Opinión Kerman Romeo

La pasión

Hay pocas cosas que logren abatirme más que los desapasionados.

Dame gente que defienda que el Nesquik da mil vueltas al Coca-Cao. Dame gente que, por el contrario, sostenga que los grumos del Coca-Cao son imbatibles. Dame gente que te diga que Blur superó a Oasis. Dame gente que piense que los Gallagher no tenían parangón. Dame forofos del Real Madrid, del Barça, del Osasuna, del Elche, del Athletic, hasta de la Real Sociedad. Dame filias y fobias, dame gente de Almodóvar y gente de Amenábar, gente que ame y gente que odie Canalcar. Dame críticos acérrimos del boxer y detractores del gayumbo slip. Dame lo que sea, pero por favor no me des gente que no sabe apasionarse.

Hay pocas cosas que logren abatirme más que los desapasionados. No quiero caer en el ‘paulocoelhismo’, pero coquetearé con él para afirmar que hay tantas cosas maravillosas a nuestro alrededor que no entiendo que no abracemos alguna de ellas hasta casi estrangularla. Siempre he sospechado de quienes no lo hacen, de los que viven con cara de “sin más”, como si no hubiera nada que les cambiase el ánimo, como si en el corredor de la muerte pidiesen unas gachas como última cena. La pasión no entiende de edades o de clases sociales; vale, puede que haya cosas que no estén al alcance, pero a mí me apasiona algo tan básico y universal como dormir o cepillarme los dientes tras un largo día.

Me gustan tanto los apasionados que en las entrevistas de trabajo trato de detectarlos con ahínco. Son la gente que me hace feliz alrededor, la que te hace ver las cosas de forma distinta, la que te propone debates pasión contra pasión que nunca imaginaste: Bimbo contra Panrico, Mahou Roja o Verde, el Bicho o el Mesías, camisa de manga corta o no. Los apasionados son siempre gente curiosa, abierta a sacar lo mejor de todo lo que se encuentran, felices de que les pongan a mano un nuevo reto que afrontar, con ganas de calentarse y luego abrazarse, de mostrar emociones y no ser robots. ¿Cómo de aburridos seríamos sin pasión?

Suele decirse que la pasión se resiente con el tiempo, que el amor loco por las cosas y por las personas no dura más de tres años. Más allá de que las pasiones son renovables, me niego a aceptar que el envejecimiento nos haga más sobrios, menos viscerales y más desapasionados. La pasión nos mantiene vivos y, aunque quizá ya el debate no sea entre Nesquik y Cola-Cao y pase a ser entre Corega o Algasiv, dame gente que defienda a muerte las virtudes de una protesis dental concreta. El mundo será siempre de los que se apasionan.

Feliz lunes y que tengáis una gran semana.