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Opinión Andrés Rodríguez

Tomás Muñoz, el disquero mayor

Es justo que se sepa que sin él millones de canciones no nos hubieran emocionado, y que la letra de Barón Rojo era un prejuicio más de una España que despertaba aún con legañas.
Tomás Muñoz y Ricky Martin.

“Tienes 11 años/ Y pareces una vieja / Sigues prisionera de tus gustos ancestrales. Mueves tus resortes para hacer todos los males (…) No te importa nada”. La canción Con Botas Sucias, de Barón Rojo, de su álbum Larga Vida al Rock & Roll, comienza con las iniciales de la CBS, la Columbia Broadcasting System, la multinacional discográfica que el cordobés Tomás Muñoz instaló en España.

En 1917 fue registrada en San Sebastián una empresa llamada Columbia, así que Muñoz tuvo que usar como nombre comercial sus iniciales. ¡Qué infantiles fuimos al pensar en una multinacional discográfica como un ser malvado que estaba en contra del desarrollo artístico! No es extraño, también pensamos que no entraríamos en la OTAN, y mira ahora. Pero esa es otra historia.


“La muerte de Tomas Muñoz”, escribió en redes Diego A. Manrique (72 años), “solo interesará a los fanáticos de los discos.” Espero que esta columna ayude a divulgar que, sin su concepción de la industria discográfica, no nos habríamos colado en ninguna fiesta con Mecano; Joaquín Sabina (73 años) no habría grabado Calle Melancolía; y Antonio Flores difícilmente se habría destetado de su madre Lola. Así podría seguir hasta el infinito, que por eso los columnistas de la prensa digital no tienen extensión en sus artículos.

Pero hay algo más. A los pechos de Muñoz se educaron en un negocio nuevo, que casi nadie conocía en España y en sus técnicas de marketing, los más grandes ejecutivos del sector: Manolo Díaz, Ramon Crespo, Carlos Sanmartín, el polémico Jose Luis Gil (el hombre tras el éxito de Locomía) y, especialmente, el temido pero admirado José María Cámara, quizá su sucesor, al que había fichado como contable, fallecido en agosto del año pasado.


Pero si hay una artista ligado a Muñoz es Julio Iglesias. Recomiendo la biografía de Iglesias, Hey! Julio Iglesias y la conquista de América (Editorial Contra), del donostiarra Hans Laguna (Toni Llacer), donde se profundiza en su relación. Julio, que me consta especialmente sensible en su ocaso profesional, estará mojando en buen vino sus recuerdos hacia Muñoz, que se había retirado en Villanueva de Córdoba (8.774 habitantes), donde nació, de las entrevistas y de sus homenajes. La enciclopedia sonora en podcast Simpatía por la Industria Musical del también disquero Carlos Galán le hace buena cuenta en un homenaje unánime del sector. ¡Escúchelo, está lleno de chascarrillos!


Educado en una familia de mineros de tradición republicana, Muñoz fue formado por los jesuitas, y quizá por eso mantuvo su sensibilidad al cristianismo y fue promotor de que el nicaragüense Carlos Mejía Godoy grabase la Misa Campesina, producida por Oscar Gómez, mientras que en Londres el punk rompía las primeras barreras.


Se destetó en el negocio en Méjico, un mercado que por su tamaño, cuando aciertas, sabe premiarte. Y lo hizo con Gamma, una filial de la española Hispavox de la familia Vidal Zapater.

Pero su gran paso fue la instalación en España en 1970 de la filial de Columbia, el sello de Miles Davis, Santana, Leonard Cohen, Dylan o Springsteen, entre tantos otros, que fue recibido, como cantaba Barón Rojo, con el escepticismo de los artistas locales que se sentían más cómodos grabando para Zafiro, Belter o Hispavox. Gracias a Muñoz CBS editó aquí los elepés que su sello estaba comercializando en el mundo y eso ayudó a que las nuevas generaciones, ansiosas de información y aperturismo, escuchasen lo que sonaba fuera.

Pero no se conformó con eso y puso el sello a buscar talento: Veneno y su Volando Voy, luego Kiko Veneno, Las Grecas y su Te Estoy Amando Locamente, Manzanita y su Ramito de Violetas, Perales y todos sus éxitos, La Mandrágora con Javier Krahe, Miguel Bosé y su Superman, luego Los Pecos, Ricky Martin, Chayanne, Alberto Pérez y Joaquín Sabina, Ana Belén y Victor Manuel… El catálogo y su fondo es inmenso.


Manrique colaboró con él en un fallido álbum de Dylan en castellano, traduciendo algunos textos, pero el disco, afortunadamente al menos para los fans, nunca llegó a grabarse. Su carrera internacional, ya dentro de CBS, despegó cuando el consejo de la multinacional le nombró director del inmenso mercado brasileño, y fue él el responsable del éxito de Iglesias en Brasil, mientras que con la otra mano manejaba al gigante local Roberto Carlos.


A finales de los 90 Columbia fue vendida a los japoneses que, pacientes, “se vengaron” de haber sido bombardeados 45 años antes con armas nucleares adquiriendo en plena crisis uno de los estandartes de la cultura norteamericana. Lo mismo hizo unos años después la familia india Tata comprándole a los ingleses Land Rover, décadas después de la independencia de la colonia. Y entonces la CBS pasó a llamarse Sony, que en España capitanea con pulso de marino viejo José María Barbat, y que tiene a Rosalía entre sus últimos éxitos globales.


Cuando acabó su etapa como consultor -las multinacionales norteamericanas siempre mantienen a sus altos ejecutivos, al menos un año, alrededor de la esfera de influencia de la empresa para evitar un fichaje por la competencia y para “chupar” todo su know how– publicó sus memorias Memoria banal. Se trata de un libro muy edulcorado en el que Muñoz se escurre de los secretos de su oficio porque consideró que lo que se escucha y se habla en los camerinos y los despachos horada el foco de los artistas.

¡Qué razón tiene! Así se entiende su muerte en la distancia, lejos de los focos, en la sombra. Pero es justo que se sepa que sin él millones de canciones no nos hubieran emocionado, y que la letra de Barón Rojo era un prejuicio más de una España que despertaba aún con legañas.

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