Hay personas que viven con los pies en la tierra y otras que parecen hechas para recorrer el mundo. Algunas lo hacen para escapar; otras, para buscar algo. Pero hay una clase especial de viajeros que no solo se mueven por el planeta, sino que lo documentan, lo escuchan, lo respetan. Son los que convierten cada destino en una historia, cada encuentro en una enseñanza, y cada imagen en una forma de hablar sin palabras.
Nuestro protagonista, Gotzon Mantuliz (País Vasco, 1988) es uno de ellos. Explorador, narrador visual, testigo de lo salvaje. Lleva años recorriendo ecosistemas extremos con una cámara como brújula y una curiosidad insaciable como motor. Ha estado allí donde el mar se impone con su silencio, donde el desierto enseña sus reglas de fuego y donde la selva respira a su propio ritmo. Su trabajo –si es que puede llamarse trabajo lo que nace de una vocación tan clara– ha aparecido en documentales, series y publicaciones que buscan comprender, desde la emoción y la ciencia, cómo funciona la vida fuera de nuestras rutinas.
Acaba de regresar del Mar de Cortés, donde ha presenciado una de las mayores concentraciones de móbulas del planeta. Y sin apenas deshacer la maleta, prepara ya su próximo viaje: Uganda, tras las huellas de los gorilas de montaña. Mientras traza su siguiente ruta, nos detenemos con él para hablar de lo aprendido al borde del agua, de la importancia de la calma bajo el caos, de qué significa realmente viajar con propósito y de por qué la aventura no está reñida con la sostenibilidad. Una conversación íntima con quien ha hecho del asombro su manera de estar en el mundo.
Estoy obligado a hacerte esta pregunta antes que ninguna otra: ¿De dónde vienes y hacia dónde vas? Porque me han contado que te espera un viajazo esta misma semana…
Vengo de sumergirme en el corazón del Mar de Cortés, donde estuvimos grabando para Cazadores de Imágenes en medio de una de las mayores concentraciones de móbulas del planeta. Y ahora, esta misma semana, pongo rumbo a Uganda. Voy tras los pasos de los gorilas de montaña y espero encontrarme en el camino con mucha fauna.
¿Qué es lo primero que haces al despertar cuando estás en un sitio nuevo?
Me asomo al entorno. Aunque esté medio dormido, me gusta ver dónde estoy. Ya sea la jungla, el desierto o el mar, disfrutar unos segundos y ser consciente de lo que tengo alrededor.
Hablemos un poco del mar: ¿qué te ha enseñado el mar sobre ti mismo?
Que no tengo el control de nada. El mar te pone en tu sitio con humildad, te obliga a escuchar, a adaptarte y a respetar sus tiempos. Me ha enseñado a ser paciente y, sobre todo, a no dar nada por hecho.
¿Hay alguna lección que te haya dado el océano y que lleves contigo en tierra firme?
Sí: la importancia de la calma en medio del caos. Bajo el agua, todo es más lento, más consciente. Las prisas bajo la superficie nunca traen nada bueno. En tierra intento aplicar esa misma filosofía: no ir más rápido de lo que el entorno me permite.
¿Qué no puede faltar en tu mochila?
Una cámara, una navaja, algo de comida y mucha curiosidad. La curiosidad es la que me ha llevado a los lugares más inesperados.
¿Cómo crees que se puede combinar aventura y sostenibilidad real?
Siendo honesto con el impacto que generas. No se trata solo de compensar emisiones o usar materiales reciclados, sino de decidir con responsabilidad a dónde vas, cómo llegas y qué dejas atrás. Y sobre todo: contar historias que inspiren a cuidar y apreciar.
¿Cuál fue la última vez que hiciste algo por primera vez?
Lo primero que se me viene a la cabeza es la paternidad. Ya ha pasado más de un año, pero aún sigo adaptándome y aprendiendo en esta maravillosa aventura.
¿Qué ruido te resulta más tranquilizador: el de las olas, el del bosque o el del silencio total?
Cualquiera relacionado con la naturaleza. Es una armonía llena de vida, con crujidos, hojas, cantos de aves, el susurro de la marea… Es un tipo de paz que siempre me recarga.
¿Qué te hace quedarte más tiempo en un lugar?
Los encuentros inesperados. A veces es un animal, otras un lugar, una conversación. Cuando algo me toca de verdad, siento que necesito más tiempo para entenderlo y para capturarlo con la cámara o con la mirada.
¿Qué le dirías a tu ‘yo’ de hace 20 años?
Que no tenga prisa, que no trate de encajar, y que todo lo que anhelaba de niño –los animales, la naturaleza, el explorar– puede ser también su trabajo.
¿Qué sensación buscas repetir siempre en tus viajes?
Esa mezcla entre asombro y la sensación de estar viviendo el presente, de que no existe nada más, solo ese instante. Cuando te das cuenta de que estás viviendo algo único, irrepetible, y sientes que el esfuerzo por llegar hasta ahí ha valido la pena.
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Viajar, en este caso, no es un pasatiempo ni una huida. Es una forma de mirar el mundo con profundidad, de escucharlo sin interrupciones, de aprender de él con humildad. Y también de enseñarlo, con honestidad y emoción. En cada respuesta, se intuye no solo un testimonio de aventura, sino una filosofía de vida: vivir lento, observar con intención, y dejarse transformar por aquello que se descubre. Porque al final, como él mismo demuestra, la verdadera expedición es hacia uno mismo.