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Golpe de mar en Tenerife: cómo el mar ha engullido ‘en cuestión de segundos’ a cuatro personas

El suceso que dejó cuatro muertos y un desaparecido vuelve a señalar la fragilidad del litoral canario ante un turismo masivo y fenómenos costeros cada vez más extremos.

Piscina Natural Acantilado Los Gigantes. Foto: Dukas/Universal Images Group vía Getty Images.

En apenas unos segundos, una ola de gran tamaño convirtió una tarde tranquila en Tenerife en una de las tragedias más significativas del año. Cuatro personas han muerto y otra continúa desaparecida después de que un golpe de mar arrastrara a varios bañistas en la piscina natural de Isla Cangrejo, en Los Gigantes, un enclave turístico espectacular pero vulnerable cuando el Atlántico se desborda. El episodio, ocurrido el este domingo a las 16:07, reabre el debate sobre la gestión del riesgo costero y la resistencia ciudadana y turística, a respetar las prohibiciones de acceso en situaciones de alerta.

Un impacto repentino y letal

Según el Centro Coordinador de Emergencias de Canarias, la ola superó el borde del charco natural y arrastró a una docena de personas hacia las rocas y mar adentro. Tres fallecieron de inmediato. La cuarta víctima, una mujer rescatada en parada cardiorrespiratoria y evacuada en helicóptero, murió horas más tarde en el hospital. Las edades del grupo fallecido oscilan entre los 35 y los 55 años, y la mayoría eran turistas extranjeros.

Los socorristas municipales lograron rescatar a siete personas con vida, algunas inconscientes y otras con traumatismos o signos de ahogamiento. El dispositivo de respuesta (Guardia Civil, GEAS, Salvamento Marítimo, GES, bomberos y SUC) continúa la búsqueda de un posible desaparecido, aunque no existe denuncia formal.

El accidente se produce en un contexto meteorológico complicado. Durante el fin de semana, Canarias permanecía en prealerta por fenómenos costeros, con previsión de olas de hasta cinco metros. En Lanzarote, dos pescadores italianos también fueron arrastrados por el mar ese mismo día, uno de ellos en estado crítico. Y hace apenas un mes, el 8 de noviembre, otro golpe de mar dejó tres fallecidos y quince heridos en distintas playas del archipiélago.

Un recinto cerrado… pero lleno de bañistas

Uno de los elementos más graves del caso es que Isla Cangrejo estaba oficialmente precintada desde el 3 de diciembre. Los accesos estaban vallados y señalizados en español, inglés y alemán, con advertencias explícitas sobre el peligro de oleaje y fotografías ilustrativas. Aun así, una docena de personas estaba dentro de la piscina natural en el momento del incidente.

El alcalde de Santiago del Teide, Emilio Navarro, expresó su frustración: “Hacemos un esfuerzo enorme, pero no podemos tener policías en cada rincón. Las muertes se habrían evitado simplemente respetando la señalización”.

La policía local había tenido que acudir varios días previos para volver a cerrar vallas arrancadas por bañistas. El consistorio incluso instaló puertas en los accesos para controlar el flujo, pero una reclamación obligó a retirarlas por no poder bloquearse el litoral.

Para Vicky Palma, responsable de la Unidad de Análisis de Riesgos del Gobierno de Canarias, la imprudencia fue determinante: “Las muertes se podían haber evitado. La zona estaba vallada y el archipiélago está en prealerta”.

La meteoróloga advirtió además que el episodio es parte de una tendencia creciente: en pleamar, las olas pueden amplificarse al chocar con la orografía insular, con picos que este lunes podrían llegar a nueve metros.

Turismo, riesgo y un océano que cambia

El accidente vuelve a subrayar un problema estructural para Canarias, uno de los destinos turísticos más visitados de Europa: la desconexión entre la percepción del riesgo y el peligro real en un litoral donde el mar abierto puede pasar de calmado a violento en minutos.

Algunos datos lo evidencian. Según la plataforma “Canarias, 1.500 kilómetros de costa”, el 75% de las víctimas por ahogamiento en 2025 accedió al mar en días con alerta activa. Hasta noviembre, la comunidad acumulaba 67 fallecimientos por ahogamiento, consolidándose entre las regiones europeas con mayor mortalidad en el medio acuático.

La combinación de factores es compleja: millones de turistas sin experiencia en mar bravo, enclaves naturales muy fotogénicos que se viralizan en redes, señalización que no siempre se interpreta adecuadamente y un Atlántico cada vez más impredecible debido al cambio climático. Estos elementos conforman un riesgo creciente que supera la capacidad operativa de control local, especialmente en zonas no urbanizadas.

Limitaciones y desafíos de la gestión costera

Los equipos de emergencia insisten en una realidad operativa difícil de transmitir: en un golpe de mar, la ventana de rescate se mide en segundos. Aunque se movilicen helicópteros y embarcaciones en tiempo récord, ninguna respuesta humana puede anticiparse a una ola que irrumpe sin aviso aparente.

Esta limitación técnica abre un debate mayor: ¿Cómo prevenir tragedias si incluso el cierre oficial y las advertencias gráficas no logran disuadir el acceso?

Expertos en gestión de riesgos apuntan a varias líneas de mejora: vallados más resistentes, diseñados para no ser retirados manualmente, multas claras y aplicables para quienes acceden en alerta, campañas específicas para turistas en hoteles, aeropuertos y plataformas digitales, protocolos de cierre automatizados basados en sensores de oleaje, revisión de la normativa que impide el cierre efectivo de ciertos accesos en dominio público.

Sin embargo, el equilibrio legal entre seguridad y libre tránsito dificulta aplicar medidas más contundentes.

Un aviso anticipado al invierno que llega

El presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, expresó su pésame y recordó la vigencia de la prealerta costera: “Pedimos máxima precaución. Hoy lamentamos la pérdida de vidas humanas”.

Las autoridades coinciden en que este invierno será especialmente activo en términos de oleaje. Y aunque la tecnología y los protocolos han avanzado, la clave sigue estando en la prevención y en la responsabilidad individual, especialmente en entornos tan atractivos como peligrosos.

La tragedia de Isla Cangrejo no ha sido la primera. Y, si no se modifica la relación entre visitantes, normas y océano, difícilmente será la última.

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