La fascinación por la imaginación artificial es sólo uno de los efectos de la carrera tecnológica desatada por la IA ‘on device’ que tanto produce imágenes como lava mejor la ropa.
Nos fascina pensar en una suerte de imaginación artificial. La empresa OpenAI, fundada en 2015 por Elon Musk y Sam Altman sin ánimo de lucro, abría recientemente las puertas de la versión beta de su DALL-E 2, un sistema de inteligencia artificial capaz de generar imágenes a partir de un texto, al primer millón de personas de su enorme lista de espera. Es irónico que una plataforma gobernada por algoritmos se llame como el más ilustre de nuestros surrealistas, Salvador Dalí, pero es así y se ha convertido en una de las sensaciones del verano.
Al margen de las predecibles e insustanciales anécdotas que viene produciendo la interacción de los usuarios con DALL-E 2, el fenómeno ha llevado a reflexiones profundas sobre el significado del acto de crear. Mike Loukides se pregunta acerca de la ruptura de la conexión entre la generación de ideas y su materialización: “¿Los ordenadores aportarán la técnica y nosotros las ideas? ¿Qué clase de creatividad propicia esa nueva técnica?”
Y lleva el asunto a otros terrenos menos lúdicos, como la programación informática. Proyectos en abierto en GitHub como Copilot, que bebe de GPT-3, el deslumbrante sistema de redacción de textos mediante inteligencia artificial también de OpenAI, son capaces de generar código de forma autónoma y, antes o después, dejarán de necesitar supervisión humana.
El modelo de DALL-E 2 no está exento de contornos borrosos. Ha sido entrenado a partir de 650 millones de pares de imagen y texto extraídos de internet y debería eliminar del resultado final contenidos violentos, sexuales o de odio, aunque lo que esto pueda significar resulte distinto según las culturas o los colectivos. OpenAI es consciente, además, del mal uso que se puede hacer de la herramienta y trabaja en ello.
El recurrente debate sobre los sesgos y la imposición de visiones del mundo mediante IA no acaba aquí, por tanto. Amparados en todos estos argumentos, proveedores de bancos de imágenes e ilustradores ya se han apresurado a situar a la inteligencia artificial fuera de su competencia directa. Más les conviene no perderla de vista, en cualquier caso.
Pese a nuestra consustancial inclinación a personificar los avances tecnológicos, estamos sólo ante una magnífica demostración de poderío de la inteligencia artificial. El paper que explica el funcionamiento de DALL-E 2 incluye lo que podría considerarse su propia fórmula de la imaginación: P(x|y) = P(x, zi |y) = P(x|zi , y)P(zi |y). Es la representación de la correspondencia entre las imágenes originales y las versiones derivadas de ellas, creadas mediante un proceso llamado difusión. Vista así resulta menos pintoresco todo.
DALL-E 2 será más mediática que la lavadora Bespoke AI, presentada estos días en IFA Berlín por Samsung, que consume hasta un 70% menos de energía que los modelos convencionales. Pero su base tecnológica es similar: la inteligencia artificial regula la formación de burbujas en el detergente para que sea absorbido de manera más eficiente por la ropa y ajusta el uso de agua según el grado de suciedad. Alucinante.
Como ha proclamado en el evento de Berlín, la feria de electrónica de consumo más importante de Europa, el presidente de Qualcomm, Cristiano Amon, estamos en plena carrera por liderar la IA ‘on device’. La tecnología se ha ido adentrando en nuestras vidas, subrayó en su discurso, y te permite ya tomar imágenes claras de noche con poca luz, elimina el ruido en tus audios, reconoce objetos mientras juegas en dispositivos de realidad mixta, te identifica por tu comportamiento y es capaz de dar la alerta si no actúas según lo previsto y, sí, algún día, conducirá tu coche.
En España tenemos un Perte de Nueva Economía de la Lengua que incluye un apartado para “Inteligencia Artificial en Español”. En más de una ocasión he comentado con el expresidente de la Fundéu y reciente Premio Internet 2022, mi admirado Mario Tascón, sobre los riesgos de pensar en una inteligencia artificial en español distinta a la que se puede producir en inglés o en francés. La tecnología es la misma en todos los casos.
Pero hay más: lo que muestran DALL-E 2 y el resto de avances en esta nueva ‘economía de la experiencia’ hacia la que nos encaminamos (llevar la experiencia del móvil a todo) es la voracidad colonialista de la IA a través de la imagen y el sonido. Son sus aliados universales en este nuevo mundo que creará el internet espacial (ya no en 2D).
No sé si Musk conoce que, como recuerda Dawn Ades en su obra Dalí, el artista se sirvió de la fotografía casi desde el comienzo mismo de su carrera como pintor. “En La conquista de lo irracional, Dalí definió la pintura como ‘fotografía hecha a mano y en colores’ y, tal y como reconoció en Las confesiones inconfesables, estaba convencido de que Vermeer utilizó un espejo óptico para dibujar a los personajes de sus cuadros”. La fórmula de la imaginación se encontraba en el caso de Dalí, no obstante, a diferencia de DALL-E 2, en algún recóndito pliegue de su alma.