“Será una obra de relevancia global, un símbolo de la Italia que no teme pensar en grande y que se proyecta al futuro”. Con estas palabras, la primera ministra Giorgia Meloni celebró la aprobación definitiva del puente sobre el estrecho de Messina, un proyecto que ella misma describe como “estratégico para la cohesión nacional” y “esencial para integrar Sicilia en las redes transeuropeas de transporte”. En un gesto poco habitual, Meloni también sugirió que la infraestructura podría considerarse gasto de defensa, por su potencial papel logístico, lo que permitiría incluirla en los compromisos militares de la OTAN.
El pasado 6 de agosto de 2025, el Comité Interministerial para la Planificación Económica y el Desarrollo Sostenible (CIPESS) dio luz verde al proyecto definitivo, reactivando una idea que ha permanecido latente durante décadas entre planos, promesas y polémicas. El diseño prevé una estructura colgante de 3.666 metros de longitud total, con un vano central de 3.300 metros que lo convertirá en el puente colgante de tramo único más largo del mundo. Dos torres de 399 metros sostendrán un tablero de sesenta metros de ancho, elevado a setenta y dos sobre el nivel del mar, garantizando el paso libre de los buques que cruzan diariamente el estrecho.
Además del impacto visual y técnico, el puente integrará seis carriles para el tráfico rodado y dos vías ferroviarias, con capacidad para 6.000 vehículos por hora y hasta 200 trenes al día. Más de cuarenta kilómetros de infraestructuras complementarias, en su mayoría subterráneas, enlazarán la obra con las redes de transporte del sur de Italia. La inversión estimada asciende a más de 13.400 millones de euros, íntegramente financiados con fondos públicos ya aprobados en los presupuestos de 2024 y 2025. Según el Gobierno, la construcción tiene un arranque previsto entre septiembre y octubre de este año y finalización estimada en 2032 o 2033.
Meloni ha insistido en que el puente no es solo una obra de ingeniería, sino un acto de “restitución” para el sur del país. “Sicilia no debe ser vista como una periferia, sino como el centro de un Mediterráneo en el que Italia quiere jugar un papel protagonista”, declaró. “Este puente es un mensaje de unidad y de confianza en nuestro futuro”.
Sin embargo, la grandilocuencia del proyecto contrasta con las críticas que acumula. Desde la oposición política se denuncia que la inversión podría destinarse a prioridades más urgentes para el sur. Organizaciones civiles y ecologistas han convocado multitudinarias manifestaciones, con más de 10.000 personas en las calles, para advertir del riesgo sísmico, el impacto ambiental, las expropiaciones que afectarán a unas 500 familias y el peligro de que las obras se conviertan en un imán para intereses mafiosos. A ello se suman las validaciones pendientes del Tribunal de Cuentas y de la Comisión Europea, así como varios recursos judiciales que podrían ralentizar su avance.
