Muy posiblemente, no demasiados lo sepan, con excepción de los más cafeteros del streamer más mediático de España y de muchos vascos como un servidor, pero Ibai en euskera significa río. Las historias se escriben de maravilla a posteriori, cuando la consecuencia de cada anécdota es de una lógica aplastante, pero a mí me parece profético que el nombre de Ibai Llanos signifique río, porque precisamente la principal virtud del bilbaíno (saco pecho de mi botxo) en cada directo es su fluidez, un torrente de buen rollo que fluye con una facilidad pasmosa.
A lo largo de este verano, que para muchos como yo termina hoy, algunos periodistas de este país se han echado encima varias paladas de años encima, como Fernando Simón con su nuevo look a lo espía del Mosad. Quizá por verse amenazados o puede que porque, sencillamente, no hayan hecho ningún esfuerzo durante estos años en entender nuevas dinámicas de comunicación, el fenómeno del streamer les ha torcido el gesto. Que si la entrevista en exclusiva a Messi tras su fichaje por el PSG fue a él, que si Ibai narra el primer partido del argentino, que si la Copa América, que si las Campanadas… ¿Os imagináis a Ramón García indignado porque el streamer congregase a medio millón de espectadores en Twitch en Nochevieja?
Algunos no entienden demasiado bien que periodismo y entretenimiento son algo distinto y que no necesariamente deben ir de la mano, aunque muchas veces así sea. El fin de Ibai Llanos, creo yo, no es informar, sino divertir a su comunidad; no vive a la búsqueda de la primicia o tampoco pretende hacer un análisis minucioso de los hechos, sino que sus directos quieren desembocar en algo tan sencillo como hacérnoslo pasar bien. Entretener. Porque eso es precisamente lo que hace y a lo que se dedica. No “robará” titulares a Marca, más bien competirá, compite, mejor dicho, con cualquier programa de prime time de televisión. Es un presentador brillante que tiene el don de la fluidez, de la ligereza.
Cuando uno ve a Ibai Llanos, independientemente de que lo que haga le enganche o de que sea para su generación, comprende que, cuando uno es natural, cuando no es impostado, todo mana sin forceps. El vasco siempre tiene una reacción espontánea que solventa cualquier lapsus, una sonrisa que borra cualquier tensión, una mirada honesta, una palabra precisa que irriga cada momento. No, no es casualidad que Ibai Llanos haya logrado lo que ha logrado. No, no puede ser casualidad que quien fluye como pez en el agua se llame Ibai.