Opinión Kerman Romeo

Un email que nunca olvidaré

Entré a trabajar en Coca-Cola de una forma muy poco ortodoxa.

En apenas un par de meses, voy a cumplir una década trabajando en marketing. Nunca fui imberbe de forma literal, pero sí figuradamente. De hecho, lo era mucho aquel arranque de 2013 en el que terminaba un máster y me lanzaba a buscar unas prácticas con las que comenzar una etapa profesional. Por si no lo recordáis, estábamos en 2013, inmersos en plena crisis económica y con unas tasas de desempleo juvenil que hoy deberían seguir avergonzándonos.

Se acercaba el final de los estudios y, de cara a encontrar unas prácticas, los alumnos nos sentábamos con Ramón Aragón, responsable de asesorarnos en ESCP Europe por aquel entonces, para ver qué debíamos hacer. Recuerdo algo que me dijo que terminó por ser un estupendo consejo: “Kerman, lo mejor que puedes hacer es destacar encontrando una vía con la que evitar ser un CV más”. Si no dijo eso, enunció algo parecido. Y añadió algo así como: “¿Por qué no haces un listado de las cinco compañías en las que más te gustaría hacer tus prácticas e intentas algo distinto?”.

Aplicado, anoté las que eran las marcas que más me atraían. Por aquel entonces no sabía que era más divertido estar en sitios en los que se puede hacer que en grandes firmas globales; sea como sea, la lista quedó confeccionada como algo así: Coca-Cola, Red Bull, Nike, Loreal y Mahou. Telita.

El 20 de marzo de 2013, terminadas las clases, me puse manos a la obra y arranqué con Coca-Cola, que encabezaba la lista. Mi plan maestro era encontrar el email de Marcos de Quinto, CEO de Coca-Cola aquellos años, y escribirle directamente. Buscando en LinkedIn, logré descifrar el patrón mediante el cual se componían los emails en la compañía y me aventuré a escribir a una cuenta que tenía altas posibilidades de ser la suya. A las 20:41, desde una buhardilla de San Vicente Ferrer, enviaba el siguiente email del que adjunto pantallazos.

Leer este mensaje me hace moverme entre la vergüenza y la ternura. Repaso las líneas y siento que escribo por encima de mis posibilidades, que trato de engrandecer logros muy pequeñitos y que, por qué negarlo, hay cosas muy cursis, como ese “uno siempre se plantea cumplir sus sueños” o el sonrojante “quiero poder sumarme a vuestra felicidad”. Sin embargo, también estoy orgulloso por haberlo intentado, por dejar de lado las excusas y llamar a la puerta.

Imagino que el 99,9% de estos mensajes ha terminado en una papelera virtual. No éste. Pese a lo bisoño del email, a las 8:58 del día siguiente sonaba la campana y en mi email, juro que tuve que mirarlo varias veces para creérmelo, entraba un mensaje de respuesta por parte de Marcos de Quinto. Decía: “Gracias por tu mensaje. Las cosas no están fáciles para los jóvenes que tratan de abrirse paso. Paciencia y perseverancia. Copio a mi departamento de RE.HH. Saludos”.

No podía ser real. Apenas doce horas después, mi email tenía respuesta. El mismísimo CEO de Coca-Cola me había contestado, poniendo en copia a Recursos Humanos. Repliqué insistiendo en mi cursilería (¿Por qué demonios repito el “me encantaría sumarme a vuestra felicidad”? ¿Por qué me parecía genial?). Lo muestro en el siguiente pantallazo.

Después de todo esto, entré en un proceso de selección. Imagino que el hecho de que mi CV llegase del jefe ayudó, pero hice las pruebas como todos y en abril empezaba unas prácticas en Burn Energy Drink, bebida energética del grupo Coca-Cola, donde aprendí un montón.

Una década después, sonrío al pensar en aquellos días. Han pasado muchas cosas desde entonces, pero estoy convencido de que enviar ese email ha sido una de las decisiones que más me han marcado profesionalmente en todo este tiempo. No quiero caer en el discurso del ‘si quieres, puedes’, pero la realidad es que, si no lo intentas, por muy poco convencional que sea la forma, casi nunca lo conseguirás. Y, quizá lo más importante de todo, que para mí es lo que más destila el email cuando le quitas las capas de inmadurez: si muestras pasión, todo es mucho más sencillo.

Gracias a todos los que hicieron posible una aventura así. Una anécdota como ésta no la olvidaré ni en una década más.

Feliz lunes y que tengáis una gran semana.

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