El legendario velero Bloodhound ha regresado al agua bajo el amparo del Royal Yacht Britannia Trust, la institución británica que se encarga de mantener al Britannia y al resto de veleros utilizados habitualmente por la familia real inglesa. Con casi un siglo de historia, el Bloodhound fue el yate con el que el rey Carlos III y su hermana Ana aprendieron a navegar durante su infancia de la mano de su padre.
Construido en 1936 por el afamado astillero Camper and Nicholsons y diseñado por Charles E. Nicholson, este velero oceánica de 19,2 metros de eslora y aparejo bermudiano se hizo famoso tanto por su elegancia como por el gran rendimiento que exhibió en las regatas en las que participo..
En 1962, la familia real británica adquirió el Bloodhound para acompañar al Royal Yacht Britannia en sus cruceros estivales por las Hébridas Occidentales. Durante estos veranos, el entonces príncipe Carlos y la princesa Ana recibieron a bordo sus primeras lecciones de marinería, donde se comenzó a forjar su pasión por la vela. Cuando no lo usaban, la Casa Real cedía el velero a diferentes clubes náuticos de Reino Unido, que ofrecían a su vez a jóvenes y aficionados la oportunidad de navegar en él por un módico precio.
Tras su venta en 1969, el barco sufrió décadas de abandono hasta ser rescatado por Tony y Cindy McGrail, restauradores de barcos clásicos, quienes lo devolvieron a su esplendor original tras cuatro años de trabajo. En 2010, el Royal Yacht Britannia Trust lo adquirió oficialmente y lo sumó a su colección flotante, gracias a diversos préstamos de la Royal Collection que han enriquecido la exhibición junto al Britannia.
En este caso, y según un comunicado oficial emitido por el Royal Yacht Britannia Trust, como parte de su restauración en 2025 el Bloodhound participará en una serie de pruebas de mar, que comenzaron con un viaje inicial hacia el sur desde Leith a principios del pasado mes de abril. El viaje se interrumpió el domingo 6 de abril debido a que el Bloodhound comenzó a hacer agua, y como medida de precaución para evitar daños y priorizar su conservación, la tripulación, que aplica una política de «cero riesgos», solicitó la ayuda de los servicios de salvamento británicos.
Franck Bruyère, director ejecutivo del Royal Yacht Britannia, explica los planes del Bloodhound. «El Royal Yacht Britannia Trust tiene el compromiso de restaurar y preservar el Bloodhound para que pueda seguir inspirando a las generaciones futuras y honrando su extraordinario legado, continuando con la educación inclusiva de la próxima generación». De hecho, la prensa británica especula con la posibilidad de que el velero se pueda chartear, un dato que no ha sido confirmado oficialmente.
Entre las otras embarcaciones que forman parte de la esta selecta flota que ha logrado reunir el Royal Yacht Britannia Trust se encuentran el Coweslip, un Flying Fifteen diseñado por el legendario Uffa Fox y que fue un regalo a la reina Isabel II y al príncipe Felipe con motivo de su boda en 1949, y el Bluebottle, un dragón construido en 1947 y regalado también ese mismo año por el Island Sailing Club de Cowes a la pareja real como regalo de bodas. Este último fue sometido a una restauración de dieciocho meses por David Heritage Racing Yachts antes de incorporarse junto al Bloodhound y el Coweslip.
