Antonio Orozco (Hospitalet de Llobregat, 1972) ha vendido más de un millón y medio de discos a lo largo de su carrera y cada mes, solo en Spotify, tiene 3.4 millones de oyentes. Pero en su velero, cuando zarpa del Port de Sitges, todo se reduce a lo más esencial: amor al mar, temor, incertidumbre que alimenta, conexión con su hijo. Esa pasión por los veleros que nació ayudando a su padre en Port Ginesta, es hoy un espacio de libertad innegociable.
¿Cómo fue tu primera vez en esto de navegar?
Mi padre trabajaba todo el día, todos los días: los domingos limpiaba barcos en Port Ginesta. Y yo iba a ayudarle, al menos, desde los 14 a los 17 años. Así pues, en los primeros barcos que me monté, me monté para limpiarlos. Allí nació ese apego por los barcos. Es una época importante de mi vida: lo que hacía con mi padre lo tengo grabado.
¿Cómo se llamaba tu primer barco?
“Sharky”, un Sun Odyssey 2000 que compré por 11.000 euros cuando me vine a vivir a Sitges y que pagué a plazos. Yo daba mi vida por ese barco. Por eso busqué, a la hora de traspasarlo, una persona que tuviese mucho amor por el mar y mucho cariño. Encontré un doctor que estaba buscando un barco chiquitito y se lo llevó a Calpe, Alicante. Todavía lo tiene, y mejor de lo que lo tenía yo. Luego pasé a este velero, otro Sun Odyssey, con el que llevo navegando cinco años.
¿Qué es lo que te gusta del mar, de navegar?
A mí lo que me gusta de navegar es la incertidumbre y la libertad. Cuando pierdes tierra de vista estás tú contigo mismo y en eso hay unos límites. Sabes que vas aprendiendo a superarlos poco a poco, pero al principio eran límites muy fuertes. No era miedo, era terror. Terror.
Terror a lo desconocido, terror a la variabilidad de la meteorología. Terror a todo… Era pensar: me monto en una nave que no sé adónde va ni cómo voy a hacer para llegar de destino. Pero, poco a poco, fui controlando los miedos a base de sabiduría y de conocimiento.
¿Has tenido alguna mala experiencia en tus navegadas? Tormentas…
Sí, he tenido dos. Una por L’Ampolla, llegando al Delta del Ebro. Un encuentro bastante salvaje con un viento que no es muy conocido. Luego un marinero local me contó: se llama Vent del Glob. Un viento que dura unos 10 minutos, pero en donde pasas de calma total a 40 nudos firmes y rachas de 50. Llevaba todo el trapo puesto y de repente entró, tumbó el barco y nada quedó en su lugar a bordo…
¿Y, por esos sustos, llegaste a decirte: no navego más?
Ah, no, no… Sabes, yo aquí en el mar he encontrado algunas cosas que había perdido hace tiempo. La libertad. Vivo la vida de una forma diferente y mucho más libre.
¿Qué tipo de conexión encuentras entre el mar y tu creación artística? ¿Entre esas sensaciones que describes y tu música?
La inspiración en el mar es algo realmente increíble porque todo es inspirador. El entorno es tan salvaje y tan real, el color de los colores, la vida en sí misma, o sea, como transcurre la vida a tu alrededor en un velero. Todo está en un modo tan salvaje que llega hacia ti en un tono totalmente distinto.
No se ve la vida de la misma forma, no se siente de la misma forma, no se entiende el tiempo de la misma forma. Todo lo demás viaja de una forma diferente en la inspiración. Cuando estas navegando uno toma más tiempo para todo, hasta el proceso de comer.
Esos 10 o 20 minutos de siesta que puedes tomar se disfrutan con mucha mayor intensidad. Preparar la comida, o aprovechar una calma para darte un baño. Todo en un barco se intensifica. Las relaciones humanas son mucho más intensas. Las relaciones de amistad también lo son. Cuando un par de amigos convergen en un velero durante muchos días de navegación son amigos para siempre.
Un barco lleva al límite a las personas, al límite en los dos sentidos, en el bueno y en el malo. Un barco puede sacar lo peor de ti, porque las navegaciones pueden resultar duras, porque navegar en tormenta durante horas y horas y horas puede resultar tormentoso y si tú no tienes un carácter adaptado o no eres agua, propiamente dicha, realmente va a ser tormentoso.
Y todo esto ¿llega después a una letra, llega una melodía?
Absolutamente, todo está conectado. En el barco, si tu buscas, lo vas a encontrar. Lo que sea. La gente del mar tiene otro tipo de conexión con la vida, tienen menos prisa, son personas más acostumbradas a la incertidumbre y pueden adaptarse a lo nuevo de una forma sencilla. Es un carácter mucho más maleable, mucho más hecho a la fortuna, porque al final el barco te lleva a lugares que no son tan apacibles o afortunados. El desencuentro existe. De hecho, cuando uno navega muchos días seguidos, aprende a vivir una bonita incertidumbre, que es decir no sé dónde voy, pero me encanta. Cuando sales al mar, aunque tienes referencia de lo que pueda pasar con el viento y hacia dónde puedas ir, lo que te gusta en realidad es no tener muy claro qué va a pasar.
