El contrato para elaborar el dossier de la candidatura de Barcelona como sede del instituto tecnológico alemán Fraunhofer ha sido adjudicado por 14.250 euros a la única empresa presentada a la licitación, Anteverti Consulting. Pilar Conesa es su fundadora, exCIO del Barcelona City Council, curadora de la Smart City Expo World Congress de Barcelona, comisaria del Plan Estratégico Metropolitano 2030 de Barcelona y miembro del consejo asesor de Digital Future Society.
Fuera de Alemania, Fraunhofer tiene oficinas con actividad investigadora y de transferencia de tecnología en otras localizaciones europeas como Budapest, Porto, Dublin, Bruselas, Viena o Glasgow, y más allá está presente en Estados Unidos, China, Japón, Chile, Brasil, Israel, India o Sudáfrica.
El Gobierno de España apoya con entusiasmo la candidatura de Barcelona. Y mira también con agrado la creciente presencia del MIT (Massachusetts Institute of Technology) en Bilbao, donde ya se instaló en 2019 el MIT Enterprise Forum Spain, y a ver si pudiera ser más. Quizás un algo similar al MIT Portugal Program de la Universidade do Minho.
Pero vivimos en un país que no acaba de encajar bien el modelo de centros tecnológicos en su ecosistema de innovación y este es un ejemplo claro de ello. Tan pronto se veta en el Congreso una enmienda a los Presupuestos encaminada a resolver uno de los problemas fundamentales que frenan la incorporación de empresas a los órganos de gobierno de estos entes, pese a contar con el abracadabrante visto bueno de PP, ERC y Compromís, como se recibe de brazos abiertos a gigantes de la investigación de excelencia como Fraunhofer y MIT, “y todos los demás que podamos atraer”, dicen en un Ministerio.
Los centros tecnológicos agrupados en Fedit demostraron el año pasado, en un contundente informe, que son el instrumento que mejor encaja con las necesidades de I+D de las pequeñas y medianas empresas y, de hecho, son los que más fondos europeos captan por ello. Pero el entorno regulatorio y el sistema de ayudas en España está diseñado para dificultar la colaboración entre regiones y desalienta la innovación con visión plurianual. De modo que llegan hasta donde pueden.
Ante la fragmentación de nuestro sistema de I+D, un grupo de empresas de base tecnológica ha promovido en Málaga, junto a las administraciones locales y la universidad, la Iniciativa Ricardo Valle Innovación. La idea es digna de aplauso, quieren conectar el talento, esté donde esté, con las empresas, sean del tamaño que sean. Se dirige a crear, según Pedro Mier, presidente de la patronal TIC AMETIC, también implicada en el proyecto, adivinen: “el Fraunhofer español”.
No deja de ser irónico que el Fraunhofer original, el alemán, un centro con un modelo de financiación a tercios (financiación pública competitiva y no competitiva y sector privado) como el que piden los centros tecnológicos españoles, compita con estos en España en condiciones más favorables, con el aplauso de la Administración.
Son las peculiaridades de nuestro ecosistema de innovación. ¡Ojalá España se convierta en un espacio atractivo para que los grandes centros del conocimiento a nivel mundial decidan instalarse y transferir tecnología al tejido productivo! Pero, además de laboratorios, hay que importar también las reglas del juego de los nuevos actores. Habría que ver si el MIT y Fraunhofer serían tan excelentes con las condiciones financieras de los centros tecnológicos españoles. Traigamos también el modelo de financiación a tercios.
Esperemos, asimismo, que en el MIT Sloan School of Management hayan olvidado la triste experiencia de Ken Morse y Bill Aulet en la Comunidad Valenciana, con investigación de la fiscalía de por medio. En Boston no daban crédito.