Opinión Eugenio Mallol

Inteligencia artificial de papel en el SXSW y en la UE

Humanos e inteligencia artificial (IA) trabajando juntos en nuevo tipo de equipo.

Hasta en 30 categorías puedes ser galardonado en los Innovation Awards y los SXSW Pitch del festival South by Southwest que se celebra en la ciudad de Austin (Texas, EEUU). Un punto de encuentro de la tecnología, el cine, la música, la educación y la cultura que ha recuperado su vigor este año. Si hubiera que destacar el hilo conductor que enhebra a la mayoría de las empresas premiadas este año, escogería la inteligencia artificial. Ya sí.

Después de un largo invierno de décadas, y desembarazada ya de ese celofán hype que ha llevado a tantos incautos a comprar solo sucedáneos, sinécdoques tecnológicas de IA, parece que ya, por fin, está alcanzando todo su potencial a través de la automatización inteligente (IA aplicada a dispositivos y procesos autónomos), con manifestaciones tan apetecibles como el Internet of Robotic Things. La clave era esperar a que la capacidad de computación y la conectividad estuvieran a la altura de las expectativas.

La IA es la punta de lanza de esa nueva era tecnológica en la que, antes o después, si los cataclismos y las guerras injustas lo permiten, acabaremos aterrizando sin vuelta atrás. La profesora Joanna Bryson acaba de dejar al respecto la que podría considerarse la frase del año: “la IA se está convirtiendo en el nuevo papel, no en el nuevo petróleo”. Veamos.

En la selección del SXSW destaca la compañía australiana Omniscient Neurotechnology (o8t) líder mundial en una rama emergente de la neurociencia llamada «conectómica». Su plataforma Quicktome construye en menos de una hora el mapa cerebral de una persona a partir de una resonancia magnética estándar. Es el único software capaz de mapear las redes de regulación emocional y cognitiva superior del cerebro, y acaba de recibir la aprobación de la FDA de EEUU. IA para alumbrar el recóndito escondite de la inteligencia natural, ¡suena tan borgiano!

A la apuesta por disimular cada vez más el lado artificial de la IA se la llama “optimización del bienestar”. Hume AI brinda conciencia emocional a los asistentes de voz y, en una de las propuestas más sorprendentes, JusticeText lanza la primera infraestructura centralizada de almacenamiento de evidencias en vídeo sobre las actuaciones policiales para que los acusados de bajos ingresos las puedan esgrimir ante la Justicia.

Cada vez más, el software y el hardware van de la mano en esta tarea. La infraestructura inteligente de Velodyne Lidar combina los sensores lidar de Velodyne con el software de IA de Bluecity para generar predicciones de tráfico en tiempo real, promoviendo la sostenibilidad. Y el truco de FarmWise Labs consiste en utilizar IA y robótica para automatizar las operaciones agrícolas, gracias a sus robots Titan. La mitad de los 20 principales productores de vegetales de EEUU usan sus servicios.

Dice Joanna Bryson que debemos tener cuidado con la automatización, porque corremos el riesgo de inclinar a los seres humanos hacia la conformidad. Menudo dilema: a medida que aumenta la productividad del empleo gracias a la aplicación de la IA en las máquinas, disminuye el valor individual del trabajador y eso conduce a una espiral de bajada de sueldos y expectativas. Pero la alternativa es peor, porque las empresas que continúen operando equipos de una manera tradicional, impulsados por humanos, tendrán que pagar cada vez más por operadores especializados, será difícil que sobrevivan.

El fenómeno de la Gran Renuncia que ha estallado con la pandemia podría ser la reacción natural de la sociedad frente a esa falta de reconocimiento, según la profesora. “Por todo el mundo resuena el grito del corazón del artista: ‘permíteme hacer todo aquello de lo que soy capaz’”, dice el personaje de Babette en el inmortal relato de Isak Dinesen. El desafío es conciliar el auge de la IA con la necesidad de que el talento individual florezca, para lo cual la clave es no sólo incrementar la productividad, mejorando a la máquina, ni solo a la persona, sino potenciando la acción conjunta de ambos.

Para los reguladores, que tienen ante sí en Europa nuevas normativas como la Digital Services Act, la Digital Market Act, la Data Act y el Reglamento Europeo de Inteligencia Artificial, el reto es también mayúsculo: pintar el futuro sobre el papel (no el petróleo) de la IA.

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