Meto en Google la palabra creatividad. Después de definiciones varias y artículos pseudo psicológicos busco en imágenes. Aparecen muchas bombillas. Muchas cabezas con forma de bombilla. Gente que sonríe con cara de felicidad porque su bombilla está iluminada. También hay gente que pinta con colorines.
Cierro Google.
Creo que eso no era. Pero no es culpa del buscador. Hay montones de personas que confunden lo que es la creatividad con otras cosas como pintar dibujitos, o ser ocurrente. La creatividad cuando se extiende al mundo de los negocios, o al mundo de esas marcas con visión que quieren transformar la sociedad, la Creatividad, es otra cosa mucho más interesante, y a la vez mucho más rotunda.
Es algo tan valioso que pertenece a la esfera más atávica del ser humano. Es más viejo que nosotros. La creatividad es resolver el problema de una forma inesperada. Es el fuego y la rueda. Es El Padrino también. Como dice Patty Smith, es ver lo que otros no ven.
Sin embargo hay quien la reduce. O aún peor, hay quien piensa por ejemplo que la tecnología te proporciona el don creativo. Una especie de elixir todopoderoso que consigue el cambio definitivo, la magia, el hallazgo, la ruta en el mapa.
Pero eso es lo menos parecido a la creatividad.
Lo menos parecido a la creatividad es lo que le paso a Inglaterra en la final de la Eurocopa. Confiar en el big data para elegir al que tira el penalti, y claro, perder. Barrilete Cósmico era un creativo, no un robot.
Lo menos parecido a la creatividad es llamar creatividad a los anuncios malos programados para aparecer en tu móvil sin que tú quieras, por mucho que adivinen dónde estás y que te gusta correr o que vas a viajar a Tumbuctú.
Lo menos parecido a la creatividad es el 90% de lo que vemos en un bloque de anuncios en televisión.
Lo menos parecido a la creatividad es someter a esos mismos anuncios a un escrutinio de catorce desconocidos a los que además de unos cincuenta euros se les da el poder para analizar cada coma, cada plano, si la música les gusta, si la frase es la adecuada, si ellos lo harían distinto, y dígame usted señora como lo haría sino, ah gracias, tomamos nota.
Lo menos parecido a la creatividad es lo predecible, el orden, lo que llega y se olvida.
Lo menos parecido a la creatividad es tratar de emocionar en veinte segundos. El tiempo es un recurso delicioso, mejor, cambia de formato. Tu audiencia ya se está emocionando por su cuenta en otro sitio, y quizá la manera de masajear su alma no es a todo meter.
Lo menos parecido a la creatividad es destruir la belleza porque te aterra pensar que lo bello no es eficiente porque pensamos que lo sublime es sólo para minorías más sofisticadas, y la gente ahí fuera, es simple, no se fija, no le gusta. Ay.
Lo menos parecido a la creatividad es sentir que lo nuevo, lo desconocido, es peligroso y mejor no abrirle la puerta no vaya a ser que venga a robarte algo, no sé el qué, pero algo, o lo peor, puede que me deje en ridículo porque no lo entiendo, o porque me hace pensar.
Lo menos parecido a la creatividad es matar un chiste porque es demasiado gracioso, y no vaya a ser que te acuerdes demasiado del chiste y no de lo que te quiero vender.
Lo menos parecido a la creatividad es pensar que interrumpirte es conquistarte.
Lo menos parecido a la creatividad es hablar de tu libro. Contar lo que ya cuenta la etiqueta o lo que sólo le interesa al fabricante. Para eso esta la web o un comparador.
Lo menos parecido a la creatividad es querer ser como el de al lado.
Lo menos parecido a la creatividad es pensar que la máquina me dará la receta.
Lo menos parecido a la creatividad es olvidarte de que la gente, en cualquier momento, puede hacer lo que le de la gana. Bailar en pelotas, probar el peyote, inventar el ARN mensajero, volver a leer, boicotearte, hacer pan, hacerse rica, morir.
Lo menos parecido a la creatividad es llegar de A a B sin darse una vuelta por el camino de en medio, a ver qué hay.
Lo menos parecido a la creatividad es perder la ilusión por hacer aunque sea una vez, algo diferente.
Pero lo menos parecido a la creatividad es creerse creativo y no pasar de pintar con colorines o de enroscar bombillas.