Opinión Mónica Moro

Tengo una idea

Las ideas se mueren por inanición en los despachos de mucha gente, pero a veces antes, en sus cabezas, porque hay quien ya ha perdido la fe en sentir que es posible.

Cada día durante los últimos veintitrés años de mi vida, ha habido una frase que he repetido constantemente, casi como un mantra, o mejor, como una fórmula que anunciaba algo frondoso que te sale de las tripas, como una criatura fascinante a medio hacer. Tachán: «Tengo-Una-Idea». La frase, medio mágica, anuncia eso aún etéreo, pero que puede ser la solución a tanto. Sin embargo, entre todas las ideas paridas, soy capaz de contar con las manos aquellas que de verdad nacen, crecen y llegan a ser lo que se espera de ellas. Porque la facilidad con la que se pronuncia la frase, es la misma con la que se destruye.

Hagan la prueba. Piensen lo que ha tenido que resistir cualquier cosa que les emocione para existir. La mismísima idea de una Coca-Cola, un líquido oscuro, gaseoso, con una fórmula desconocida, y que caliente es un infierno, no hubiera aguantado un test de consumidor. Tampoco aparecen ideas brillantes cada día, es verdad. Pero cada vez es más milagroso que lo bueno pase el corte. No hace falta irse a ideas icónicas para llegar a esa conclusión. Como publicitaria lo he vivido a diario. Y como ciudadana o como usuaria de cualquier cosa, también.

Los enemigos acechan. A veces en forma de presupuesto, de timing, de miedo, de prejuicio, en forma de vaguería o de falta de visión. Las ideas se mueren por inanición en los despachos de mucha gente, pero a veces antes, en sus cabezas, porque hay quien ya ha perdido la fe en sentir que es posible, que la creatividad puede vencer en un sistema de datos, eficiencia y resultados. Que puede ser el leitmotiv de muchos.

Leo la idea de Topmanta BCN, cuyo sindicato de manteros compuesto por una mayoría de inmigrantes africanos, se ha organizado y ha creado una marca con el mismo nombre. De tanto correr delante de la policía, la idea se ha hecho materia conformando unas zapatillas. Los beneficios de sus ventas se destinan a ayudar a los inmigrantes que llegan a nuestro país, escapando casi a pies descalzos de otro lugar.

No hubo época más gloriosa para la creatividad argentina que sumirse en la concatenación de crisis-corralitos-crisis

Tenía que suceder. El ecosistema, cuando sufre, produce estados de alta performance creativa porque el dolor estimula el ingenio. No hubo época más gloriosa para la creatividad argentina que sumirse en la concatenación de crisis-corralitos-crisis. Las ideas, como el amor, vienen para salvarnos, seamos quienes seamos. Y por eso hay que abrirles hueco, como quien separa las sábanas para meterse dentro. Y qué bien se está dentro.

Encontrar ese espacio es lo que tratamos muchos, no sólo pensar una idea de negocio, sino en una idea con alma. Porque todo lo que mueve el alma, mueve el bolsillo.

El ser humano está hecho de esa materia que necesita sentir. Conmovernos, aterrorizarnos, llorar, reír, compadecernos, ayudarnos, gustar, ser útiles, ser amados o ser ricos. Pero ser.  La vida es esto, que decía Gil de Biedma. Quizás, si es esto, si es pensar en el primer sorbo de cerveza, conseguir rascarse donde pica, bailar tu canción sin mi vergüenza, las risas a lo lejos en la calle, la bombilla en la noche, un beso en la espalda, encontrar la moneda en el bolsillo, que por favor te vea crecer, que el tiempo se estire, si es esto, hay un lugar enorme para ideas que traten de emocionar a los millones de personas que se reconocen cuando se miran al espejo, que están en el mundo tratando de ser.

Lo único que necesitamos es reconocerlas. Y después protegerlas del manoseo, de la crítica impune, de la sospecha, de la prisa o de lo estándar. Si eres quien educa, fomentando el pensamiento de lo diferente, que salirse del carril no penalice, que el disparate no sea siempre un error. Si eres el que emprende, no perdiendo las ganas o la fe. Si eres el que invierte, hacerlo más con las tripas que con el excel. Si eres el que compra, sonriéndole a eso que no te hace pasar de largo. 

Son muchos más los que dicen que no, como tirando una piedrita en un ojo, de manera inocente y casual, sin freno, como el abrefácil del cartón de leche. Sin embargo decir Sí es otra cosa.

Decirle sí a una gran idea es un acto tremendamente poderoso. Decir sí es más valiente, hoy en día es una heroicidad si me apuras, pero que tiene el poder de enorgullecer a sus valedores.

Estaría genial poder decir que empujar ideas que destacan por su creatividad alarga la vida, que te rencuentra con la época en la que nada malo podía pasar. Sería fabuloso poder tener un estudio que demostrara que quita años, relaja el deltoides y que no es un simple acto de inconformismo. Lo que si sabemos es que todo aquello que es diferente proporciona resultados inesperados. Que la creatividad es la mejor herramienta de negocio que tenemos hoy y que ahí fuera, la gente se muere de ganas por disfrutar de ideas que les emocionen.

Di más sí.

Aunque sea por gozar del privilegio de hacer algo que puede cambiarnos el día o cambiarnos la vida.

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