Prácticamente todas las marcas de moda de mayor relevancia anuncian públicamente la sostenibilidad como una de sus principales metas. Pero, ¿qué significa sostenibilidad?
A lo que esas marcas recurren como prueba de sostenibilidad son declaraciones de intenciones en sus páginas web, conocidas como ESG (objetivos medioambientales, sociales y de gobierno) –una terminología propuesta por la ONU–. Decir esegé, o decir odeese (ODS, objetivos de desarrollo sostenible), es garantía de conocer de lo que se habla.
Al hacer una inmersión en las profundidades de la sostenibilidad, nos encontramos con un laberinto de acrónimos que, para quien nos los conozca, resultan tan indescifrables como un jeroglífico que probablemente sólo una IA (inteligencia artificial) sea capaz de procesar –más aún, si son traducidos a los diferentes idiomas–. Es un buen ejemplo de cómo se entorpece la comunicación de algo que, dada su trascendencia, debería ser fácil de entender.
En los tres artículos anteriores he hablado de B Corp (un sello que garantiza la implantación de ESG), del acuerdo firmado por 64 marcas, diseñadores y grandes almacenes para encontrar alternativas a las prácticas comerciales agresivas que priman a las empresas de fast fashion conocido como Forum Letter (que ha sido vetado por las autoridades comunitarias), y de la volatilidad de los compromisos adoptados en las sucesivas COP (Conference of the parties, convocadas por la ONU).
Siguiendo el mismo hilo, hay que mencionar también una iniciativa muy peculiar, la SMI (Sustainable Markets Initiative, creada en el Foro Económico Mundial de Davos en 2020). Es peculiar porque ha estado promovida por Carlos de Inglaterra, quien ha marcado con un sello de interés por la preservación de los medioambientes y las tradiciones a las iniciativas que puso en marcha cuando era Príncipe de Gales.
El propósito de la SMI es “hacer una transición de las grandes empresas hacia una bioeconomía circular inclusiva y positiva para la naturaleza y el clima”. Su misión, “construir una acción global coordinada que permita que el sector privado acelere la transición hacia la sostenibilidad”. Para ello, constituye la CBA (Circular Bioeconomy Alliance, o alianza por la economía circular), y el sello Terra Carta (que convierte a sus elegidos en “caballeros corporativos»). Una terminología de caballeros, sellos, alianzas, con un claro tinte aristocrático e incluso novelesco, que se completa con la creación de varias Task Force (como fuerzas de choque) para cada área de la industria.
La Fashion Task Force redactó un Manifiesto en 2020 sobre la moda regenerativa que vincula a sus miembros, entre los que se encuentran firmas como Giorgio Armani, Brunello Cuccinelli, Stella McCartney, Chloé, Burberry o Mulberry, y puntos de venta físicos como Selfridges, y online (Zalando, o YOOX, cuyo CEO, Federico Marchetti, preside la Task Force).
En el manifiesto describe a la industria como “lineal, extractiva y basada en cadenas de valor alimentadas por recursos fósiles que tienen consecuencias negativas en términos de de cambio climático y pérdida de biodiversidad”, y señala que “hay una oportunidad de reescribir el siguiente capítulo de modo que la sostenibilidad se sitúe en su corazón”. Apuesta por una moda regenerativa, que “encara holísticamente la crisis del clima y la biodiversidad, y genera una prosperidad inclusiva e igualitaria en sus cadenas de valor”.
Es de destacar que se compromete a apoyar “las comunidades locales e indígenas responsables de crear paisajes regenerativos”, explicando que “restaurar la armonía entre la humanidad, la naturaleza y el entorno es el centro de la moda regenerativa pues su objetivo es reconciliar ciencia, innovación y tradiciones locales en la búsqueda de sabiduría, belleza y espiritualidad”.
En concreto, menciona la creación de un sistema de identificación digital del nivel de sostenibilidad de las prendas, así como de los protocolos que lo certifiquen.
Sin embargo, el primer proyecto que se ha puesto en marcha es el Himalayan Regenerative Fashion Living Lab, un plan de inversión para restaurar paisajes degradados y recuperar técnicas artesanales textiles para levantar la economía local de cashmere, seda y algodón y atender los retos globales planteados por el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Se puso en marcha en mayo de 2022, comenzando por un programa de reforestación, y hasta la fecha no ha habido más informaciones sobre su desarrollo (si bien fue presentado en la COP 27 por el CEO de Brunello Cucinelli, quien lidera el proyecto junto a Marchetti).