¿A alguien puede sorprender que la primera jornada del 36 Encuentro de la organización TIC española Ametic, que tiene lugar todos los años en Santander, la cierre el biólogo marino y reportero gráfico Manu San Félix? “Tras oírle en una presentación, mi visión del mundo, de la sostenibilidad y del impacto de los océanos en la vida cambió radicalmente”, me comenta el presidente de Ametic, Pedro Mier, fundador de la empresa de tecnología aeroespacial Mier Comunicaciones.
El giro comenzó a convertirse en tendencia en el Foro de Davos de 2019, cuando el concepto de “progreso”, que durante más de una década había arrebatado en gesta prometeica el sector tecnológico al resto de la manada, volvió a pasar a manos de la sociedad. La entonces presidenta y CEO de IBM, Ginni Rommety, una de las voces más respetadas del mundo digital (no tanto por su junta de accionistas), declaró que “hemos puesto demasiado el foco en la tecnología”. Que se habían pasado de frenada, vaya.
Bajo la exigencia de volver a poner a la persona y al planeta en el centro, los grandes eventos globales incorporaron a partir de entonces conceptos como sostenibilidad, igualdad e inclusión como ejes insoslayables de su propuesta. En 2020, la primatóloga Jane Goodall seducía con su discurso a directivos, políticos y consultores en la propia Davos. Y, en 2021, las presentaciones de los CEO mundiales de las grandes corporaciones tecnológicas, en el CES virtual de Las Vegas pandémica, les hacían competir en compromiso medioambiental y social con cualquier ONG.
Este año, hemos entrado en la que es probablemente la etapa culminante de todo este itinerario de re-engagement de los gigantes digitales con sus hermanos los seres humanos. En la reciente celebración del evento Water Innovation Europe se proclamó el “principio de subsidiariedad tecnológica” consistente en priorizar soluciones basadas en la naturaleza (verdes), por encima de las que ofrece la tecnología convencional (grises), para abordar los desafíos relacionados, en este caso, con los recursos hídricos.
Hay que dar por descontado que, en la medida de lo posible, este “principio de subsidiariedad tecnológica” se extenderá a otros ámbitos de la sociedad, atención innovadores, pero el agua es un asunto en el que tiene mucho sentido plantear un cambio de paradigma. Se estima que las alteraciones en la calidad y disponibilidad del agua, la frecuencia de inundaciones y sequías, la contaminación y la creciente competencia por los usos del agua causan ya graves problemas en el 11% del territorio de la UE y se espera que aumenten hasta el 30% para 2030.
La situación se complica porque en muchos lugares del continente las redes de abastecimiento de agua y drenaje, y las instalaciones de protección contra inundaciones, datan de principios del siglo pasado. Para agua y saneamiento, las necesidades de inversión se calculan en torno a los 160.000 millones de euros. El criterio que se aplique para diseñar su reemplazo extenderá su impacto, por tanto, durante muchas décadas.
En el evento Water Innovation Europe (en el que, por cierto, el proyecto Innovaugas 4.0 de la Xunta de Galicia se llevó el premio a la mejor iniciativa pública en el sector por su sistema de compra innovadora), se habló de integrar soluciones de tecnología del agua en otras basadas en la naturaleza y viceversa, y se planteó la conveniencia de validar la prueba de concepto en una red de living labs.
El objetivo es alcanzar lo que se denomina una “Sociedad Inteligente con el Agua” compatible con la Estrategia de Biodiversidad de la UE para 2030, resultado de poner a trabajar conjuntamente a la naturaleza y al sector tecnológico, quién lo diría.
Obviamente, el mundo digital comenzó a reaccionar antes del discurso de Rommety en Davos. Se está desarrollando una nueva generación de software para el modelado de sistemas de agua y para la planificación, diseño y construcción de infraestructuras. Tecnologías como la inteligencia artificial y los gemelos digitales serán cada vez más fundamentales en el futuro. La clave de la disrupción es la hiperconectividad que viene.
Hoy ya están presentes, pero se trata de una cuestión de escala. Ya lo he comentado en alguna ocasión: la automatización inteligente se desplegará a nivel de ecosistemas. Y, como siempre, nada será posible sin romper los silos de datos que todavía separan al mundo verde del gris, y a los distintos componentes de este último.
En fin, entre los miembros de Water Europe hay multinacionales, como la española Acciona y también el gigante informático Microsoft, centros tecnológicos, entidades públicas o pymes. Pero una asignatura pendiente para un país como el nuestro, en el que la tecnología del agua es tan crítica, sería colocar a más representantes en sus siete Leadership Teams: sólo Eurecat ocupa dos plazas. Fluyan.