Hoy despedimos a José María Castellano (A Coruña, 1947 – Madrid, 17 de septiembre de 2025), un economista brillante y un directivo visionario que marcó de manera decisiva la historia empresarial de España. Su nombre quedará unido para siempre a la etapa de mayor desarrollo de Inditex, a la modernización de compañías como ONO o Novagalicia Banco, y en los últimos años, al impulso de la transición energética desde Greenalia. Pero más allá de los cargos, lo que hoy nos duele despedir es a una persona extraordinaria: un hombre cercano, generoso y con un criterio de una claridad que pocas veces se encuentra.
Tuve la fortuna de conocerle de cerca y de recibir su afecto. En mis años en MUSGO y en ACOTEX, fue un apoyo fundamental; sus consejos resultaron determinantes. No imponía, iluminaba. No buscaba protagonismo, sino ayudar. Es, sin duda, una de las personas con mayor visión y lucidez que he conocido.
El artífice discreto de un gigante
“Caste”, como le llamábamos todos, se incorporó al universo de Amancio Ortega en 1984, en los albores de una aventura empresarial que aún no había mostrado su verdadera dimensión. Contribuyó a dar forma al holding Inditex, fundado en 1985, y desde la dirección financiera y estratégica consolidó un modelo único en el mundo de la moda. En 1997 fue nombrado vicepresidente y consejero delegado, y junto a Ortega condujo a la compañía hasta la salida a bolsa en 2001, un hito histórico que situó a la empresa de Arteixo en el mapa financiero global.
La expansión de Inditex en aquellos años no se explicaría sin su mirada. Entendió como pocos que la logística podía convertirse en ventaja competitiva, que el cliente debía estar en el centro de la cadena de valor y que la flexibilidad era más poderosa que la rigidez. Fue, en muchos sentidos, el arquitecto silencioso del sistema que hoy se estudia en escuelas de negocio de todo el mundo.
Una vida más allá de Inditex
En 2005 dejó la vicepresidencia del grupo, pero no bajó el ritmo. Al contrario, emprendió nuevas etapas en sectores muy distintos. Asumió la presidencia de ONO en un momento clave para las telecomunicaciones en España. Allí aplicó su rigor financiero y su obsesión por la eficiencia, impulsando un operador que acabaría siendo pieza central en el mercado y que posteriormente se integró en Vodafone.
Más tarde, aceptó el desafío de liderar Novagalicia Banco en plena crisis financiera, dirigiendo la entidad hasta su venta a Abanca. Fueron años de enorme dificultad, en los que aportó serenidad y claridad en un contexto dominado por la urgencia. Su convicción de que la transparencia y la solvencia no eran negociables marcó su gestión.
En los últimos años, su energía se volcó en un terreno que conectaba visión empresarial con compromiso social: las renovables. Desde 2021, como presidente de Greenalia, impulsó un ambicioso plan de crecimiento, convencido de que la transición energética no era solo una necesidad ambiental, sino también una oportunidad industrial para Galicia y para España. Esa convicción le devolvió la ilusión de construir algo nuevo, con impacto positivo a largo plazo.
Consejero, profesor, mentor
Su trayectoria no se limitó a los grandes cargos ejecutivos. Fue consejero en compañías de moda, de consumo y de energía, y supo aportar valor estratégico sin buscar nunca los focos. Paralelamente, no dejó nunca del todo su vocación académica: doctor en Economía y catedrático, mantuvo vivo el espíritu docente en cada etapa de su vida.
Cada reunión y cada llamada era, en el fondo, una pequeña clase: planteaba preguntas incisivas, resumía lo esencial y dejaba aprendizajes duraderos, tengo grabadas muchas de esas conversaciones, que me han servido de guía repetidas veces.
Tuvo, además, la rara capacidad de conectar mundos muy distintos: la universidad y la empresa, la banca y la industria, la energía y la moda. Para él, todo estaba relacionado; lo importante era la manera de pensar y la disciplina en la ejecución.
Una de las cosas que más me impresionaron de Caste, era su profunda humildad. Siendo el Vicepresidente y CEO de Inditex, le llamaba directamente al móvil, sin parafernalia de secretarias ni jefes de gabinete, y te cogía en el momento siempre, y si no lo hacía, no pasaban nunca más de dos horas para devolver la llamada y encima empezaba pidiendo disculpas por no haber podido coger antes!! Esa humildad y cercanía, desde luego es absolutamente inusual, marcaba la diferencia, y lo hacía realmente grande.
Un líder distinto, único
A José María Castellano lo llamaban “el hombre de los números”. Y era cierto que dominaba los balances y las cuentas de resultados, pero sería injusto reducirle a esa etiqueta. Detrás de su dominio técnico había algo más: una curiosidad insaciable por el cliente, una obsesión por los procesos y una ética del trabajo que se notaba en cada detalle.
Era meticuloso y exigente, pero nunca autoritario. Pedía mucho porque creía mucho. Los que tuvimos la suerte de poder tratar con él, recordamos su puntualidad, su respeto por el tiempo de los demás y su estilo franco, directo, pero siempre respetuoso. Para mí, fue alguien que se interesaba de verdad por los problemas concretos que le planteabas, sin perderse en abstracciones. Sabía escuchar y sabía dar consejos accionables, que se podían llevar a la práctica al día siguiente.
La familia, su verdadero centro
Detrás del directivo estaba el marido, el padre y el abuelo. Su vida familiar, llevada siempre con discreción, era el centro de todo. En estos días, el vacío que deja en Tere, en sus hijos y nietos es inmenso. Quienes le conocimos sabemos que, más allá de los consejos profesionales, transmitía valores que tenían que ver con la lealtad, con la humildad y con el amor por los suyos. Su manera de gestionar también la sucesión familiar en los últimos años fue coherente con todo lo anterior: ordenada, discreta y responsable.
Una verdadero ejemplo, que seguirá guiándonos
Hoy despedimos a un referente de la empresa española, pero también a un hombre que, con su forma de ser, nos mostró que la excelencia no está reñida con la humildad. Su ausencia nos entristece, pero también nos compromete: nos obliga a mantener vivo ese estándar de exigencia, de rigor y de humanidad que él representaba.
La empresa española pierde a una figura clave. Pierden sus equipos, que aprendieron de su disciplina; pierden sus industrias, que se beneficiaron de su mirada transversal; perdemos todos, porque su manera de analizar y resolver problemas nos hacía mejores. Pero queda su ejemplo. Y mientras quede, seguirá guiándonos.
Gracias, maestro. Gracias por tanto.