¿Y cuál es la relación entre esa incertidumbre que te genera el mar y tus creaciones?
Una canción es una travesía que llega a puerto, que llega a buen puerto normalmente. Una canción empieza de la nada, intenta buscar, explicar algo que solamente tú sentiste, intenta contar algo para que todo el mundo lo entienda. Pues es como una travesía que parte de algún sitio, quiere ir a hacia un cierto destino, pero no sabe muy bien cómo va a ser la forma ni la manera de lograrlo, no sabes si el tiempo te va a acompañar o no.
En este barco han nacido muchas canciones que hoy son canciones importantísimas en mi vida. Que lo cambiaron todo, igual que alguna de las travesías que he hecho con este velero también me cambiaron la vida.
¿Qué canción? Dame un ejemplo.
Hay una canción que se llama “Entre Sobras y Sobras Me Faltas”, una canción que a mí me ha cambiado totalmente la vida porque me llevó a un lugar que yo no había estado nunca, desde un punto de vista profesional, que tiene que ver con la sensación que uno tiene en un barco, donde a pesar de tenerlo todo, siempre te falta algo. Siempre te falta la persona adecuada, el momento importante…
Un barco es un universo estrecho y amplio de miras, ¿sabes? Es una casa con vistas a todas partes, pero es un universo muy estrecho que necesita personas poco exigentes en el sentido de que nos adaptamos a la vida tal como viene.
Poco exigentes en ese sentido, claro, un marinero es exigente en otros muchos sentidos. Pero yo digo, poco exigentes en el sentido de que nos adaptamos a la vida tal como viene.
Los mejores momentos que he encontrado y la inspiración máxima que he encontrado en el barco han sido navegando desde aquí a Mallorca con mi hijo. Hemos tenido momentos difíciles y ha habido tormentas y días de mucho viento y ha habido veces que no sabes cómo enfrentarte al mar y pasas miedo… Pero cuando el barco pasa las 4 millas desde tierra y no hay cobertura, entonces tu hijo no tiene escapatoria. Y solo le queda una cosa, que es su padre. Créanme, hay un universo nuevo que se abre, hay un camino increíble para viajar con él. Y de repente el mundo de él se abre de otra forma, pues porque te lo deja ver.
Pues en el barco hay unos códigos de educación y de convivencia que son muy fuertes, están arraigados como el orden absoluto, la jerarquía aplicada, o sea, hay cosas que empiezas a entender cuando te montas un barco y vas con una persona que tiene mucha más experiencia que ti, y sabes que a partir de ese momento tu opinión, pues es importante, pero no es la más importante. Si hay alguien que sabe más que tú, sabe más que tú. Si eso todo eso aplicara en la vida, la gente sería mucho más civilizada.
¿Qué te ocurre a nivel más personal, psicológico, cuando navegas?
A nivel del pensamiento, cuando estás en un barco, dependes tanto de ti mismo que, al final, todos tus sistemas están en alerta y no te da tiempo de pensar en otras cosas. Me pasa cuando navego: estoy muy pendiente del viento y entonces mis niveles de estrés y de ansiedad se reducen a lo bestia. Porque es que yo no tengo tiempo para estresarme y estar mirando el viento.Sin embargo, la vida, las rutinas te llevan a unos lugares de ansiedad que son más difíciles de controlar porque son estados de ánimo a los que entras por cansancio, aburrimiento, ¿sabes?.
A mí me pasa que pintando, cuando estoy pintando, como estoy tan concentrado en lo que estoy haciendo nunca tengo estados de estrés ni ansiedad marcados. De hecho, si los he tenido y cuando me he estado pintando o navegando se me quitan. Sí, eso es porque tu cabeza tiene que ocuparse de otras cosas en ese momento y por lo tanto la para ocupar la ocupas, pero para poderla ocupar primero la tienes que desocupar.
¿Cuál es tu lugar de mar en el mundo?
Formentor. Es mi sitio favorito en el mundo. Voy muchas veces a Formentor, a pasar una noche y vuelvo. Me cojo el barco si hay una ventana más o menos de viento que sea razonable, para que yo pueda navegar solo y allá voy… Paso la noche y al día siguiente me vuelvo. Intento aprovechar el tiempo para escribir, para leer, para cocinar.
¿Un escritor de mar?
Hemingway. Yo viajo mucho y aquellos sitios que realmente me gustan, son sitios, hoteles, cafeterías, bares… en los que ha estado Hemingway.