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Opinión Carlos González Ramos

La moda de las compañías de cheque en blanco

Las empresas de propósito especial para adquisiciones (SPAC en ingles), se han convertido en el instrumento financiero estrella de los mercados.

En 2020, un año con más de 200 salidas a bolsa, las SPAC recaudaron más de 82.000 millones de dólares, según datos de Dealogic. Este tipo de fusiones invertidas han permitido a empresas como Nikola, DraftKings o Virgin Galactic estrenarse en Wall Street evitando los complejos procesos tradicionales. En total, cerca del 45% del dinero desplegado en Estados Unidos por oferta pública de venta (OPV) se dirigió a SPAC. Y en lo que llevamos de 2021 el proceso está siendo aún más vertiginoso. Hasta mediados del mes de febrero, estas compañías recaudaron más de 40.000 millones de dólares mediante 128 salidas a bolsa.

Las SPAC son empresas que salen a bolsa sin tener ninguna actividad operativa o comercial. Su objetivo es recaudar fondos para invertir en una empresa de capital privado de alto potencial de crecimiento que adquirir o con la que fusionarse, en un plazo habitual de 2 años. Asimismo, las acciones emitidas por las SPAC en el momento de su salida a bolsa suelen incorporar cláusulas de recompra por las que sus accionistas, una vez encontrada la empresa con la que la SPAC quiere fusionar, pueden vender sus acciones en el mercado, vendérselas a la propia SPAC o seguir siendo socios de la nueva sociedad fusionada.

Este tipo de operaciones se utilizan también para que sociedades no cotizadas en bolsa den el salto a los mercados por la vía rápida, reduciendo los plazos, tramites y requisitos del proceso tradicional. Como la SPAC cotiza en bolsa y no tiene más activos que los fondos recaudados, su fusión con una empresa no cotizada equivale en la práctica a una salida a bolsa de esta última.

La primera duda que podríamos plantearnos es si realmente los incentivos de los directivos y de los accionistas están bien alineados. Cuanto más valor sean capaces de generar, mayor beneficio obtendrán. Pero claro, hay un problema. Si transcurridos los 2 años que habitualmente se establecen como plazo no encuentran una compañía que comprar o con la que fusionarse, entonces pierden su capital. Pero, si en lugar de eso compran caro, es decir adquieren una empresa pagando más de lo que vale, ellos no pierden. Tendrán un buen paquete de acciones de esa empresa. Es decir, el conflicto de agencia no desaparece ni mucho menos. 

Este tipo de operaciones se utilizan también para que sociedades no cotizadas en bolsa den el salto a los mercados por la vía rápida, reduciendo los plazos, tramites y requisitos del proceso tradicional

Según un informe elaborado por The Edge Consulting Group, los resultados parecen claros: “La mayoría de las SPAC pierden dinero después de encontrar una empresa para adquirir, y lo hacen a un ritmo acelerado durante los 12 meses que siguen a una fusión”. Un resultado similar al que llegó otro estudio de la Universidad de Stanford junto a la Universidad de Nueva York. En este caso la conclusión del informe apuntaba a una enorme dilución para los accionistas que mantenían sus acciones en el momento de la fusión. Según estos investigadores, las SPAC antes de fusionarse valoran sus acciones muy por encima del efectivo con el que cuenta, a pesar de ser este su único activo. Sólo el 67% del valor de las acciones está respaldado por efectivo. Y no sólo eso, de media los accionistas de estos vehículos especiales pierden tras la fusión más de un tercio de su valor. Esa enorme dilución se debe a los costes del equipo gestor, su retribución y también a la recompra de acciones que la SPAC hace sobre aquellos accionistas que cuentan con este derecho y lo solicitan antes de realizar la inversión. De hecho, según este estudio, estos serían los únicos accionistas que obtienen de media rendimientos positivos.

A comienzos de 2020, la CNBC también se hizo eco de otra investigación que recopila los rendimientos obtenidos por estas sociedades desde el 2012. Los resultados no podían ser más desalentadores. 

Por supuesto se han producido muchas operaciones exitosas con enormes retornos que han ocupado los grandes titulares de los medios financieros, alimentando aún más la fiebre por estas curiosas compañías. 

Sin embargo, con los datos en la mano no parece sino la última de las modas de un mercado adulterado por bajos tipos de interés y muchísima liquidez. Así que, mucho ojo con las promesas de beneficios fáciles. 

**Carlos González Ramos, director Relación con Inversores Particulares en Cobas Asset Management.

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