Estaban los tres sentados en un centro comercial que está cerca de mi casa y al que ahora voy más que nunca (los que sois padres o madres recientes lo entendéis). Habían colocado tres tronos en la planta central y un espacio acotado en el que se arremolinaban niños y padres. Había tanta cola por verlos, que llegaba hasta las puertas del lugar. Lo sé por experiencia propia, que nosotros también nos jamamos la espera. Todo fuera por ver a los Reyes Magos, que habían venido desde lejos y que aceptaban de buen grado que niños con tos y múltiples virus se sentasen en sus piernas.
Melchor, con su larga barba blanca y su pinta de winner, era el más solicitado; no en vano, fue el que trajo oro y, quieras que no, el oro es oro. Baltasar también tenía su público. Como para no, siendo el rey mago más carismático, tanto que hasta trajo mirra y nadie preguntó qué demonios era eso. Sobre sus piernas también se posaron y fotografiaron decenas de niños. En una esquina estaba Gaspar, solo, alicaído, incluso algo cheposo por el aburrimiento. Todo texto tiene una parte de exageración para conectar más, pero juro que no miento cuando digo que en diez minutos no recibió la visita de ningún pequeño y que, cuando tuvo una, el niño no paró de llorar diciendo que se quería ir.
Es más difícil conocer a gente cuyo rey mago sea Gaspar que hallar adeptos de la fruta escarchada. Gaspar es algo así como el batería de Oasis, el actor secundario de una película mala de Antena 3. ¿Por qué? Pienso que porque se queda a medio camino en todo. En primer lugar, es el segundo, y todos sabemos que la introducción y el desenlace son más memorables que el nudo; en segundo lugar, ser medio pelo pajizo, medio pelirrojo, no le ha ayudado demasiado por distintas fobias raras que tiene la gente; por último, de todos los regalos, no trajo ni el más caro, ni el más exótico. Se quedó a la mitad. Que un poquito de incienso viene bien, pero el oro es el oro y la mirra será algo increíble fijo, con ese nombre que tiene.
Da la sensación de que Gaspar ha tocado fondo, como mi visita al centro comercial corroboró. Sin embargo, creo que el rey mago más desconocido no debería tirar la toalla. Pasando por una buena brocha de marketing, creo que de cara a la Navidad de 2023 podría construirse una buena historia de superación y resurgir para Gaspar, a lo Mickey Rourke. Si me preguntáis, yo acentuaría las cosas que lo hacen especial. Si partiésemos de su pelazo, podríamos construir un imaginario de este rey mago a lo Thor, pero en versión guaperas de Oriente; si nos centrásemos en su regalo, podríamos darle un toque cannábico que, oye, molaría; si comenzásemos desde su personalidad, tendría gancho ahondar en cómo se ha sentido a la sombra de dos gigantes, al estilo de Harry vs William.
Tradicionalmente, he sentido siempre pasión por los que viven eclipsados por grandes líderes. David Ferrer, Benzema en su momento, Kieran Culkin, el propio Harry… Y empiezo a pensar que también por Gaspar. Quién sabe si detrás del rey mago más desconocido hay en realidad una gran estrella.
Feliz lunes y que tengáis una gran semana.