Espero que me disculpen los más sensibles. Preguntarse por la superpoblación podría, aún en pandemia, herir sensibilidades, pero creo que somos muchos y mal repartidos. No tenemos depredador, al menos conocido, así que el homínido se expande por la faz de la Tierra (que debería llamarse Agua o Azul por su extensión oceánica: les recomiendo el mastodóntico libro Un mar sin límites. Una historia humana de los océanos, de David Abulafia (Ed. Crítica) para entender de dónde venimos).
España, aunque algunos vaticinaron un repunte de la natalidad durante la pandemia, por eso de que el confinamiento debía llevarse bien con el sexo, sigue con una demografía en caída libre. ¿Y si no fuésemos un país tan generoso? ¿Y si fuésemos solidarios, pero no queremos tener niños porque la vida es inmensa, sabrosa, y lo que somos de verdad es un país de disfrutones? No se me olvida que cada vez es más difícil: trabajo precario, alquileres altos, hipotecas para ricos… pero acaso fue más fácil durante la Guerra Civil, o en otros períodos de nuestra historia negra.
El caso español no está aislado en este asilo llamado Europa –un parque temático cultural con la Torre Eiffel, la Barceloneta y el vivir a la madrileña–, mientras que África se reproduce a toda velocidad y duplicará su población en 2050.
Y en esto llegó el marciano, que quiere abrir nuevos mercados, transportar gente en un tubo (como aquel en el que los empleados de El Corte Inglés se mandaban el dinero de un departamento a otro, ¿se acuerdan?) entre Los Ángeles y San Francisco. Y darle una lección a Bezos, el tendero global, a quien que todos nos juramos dejar de comprarle tanto para apoyar al comercio local, pero volvemos a picar porque es rápido, barato y sencillo.
La conquista de Marte es una marcianada. No hemos solucionado nuestras hambrunas, el vergonzante enfrentamiento israelí-palestino y la pésima educación de nuestros chavales cuando invertimos (yo no, Musk y Bezos) toneladas de pasta (de tu pasta y de la mía) en buscar más allá sin mirar el más acá. Los marcianos viven entre nosotros.