Hay un ejercicio que practico de vez en cuando. Se trata de localizar en Aliexpress -el Amazon asiático- productos llamativos, sorprendentes y frikis. Confieso que la plataforma ya me los sugiere directamente, lo que no deja de resultar inquietante. Aunque luego no los guardo, ni comento en redes sociales, ese rato de alucinar con el ingenio oriental y su forma de describir aquello que venden libera tensiones y hace olvidar los problemas.
Una amiga, por el contrario, sí mostraba en desternillantes historias de Instagram los objetos más estrambóticos y horteras que se podían adquirir en la más popular plataforma de compra-venta de productos de segunda mano. El resultado era el más espeluznante museo de los horrores de la decoración. Y el caso es que todo se vende, porque siempre hay alguien que, por alguna razón, necesita lo que tú desprecias.
Sin embargo, hace pocas fechas ocurrió algo singular que paso a describir. Caminaba por una conocida gran tienda de electrodomésticos. Buscaba una buena plancha de ropa. A ambos lados del pasillo central, lo normal, aspiradoras, teléfonos, ordenadores, cables y cámaras réflex. Al fondo, esos televisores de LED orgánicos sin marco y una definición que explora los límites de la retina humana. En resumen, objetos de deseo para un amante de la tecnología. Ya en la cola para pagar, plancha en mano, la vista se desvió hacia esos recipientes con productos diversos, a veces de oferta, para coger en el último momento. Allí, bajo el cartel de “No te lo puedes perder” (o algo así) un pack de lo que parecía ser a simple vista unas pelotitas de colores. La cola no avanzaba, así que me detuve a leer lo que pone en el paquete. “Cascos para pollos”. Entonces llegó mi turno. Agarré el paquete.
David Ruipérez: Perdone, esto que pone “cascos para pollos” ¿Qué es?
Cajera (algo incómoda): …pues… lo que pone, un casco para pollos…
DR: Pollos, ¿animales?
Cajera (resignada): Así, es… La verdad es que nosotros tampoco lo comprendemos…No sé por qué vendemos eso…
¿Acaso las tiendas físicas más o menos convencionales se abren a vender productos de dudosa utilidad?
Como si tuviera un imán para el tema, horas más tarde, viendo en el cine con los niños la última entrega de la saga de Tadeo Jones también salió el tema. La divertida momia que vive con el arqueólogo nos muestra la fiebre de las compras on line de objetos que nadie necesita, así como la falta de privacidad de las redes sociales (a ver si los jóvenes espectadores aprenden algo).
El abanico de inventos u objetos llamativos que se pueden adquirir a golpe de click y generar una segura discusión doméstica con la pareja es inabarcable. Citemos algunos vistos en los últimos días, una selección TOP: el body para bebés -o pelele- fabricado con tejido de mopa para limpiar el suelo mientras gatea, una falsa cola de animal que se introduce por el recto, luces LED con música para el interior del inodoro, bálsamo labial con sabor a bacon frito y un dispensador de gel de baño en forma de nariz. ¿Con qué se quedan?