Obituario

Muere Alfonso Ussía, el eterno polemista

De familia aristocrática y literaria, fue uno de los escritores satíricos más destacados del país, y un columnista periodístico leído por tirios y troyano… tal era su capacidad para hacer reír sin callarse ninguna opinión, por políticamente incorrecta que fuera.

Gtres

Se sabía de lo delicado de su estado de salud, con un cáncer de pulmón e hígado muy avanzados, pero no por ello el fallecimiento de Alfonso Ussía ha caído como un rayo entre sus allegados. Su lucidez y capacidad para escribir no disminuyeron, como queda demostrado en su última columna, “Mentiras memorables de la guerra”, publicada el pasado martes en El Debate.

El escritor madrileño falleció a los 77 años en la población cántabra de Ruiloba, dejando tras de sí una estela inconfundible en el periodismo y la literatura satírica española. “Escritor, madrileño, andaluz, vasco y montañés de vocación”, así se definía en la red social X, una síntesis perfecta de su identidad múltiple, irónica y orgullosa de sus raíces. Continuó participando en la conversación pública hasta el final, cuando la enfermedad ya le impedía teclear y dictaba sus últimos textos a su hija Isabel. 

Nacido en 1948, fue el segundo hijo de Luis de Ussía y Gavaldá, II conde de los Gaitanes, y de María de la Asunción Muñoz-Seca y Ariza. Su herencia intelectual y moral quedó marcada por la figura de su abuelo materno, el dramaturgo Pedro Muñoz Seca, asesinado en Paracuellos del Jarama, una herida histórica que Alfonso evocó con frecuencia y que contribuyó a modelar su visión del país. Era también primo del escritor Borja Cardelús, además de sobrino del teniente general golpista Jaime Miláns del Bosch y Ussía, y padre del novelista y columnista Alfonso J. Ussía.

Estudió en los colegios del Pilar y la Alameda de Osuna y comenzó las carreras de Derecho y Periodismo, que no llegó a concluir. Sin embargo, su verdadera universidad fue la redacción. Inició su trayectoria en el diario Informaciones, bajo la dirección de Jesús de la Serna, con Juan Luis Cebrián como subdirector. Más tarde, su firma pasó por cabeceras como ABC (donde ejerció la mayor parte de su actividad profesional), Diario 16, Ya, La Razón, Tiempo o El Debate, el periódico de la Asociación Católica de Propagandistas, donde recaló en 2021, tras la resurrección de este viejo periódico fundado en 1910, y donde ejercía como columnista en el momento de su muerte. También dirigió la revista satírica El Cocodrilo. Su estilo, inconfundible, combinó ironía, erudición, acidez y un fino gusto por la caricatura moral de la sociedad española.

Participó en programas de radio y televisión como Protagonistas, La Brújula o Este país necesita un repaso, junto a figuras como Antonio Mingote, Antonio Ozores, Chumy Chúmez o Tip. Ideó las series de televisión Puerta con puerta y El marqués de Sotoancho, personaje nacido como una broma privada y convertido en icono literario. Sotoancho, aristócrata ingenuo, sentimental y ridículo, fue su alter ego más célebre y protagonizó quince novelas en las que Ussía retrató, desde la autoparodia, la decadencia, las manías y la ternura de una clase social a la que pertenecía y caricaturizaba sin piedad y sin odio.

Publicó más de cincuenta libros, entre ellos “Tratado de las buenas maneras”, “Manual del ecologista coñazo”, “Memorias del Marqués de Sotoancho” o “Carpe diem: Confesiones de un pollo de barra”. En todos ellos late una misma tradición: la del humor británico (Wodehouse, Chesterton, Shaw), el ingenio de La Codorniz, la herencia de Jardiel Poncela, Mihura y Mingote, la poesía popular y la sátira barroca. Su prosa fue una mezcla de dandi ilustrado y cronista implacable, capaz de la crueldad en el artículo político y de la compasión en la ficción.

Recibió numerosos reconocimientos, entre ellos el premio Mariano de Cavia, el González Ruano, la Medalla de Oro de la Comunidad de Madrid, la Gran Cruz del Mérito Naval y la Gran Cruz de la Orden del Dos de Mayo. Pero su mayor distinción fue quizá la fidelidad a una voz propia, incómoda y elegante, que nunca se plegó al silencio ni a la corrección dócil.

En los últimos años, se sintió desplazado del circuito mediático que le había sido natural, y no ocultó su amargura ni sus convicciones políticas, siempre explícitas y polemistas, que le granjearon el sufrimiento de vivir amenazado de muerte por ETA. Sin embargo, su obra más duradera no fue la del articulista airado, sino la del humorista que supo reírse de sí mismo. “Si tú te ríes de los demás, tienes que reírte también de ti”, afirmó en una entrevista. Esa máxima define al verdadero Alfonso Ussía: sarcástico y sentimental, aristocrático y popular, feroz y tierno a la vez.

Con su muerte desaparece una de las últimas voces de un periodismo literario, irreverente y personalísimo. Quedan sus libros, sus columnas, sus personajes y esa manera tan suya de mirar a España como una comedia humana en la que, pese a todo, merecía la pena vivir y reír.