaba aún su marco rojo característico, que copio de National Geographic que había nacido ya con el suyo amarillo.

A Time se le ocurrió que merecía la pena hacer un resumen de las mejores noticias publicadas por otros diarios de referencia. Pensó que habría un lector interesado en una lectura más reposada. Y acertó. Durante años Time depuró la idea hasta tal punto que sus textos fueron mejores cuanto más cortos eran, y sus editores presumieron de condensar en textos breves no la noticia, sino el análisis que a los diarios les faltaba.

No comprendo cómo los editores de diarios no se dan cuentan que la solución a la caída de la prensa diaria impresa es exactamente aquello que inventó Time: el análisis. Pero impreso, la lectura digital no fomenta la comprensión reposada. Los diarios de papel sobrevivirán en la medida que se arrevisten y analicen. Las últimas noticias, casi en forma de teletipos digitales, ya son monopolio del teléfono inteligente que todos llevamos encima.


Henry Luce, a cuya biografía –The Publisher: Henry Luce and His American Century de Alan Brinkley– debe acercarse obligatoriamente cualquier editor o aspirante al oficio, fue el inventor de Time. Recién graduado en la Universidad de Yale pensó en hacerse editor junto a su amigo Briton Hadden tras haber hecho sus pinitos en el Yale Daily News. Y no solo eso. Con el boom del reporterismo fotográfico durante la Segunda Guerra Mundial se inventó LIFE, la revista de la que bebieron tantas otras, Paris Match, nuestro Hola, Sábado Gráfico y también la prensa del corazón.

‘The Publisher: Henry Luce and His American Century’, de Alan Brinkley.

Y no contento con eso y para competir con Forbes, fundó Fortune que aún se edita. Solo LIFE de los tres iconos creados por Luce dejó de publicarse pero se mantiene como marca, con su archivo fotográfico disponible y su logo en camisetas y gorras. Hace poco me compré una gorra con el logo de LIFE en Zara, lucirla te hace pensar en Robert Capa.

Time, que estuvo a punto de llamarse ‘Facts’ (Hechos) al principio, es también parte de la historia de Nueva York. Su viejo edificio, en la Sexta Avenida, entre las calles 50 y 51, lo conoce toda la ciudad. Trabajar en su redacción suponía para un periodista un privilegio mayor a algunos títulos nobiliarios.


Time por su parte dejó “hijos” por todo el mundo. En España muchos aprendimos la democracia con el Cambio 16 de Juan Tomás de Salas, y otros, como Antonio Asensio padre, se hicieron muy ricos con el éxito de Tiempo o Interviú, eternas deudoras de la revista madre. El estilo Time inspiró a muchos periodistas. Aún recuerdo al norteamericano Bill Lyon enseñandonos a los pietiernos redactores de la resurrección del diario El Sol de Germán Sánchez Ruipérez el estilo Time. A algunos nos valieron las clases y mantengo con Lyon amistad, pero el diario cerró a los dos años dilapidando el dinero de su editor.


Time siempre tuvo muy poca paginación. Sus apenas 80 páginas, en ocasiones 98, obligaban al editor a condensar los textos. Tampoco tuvo mucha publicidad, porque su modelo de negocio fue la venta, con un precio facial muy barato y una portada impactante. Warner, la compañía cinematográfica y más tarde musical, la incorporó a su portafolio y a partir de ahí desarrolló Warner Media con People como gran locomotora, que también tenía periodicidad semanal.

Hace seis años Warner se desprendió de todo Time Inc (Time, Fortune, People y Sports Illustrated) y vendió el semanario a Meredith Corporation (editores de Better Homes & Gardens), con financiación de los hermanos Charles y David Koch (dueños entre otros de la marca Lycra) por la friolera de 2.800 millones de dólares. Un año después, el empresario de Silicon Valley, Marc Benioff (58 años) dueño de Salesforce, y su esposa compraron la revista por 190 millones.

Recuerden que Jeff Bezos había comprado The Washington Post por 300. Cuando se hizo con los mandos, Benioff, que ha cumplido su promesa de no entrometerse en la línea editorial del semanario, publicó en Twitter: “El poder de TIME ha sido siempre».


Y ahí se abrió la veda de la moda de adquisiciones de media por parte de los grandes empresarios tecnológicos, conscientes de que su poder en las redes y en el software, no les otorgaba la influencia de los medios tradicionales. Laurene Powell, viuda de Steve Jobs, anunció al poco tiempo la adquisición de la mayoría de The Atlantic, mientras que el millonario cirujano y farmacéutico americano y sudafricano Patrick Shoon-Shiong se compró Los Ángeles Times al poco tiempo.

Time ha fichado hace poco en el equipo de Forbes a su directora comercial, mi amiga, Jessica Sibley, que ya como CEO está ordenando un negocio que aumenta su influencia y necesita reinventar los ingresos.


Imposible resumir en un artículo la intrínseca relación entre las portadas de Time y la cultura popular. El viaje por su anecdotario merece la compra del libro Time The Illustrated History of the World´s Most Influential Magazine de Norberto Angeletti y Alberto Oliva editado por Rizzoli. 430 pag.

Podríamos comenzar recordando que todos los premios del mundo dedicado al hombre o la mujer del año los inventó Time, una semana en la que no tenían a quién poner en la portada y a alguien se le ocurrió cambiar de pedalada: ¿por qué no dejamos de pensar quién se merece la portada esta semana y pensamos quién se la merece este año?

Así nació primero el Man of The Year, que ganó el aviador Charles Lindbergh y luego el Person of The Year desde 1999. Todos hemos copiado alguna vez a Time con este formato, pero muchas de las copias son malas falsificaciones.
Nixon ha sido la persona que más ha ganado el galardón. La primera mujer fue Wallis Simpson, antes que la Reina de Inglaterra.

Entre los españoles que han ocupado su portada, Franco, Alfonso de Borbón (3 veces), Juan Carlos de Borbón en una ocasión y también su padre, Don Juan, Felipe González y el último ha sido José Andrés. A pesar de las vicisitudes del negocio, aparecer en la portada de Time se identifica con haber triunfado en el mercado americano, y por extensión, en todos sus países satélites.

En sus mejores años llegó a publicar hasta nueve ediciones internacionales y si uno, en un mismo viaje, cruzaba el charco podía encontrarse contenidos similares pero con portadas distintas. Luce murió en 1967, aún en la era dorada de las revistas, LIFE editaba 15 millones de ejemplares, Time tres millones y Sports Illustrated popularizaba su especial bañadores con modelos sexys pero lejos, muy lejos de la propuesta de Playboy.

Time abraza hoy la periodicidad quincenal -que no tiene por qué desmerecer de la semanal- pero ha entrado con firmeza en el negocio de los bookazines, mitad libro, mitad revista, para recordar a los grandes iconos de nuestro siglo. Tiene una tirada impresa superior al millón de ejemplares y su audiencia digital supera los 100 millones de personas. Yo acabo de suscribirme a su edición de papel.

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