Opinión Kerman Romeo

Bastante bien

Durante años he odiado el poder diminutivo de la palabra bastante.

Siento si esperabas hallar aquí el enésimo texto sobre Shakira y Piqué, pero hoy en este status no se va a desgranar cómo hasta la marca Chuches González S.A. ha tratado de hacer lo erróneamente llamado real time, sino que se va a hablar de algo tan emocionante como mi relación con la palabra “bastante”, que lo único que tiene en común con la de la colombiana y el catalán es que es una historia de amor-odio. Realmente, es al revés, una historia de odio-amor.

Durante un tiempo, he tenido algo de manía a la palabra “bastante”. Seguramente, debido a mi hermano Álvaro, que es una de las personas a las que más difícil es hacerle un regalo. Más que hacerle un regalo, diría que lo complicado es que le guste. Infinidad de navidades o cumpleaños le hemos regalado de todo, pero casi nunca hemos dado en el clavo. Principalmente, el regalo ha sido casi siempre alguna prenda. Como Álvaro es un tipo muy educado, nunca nos ha lanzado a bocajarro un “no me gusta”, algo que sería más propio de la personalidad rebelde de un hermano mediano como yo; él es más cortés, aunque a la larga su forma de decirnos que le horroriza haya generado en la familia una fobia por una palabra aparentemente inofensiva. Y es que, ante la pregunta “¿Te gusta?”, él siempre ha contestado algo así como “¡Heyyy, está bastante bien”. Minutos después, ya estamos hablando del ticket regalo o, si se lo queda, es en una parte muy profunda del armario, porque nunca se lo hemos visto puesto.

Han sido muchos los años en los que esta palabra me ha generado urticaria. Siempre me ha parecido una especie de “Sí, pero no”, un quiero y no puedo, una medianía. Sé que sólo está en mi cabeza, pero cuando pregunto a la gente si algo en lo que he participado o algo que he hecho le gusta y me contesta algo como “Sí, está bastante bien”, me convierto en un flan, me entran todas las dudas del mundo. ¿Cómo que bastante? ¿Es que no es perfecto? ¿Qué mejorarías? ¿Por qué me haces pensar que es como quedar décimo en La Liga, en tierra de nadie? ¿Cómo que bastante y no muy? ¡Álvaro, qué hiciste! Como veis, he sufrido mucho con esta maldita palabra.

Hasta hoy. Recientemente, he descubierto que lo “bastante bueno” es terriblemente deseable y, en muchas ocasiones, lo mejor que se puede lograr. Especialmente, cuando gestionas un equipo o trabajas entre varias personas. Antaño, mi obsesión era que hasta el más mínimo Power Point fuera una genialidad, algo que me hacía perder la perspectiva completamente. A medida que he ido gestionando equipos y trabajando con gente muy distinta, me he dado cuenta de que, salvo en contadas ocasiones (que existen), la perfección es algo bastante subjetivo y que lo que está “bastante bien” es más que suficiente. ¿Yo lo habría hecho así? Seguramente, no, pero no se puede imponer tu estilo propio como única manera de hacer fenomenal las cosas.

Hay veces que es bueno no tratar de ir más allá del “bastante bien” para tratar de lograr un “estupendo” bajo un criterio personal. O sólo debes hacerlo cuando estés convencido de que lo que propones es excelso en algo determinante. Si no, a menudo podrás llegar a una excelencia según tu criterio en una nimiedad, pero habrás llegado solo, dado que no habrás podido explicar por qué has corregido lo que ya estaba “bastante bien”, quizá “excelente” para quien lo presentó.

Puede que lo que mi hermano haya intentado explicarnos desde que éramos pequeños no fuera una crítica velada al regalo, aunque realmente estoy bastante convencido de que sí.

Feliz lunes y que tengáis una gran semana.