Opinión Pancho Saula

Sarah Moon

La mujer de 82 años, cuyos ojos azules siguen brillando con la curiosidad de una adolescente.
AU BOLSHOI, 2000. Gelatin Silver Print.
AU BOLSHOI, 2000. Gelatin Silver Print.

Me presento. Me llamo Pancho Saula y, junto a mi esposa, Michelle Ferrara, comparto el amor por la fotografía. De ahí que Alta, nuestro hogar, se haya convertido en galería. En Anyós, Andorra, 1.342 metros por encima del nivel del mar y desde donde escribo estas líneas.

Desde del 14 de enero hasta el 21 de abril tenemos el gran privilegio de exponer
la obra de una de las mujeres más importantes de la historia de la fotografía,
Sarah Moon. Y es que hay un paralelismo entre la galería y el trabajo de la gran artista francesa. Su fotografía es el arte de crear sueños y la galería nuestro hogar soñado.

Por eso, Sarah Moon, a menudo, me dice “tienes baraka! y debe ser verdad.

Escribo este artículo rodeado de su maravillosa obra mientras la leña en la
chimenea ruge fuego y fuera la naturaleza está cubierta de blanco. No hay prácticamente obra de Moon disponible en el mercado; y es un milagro haber reunido 22 de sus más icónicas fotografías, porque pocos días después de la inauguración la mitad de ellas ya tienen nuevos propietarios, de Barcelona, Madrid, París y Tokio. Pero la noticia es que, sorprendentemente, Sarah me dice que ojalá no las venda todas para poder recuperar algunas ya que no hay más.

ADRIANA POUR WATANABE, 2000. Carbon Print.
ADRIANA POUR WATANABE, 2000. Carbon Print.

Las fotos de Sarah Moon son un misterio, son enigmas con simbolismos estéticos
que permiten al espectador perderse en sus sueños, olvidando el paso del tiempo. Son sutiles laberintos incompletos.

“Fotografío la ilusión como un deslumbramiento en una fracción de segundo, la evanescencia y la belleza; luego busco la emoción, una búsqueda más desesperada. Evito fotografiar la realidad. Me interesa la relación con el tiempo de la fotografía, esa alusión constante a la pérdida, a la memoria, a la muerte. Empiezo de la nada, invento una historia que no explico, me imagino una
situación que no existe, borro un espacio para inventar otro, cambio la luz, lo hago irreal. Espero ver lo que no puedo recordar. Deshago lo que armé, invoco a la suerte, pero más que nada, anhelo la emoción mientras disparo”.

Sarah Moon es una de las mujeres más elegantes e interesantes que he conocido.
Con 82 años, sus ojos azules han visto mucho y, sin embargo, siguen brillando con la curiosidad de una adolescente. Tiene una voz dulce y un discurso sólido. Es
hiperactiva y no tiene tiempo que perder. Sigue enamorada de su trabajo. Su pasión es contagiosa. Su energía inagotable. La conexión es total y hablamos
durante horas de fotografía y de la vida.

Actualmente está concentrada en poner en marcha la fundación que llevará su
nombre y cuya sede se encontrará en la maravillosa casa de París en la que vive y
que compartió con su marido, el gran editor Robert Delpire. Es una mujer reservada, entrar en su mundo es un privilegio reservado a los íntimos y a las personas con baraka.

LA CAMÉLIA, 2001.
Carbon Print.
LA CAMÉLIA, 2001. Carbon Print.

El gran fotógrafo Duane Michals da en el clavo cuando dice que “lo fantasmal y
etéreo de la fotografía de Moon es en sí mismo un análisis sobre su opinión sobre
temas como lo femenino, el motivo fotográfico y la expresión de la identidad a través de la imagen. Más allá de eso, hay una noción persistente sobre la necesidad de Moon de reconstruir la fotografía que muestra a la mujer, sin
añadir el ingrediente erótico” y añade más: “Creo que le doy a las mujeres un tono diferente porque el diálogo no se basa en la seducción, sino en la complicidad. Estamos en el mismo barco, remando juntas.”

“La modelo solo tiene un lugar. Estoy buscando el mío, no puedo encontrarlo; quiero estar en otro lugar, pero sigo… Me aferro a las formas; la curva del cuello, los pliegues del vestido, el gesto de la mano, el movimiento de las caderas. La modelo se mueve lentamente, sugiere, trata de entender lo que no puedo explicar, trata de interpretar un rol que no consigo seguir. Me escucho a mí misma decir: «No… no, no hagas nada»… Así que de nuevo espera, me mira fijamente, ve mi pánico, siento que la estoy decepcionando. Me siento culpable; presiono el botón, digo que es genial. Finjo una, dos, treinta y seis veces… Espero y empiezo de nuevo. El tiempo pasa, la luz cae, pierdo la confianza. Ya no quiero ser fotógrafo, pero sigo… Entonces, de repente, pero no siempre, algo cambia, no puedo decir por qué, ¿tal vez estoy en el lugar correcto en el momento adecuado, o tal vez creo en ello?”, continúa.

Moon describe así su proceso creativo y en breve tendremos la suerte de verlo en
directo. La segunda vez que visité a Sarah fui con Michelle. De repente los ojos de
Sarah se iluminaron y con su dulce voz le dijo a mi esposa, te conozco. Fuiste una
gran modelo y no tuve la oportunidad de trabajar contigo. Cuando venga a Alta a
ver la exposición traeré mi cámara y te haré un retrato.

Vengan a ver la exposición. No se arrepentirán. Brindaremos con champagne
Barons de Rothschild por la Fotografía. Como dice Sarah Moon, soy un hombre con baraka.