Santiago de Chile, mediados de 2019
Al final de mi último viaje pre-pandemia a Chile, tras unos días asesorando a la dirección de uno de los mayores grupos industriales del país, comprendí a la fuerza la utilidad que tiene un tracking device o localizador digital.
Unos días antes, me habían obsequiado con un dispositivo Tile. Un Tile es un objeto cuadrado de plástico con una ranura que permite unirlo a un llavero, meterlo dentro de una cartera o colgarlo de una mochila. Una vez conectado con el iPhone a través de una app, el Tile nos permite conocer su ubicación durante al menos un año gracias a la batería integrada con la que se comercializa.
Antes de coger mi vuelo de vuelta a Madrid, uní el localizador a las llaves de mi casa, tomé un taxi, facturé mi maleta y esperé pacientemente a la salida de mi vuelo.
Cuando abordaba el avión, al palpar el bolsillo interior de mi chaqueta, eché de menos el llavero. Recordé la app que había instalado en mi móvil y así pude seguir las andanzas del llavero camino a la capital dentro del taxi; contacté por teléfono con el taxista, que amablemente accedió a enviarme las llaves a Madrid a cambio de una propina bien merecida.
Cupertino (California), mediados de 2021
Después de años de rumores y especulaciones, Apple lanza al mercado su dispositivo Airtag. El Airtag es un objeto redondo, un poco más grande que una moneda de 2 euros, que sale al mercado a un precio de 29 euros por unidad (hay descuentos si se compran varios). En una de las caras, de color plata, lleva impreso el logo de Apple.
¿Qué hace el Airtag? Pues verán… Una vez conectado con el móvil a través de una app, el Airtag nos permite conocer su ubicación durante al menos un año…
Efectivamente, la descripción funcional del Airtag es exactamente la misma que la del Tile, porque en esencia son el mismo producto. En la forma, gana de largo el Airtag porque Apple sabe hacer objetos deseables.
Pero entre ambos productos existen notables diferencias más allá de la marca, la forma y la funcionalidad.
Para localizar un Airtag, Apple se basa en los más de 1.000 millones de dispositivos (Macs, iPhones, iPads) que hay en el mundo. Cuando un Airtag se pierde o se olvida –como me ocurrió a mí en Chile–, Apple lo busca haciendo contacto con todos los dispositivos Apple que hay en la zona o que pasan por el área en el que está el Airtag. Y son muchos.
Tile hace algo similar con los dispositivos que ha vendido hasta la fecha (no sabemos cuántos son, pero no son 1.000 millones). Tile nos dice que hay un dispositivo de su compañía en cada bloque de cada ciudad de Estados Unidos. ¿En Europa? No comment…
En segundo lugar, Apple nos facilita la activación de sus airtags con un procedimiento que no está disponible para ningún otro fabricante: colocamos el localizador encima de la pantalla, el airtag es localizado automáticamente, y el asunto queda resuelto en cuestión de segundos.
Qué diferencia con lo que un usuario de Tile debe hacer: 1) buscar una app de la compañía, 2) Descargarla a su iPhone, 3) Activar el bluetooth de su móvil; 4) Localizar el dispositivo en las preferencias y activarlo; y 5) Acceder a la app de Tile para darle nombre y activar su localización.
Tile vs Airtags
No cuesta mucho imaginar el clima en el que el consejo de Administración de Tile recibió la noticia del lanzamiento de los Airtags. El nivel de notoriedad de la marca Apple hace que cualquier novedad genere la atención total de los medios; quien nunca había oído hablar de los localizadores digitales pensará que son un invento de la compañía de la manzana; y qué decir sobre las ventajas que sólo Apple puede ofrecer a sus clientes en términos de experiencia de usuario.
Por eso, en 24 horas la compañía presentó una demanda contra Apple por competencia desleal, y a la semana siguiente acudió al Congreso de Estados Unidos para contar su historia. Llegaron en el momento adecuado; desde hace un año hay un movimiento creciente de senadores y congresistas de los dos grandes partidos que quieren poner coto al dominio que ejerce Silicon Valley sobre los mercados. Y hace sólo una semana, han empezado a negociarse reformas de las leyes de competencia americanas que pueden modificar para siempre el statu quo de las Big Tech.
La respuesta de Apple ha sido muy inteligente: en Cupertino decidieron abrir su sistema operativo para invitar tanto a Tile como a otros fabricantes a usar todo el alcance que tiene la red de los dispositivos de Apple. De esa forma, Apple no tendría una ventaja esencial en el ámbito de la localización, y sería una opción del consumidor comprar sus propios localizadores o los de la competencia.
Yes, BUT…
La oferta de Apple es generosa, pero pone a Tile ante un dilema en el que ninguna de las decisiones es buena para la compañía: si deciden unirse a la red de Apple, alimentan su tamaño con más dispositivos; a cambio, dejan de recibir datos de sus clientes y hacen completamente inútil su aplicación. Y si deciden seguir por su cuenta, ¿qué opciones reales tienen de que los consumidores les elijan? Su producto es menos conocido, es más difícil de instalar y tiene menos precisión.
Me parece que este caso concreto ejemplifica como ningún otro el dilema que supone asociar un producto y una startup innovadora con el ecosistema de las grandes plataformas tecnológicas: a corto plazo, todo son ventajas si la idea es buena. Los Amazon, Apple, Google y Facebook aportan una capacidad de distribución a nivel global que no tiene precedentes en la historia.
Sin embargo, ese poder de distribución conlleva unas condiciones: la startup no tiene, por ejemplo, relación directa con sus clientes; no hay matices para las comisiones que se pagan por la distribución de los productos; y si la idea es muy buena, la Big Tech hará con la startup lo que un tiburón hace con sus rémoras: agradecerles los servicios prestados y mejorar su producto.