Que otros usen tu cerebro. En concreto, la empresa para la que trabajas. Es la propuesta de la startup israelí InnerEye. Aplica los avances en neurociencia y en digitalización a una tecnología centenaria, la electroencefalografía, que está empezando a salir de los laboratorios y amaga con convertirse en mainstream gracias a los electrodos secos, que no necesitan gel conductor. Basta una decena de ellos para captar las señales deseadas en el cerebro.
Con la solución de InnerEye se le puede pedir a un trabajador, por ejemplo, que simplemente vea pasar imágenes provenientes del escáner de maletas de un aeropuerto a un ritmo de tres objetos por segundo. Su cerebro detecta en apenas 300 milisegundos, sin que sea necesario que el sujeto active su conciencia, una posible amenaza. Los electrodos lo perciben y el sistema de inteligencia artificial hace el resto.
Intel Labs, que quiere situarse a la vanguardia de la computación neuromórfica con su chip Loihi 2 y su software de código abierto Lava, lo viene advirtiendo desde hace tiempo: todas las tareas que involucran solo un segundo de pensamiento pueden ser reemplazadas por análisis predictivos.
En Europa, la Plataforma Industrial Europea de Neurociencia (ENIP) se creó a finales de los años noventa y el Human Brain Project (HBP), puesto en marcha en 2013, se ha convertido, con más de 500 científicos de 131 instituciones europeas asociadas de 19 Estados miembros, en uno de los proyectos más grandes jamás financiados por la Unión Europea.
Pero hubo que esperar a finales de 2019 para que se articulara EBRAINS, un mecanismo de transferencia de tecnología dirigido a ese mundo, que avanza acelerado más allá de los centros de investigación. El organismo trabaja ya en un roadmap científico con la vista puesta en 2030. Hasta ahora nos hemos tomado con bastante calma el tema de extraer aplicaciones a la neurociencia, pero eso está cambiando.
Viktor Jirsa es el director científico de EBRAINS. Su equipo ha desarrollado The Virtual Brain, porque tiene la visión clara de que el futuro pasa por construir gemelos digitales de los cerebros individuales, es decir, modelos de cerebros virtuales que se informan y actualizan continuamente con datos del mundo real. “Podemos alimentar datos funcionales y estructurales específicos del paciente, pero potencialmente también datos ambientales”, decía en una entrevista.
Hay una tendencia evidente a la hibridación del ámbito digital y el biológico con el cerebro como referente. Representa, sin duda, uno de los grandes desafíos actuales en el mundo de la computación. El Final Report de la National Security Commission on Artificial Intelligence de Estados Unidos, presidida por el exCEO de Google Eric Schmidt, debería ser de obligada lectura para tomar conciencia del poder que puede adquirir la neurociencia aplicada a la inteligencia artificial, especialmente las redes neuronales y el aprendizaje profundo.
Asegura que la batalla por la supremacía en este campo no se puede comparar siquiera a la carrera espacial, es algo mucho mayor, equiparable a lo que supuso el dominio de la electricidad. El documento cita en varias ocasiones a Thomas Edison y su conocida frase: “Es el campo de todos los campos… contiene los secretos que reorganizarán la vida del mundo”.
En paralelo, los gemelos digitales en los que se inspira Jirsa empiezan a superar el ‘valle de la muerte’ tecnológico, tras el hype de mediados de la pasada década. Aún les queda mucho, porque su nutriente fundamental, los datos, no se capta, organiza y analiza tan fácilmente. Pero el principal síntoma de cambio de tendencia es que la tecnología de los gemelos digitales se democratiza y llegan a las startups.
El CTO global de Siemens, Peter Koerte, exponía en Lisboa el ejemplo de Nemo’s Garden, que ha sido capaz de crear granjas submarinas para cultivar vegetales gracias a los trabajos previos de simulación. Las plantas se encuentran sumergidas bajo el agua, respiran el aire dentro de una cúpula y beben el agua evaporada que se condensa dentro de ella. La monitorización de elementos como la temperatura del océano o los niveles de CO2 permite tomar decisiones en tiempo real. Y para recolectar la cosecha, sólo hay que ponerse el equipo de buceo.
Por cierto, uno de los campos emergentes en materia de alimentación es la ‘neurogastronomía’. La llegada del metaverso y el previsible boom de la realidad virtual y aumentada podrían cambiar también nuestra forma de comer. Hasta el punto es así que la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa (DARPA) de EE UU trabaja en «interfaces neuronales» implantables para impulsar los sentidos humanos mediante la transmisión de información audiovisual de alta resolución y, potencialmente, olores y sabores, directamente al cerebro. ¿Pastilla roja o azul?