Cuando llega el verano, hace ya cuatro o cinco años, escribo un artículo a bordo, a flote. Frente a mí, en esta ocasión la isla del hedonismo, apenas 576,2 km cuadrados en los que la prisa se apresura en detenerse. “Prisa mata” reza el dicho popular brasileiro.
Esta vieja isla del Mediterráneo que ha sido invadida una y mil veces, por piratas, bucaneros, bereberes y hace años por pasajeros de low cost me ha roto el corazón.
Es más verde que Formentera, y aquí se hablan en todos los idiomas, no sólo el italiano. Si quieres que piensen que no eres ‘guiri’ saluda con un Bom Día, y da las gracias acabando en i latina: Gracis.
Es más libre que Mallorca, a la que respeta y quiere porque es la hermana mayor, y más punki que Menorca, tan medida, tan ventosa, tan inglesa. Si no te gusta desnudarte aquí mejor que no vengas. En Eivissa también hay ricos y pobres, claro, difícil evitarlo, pero en pelotas todos somos iguales.
Vine de chiquillo con los amigos del cole, metí la moto en un barco y crucé. Nada de discotecas, sólo playa y algunas turistas. Aún se montaba en moto sin casco. ¡Qué temeridad! Una noche, en una curva cerrada, el olor de la higuera calentada por el sol implacable de agosto me emborrachó y desde entonces estoy aquí. Trabajo donde haga falta pero estoy aquí. Primero vine de alquiler, como es razonable. Muchos años. Pocos días siempre. Nunca eran suficientes. Luego vine navegando y me quedaba a vivir a bordo. Navegar es la manera más cara de vivir como un hippie. Cada vez que me marchaba juraba volver. Hace años que encontré un terruño y me hice vecino.
Aún no conozco la isla cuya complejidad te sorprende a cada paso, pero ya me van aceptando. Me aceptaron en la Ibiza Preservation Found, la asociación para proteger la Pitiusa mayor, y también los amigos de la Academia de Gastronomía de Ibiza y Formentera; y en Ebusus, el club local de Vara del Rey. Me aceptó Roger, que me vende las verduras, y la cajera de La Choza, que ya me guarda los huevos que le traen los payeses. Me aceptaron los hippies que en invierno se reúnen en el hipódromo para darse calor y vender algo. Me siento en casa. Y por eso desde hace dos años el número de verano de TAPAS es The Ibiza Issue y se encuentra por toda la isla. ¡Hasta las lagartijas lo leen! Os aseguro que he visto a un cangrejo leyéndolo y a una mata de poseidonia posando para uno de nuestros reportajes.
Invadida por los turistas –que un día yo también fui–, mejor en mayo y septiembre que en julio y agosto, brilla sobre un Mediterráneo que ayer escupió a Formentera un par de pateras. Se llama Eivissa, lo otro; Ibiza es una marca. Ese mare nostrum, mar nuestro, que también es suyo, aunque no tengan pasaporte europeo con colores.