Pol Segura es un menorquín de 31 años que tampoco tenía mucha relación con la mar. Sin embargo, cuando estudiaba en Barcelona conoció a un amigo cubano, David, se estrenó en un velero haciendo la travesía hasta Menorca y se quedó totalmente enganchado por la experiencia. Tanto es así, que el veneno le penetró hasta tal punto que se prendó de la romántica idea de vivir en un barco. Tras volver a casa con los estudios terminados, un buen día le surgió una oportunidad que tiene tanto de ganga como de locura: quedarse con un velero arrasado por un incendio comprándolo por la cantidad simbólica de un euro.

El Trepitxol, un Furia 372 (37,2 pies de eslora/11,3 metros) de 1992 cuyo armador era un navegante de Mahón, José María Mas, se encontraba apuntalado en un campo del interior de la isla después de incendiarse. Mas solía hacer regatas a bordo, pero tras el drama del fuego decidió dejarlo en dique seco. Y ahí apareció en el año 2020 la figura de Pol, que decidió liarse la manta a la cabeza y, poco a poco, ir reconstruyendo el velero. Cinco años después está a punto de botarlo, una ceremonia que tendrá lugar a lo largo de este 2025 si no surgen inconvenientes de última hora.
Con un euro menos en el bolsillo y la figura de armador recién estrenada en el curriculum, las opiniones que le llegaban a Pol cuando preguntaba a los expertos eran de todo menos halagüeñas. «Es una locura, te va a costar un esfuerzo enorme, te vas a gastar dineral y te vas a rendir por el camino. Mejor cómprate un nuevo», era más o menos el resumen del mantra que llegaba por todas las fuentes consultadas.

Pol, que es carpintero y fotógrafo de profesión, y que incluso construye sus propias cámaras, fue uno de los protagonistas del Encuentro de Navegantes organizado por Allende los Mares que tuvo lugar hace pocas fechas en Castellón. Allí nos sentamos con él para charlar tranquilamente de los motivos que le llevaron a seguir adelante con su odisea pese a las opiniones que recibía en contra. «Yo me enamoré del barco y de la idea de repararlo. Si piensas en términos económicos o de tiempo invertido es cierto que no compensa. Pero yo no me lo quedé por eso, sino por la experiencia en sí misma y por todo lo que podía aprender durante el proceso. Y es verdad que he estado varias veces a punto de abandonar, pero ahora estoy muy contento de haber seguido adelante; la idea es llevarlo al agua este mismo año», relata con una sonrisa.
«Mi padre tiene una tienda de muebles y necesitaban un carpintero y yo necesitaba más dinero que el que podía ganar con las fotos, así que entré a trabajar en el taller de la tienda donde me prestaban el espacio y las herramientas para la restauración. Además contaba con la ayuda de Hermógenes, otro amigo cubano que nos conocimos en una de las travesías Menorca-Barcelona, es enfibrador profesional y estaba dispuesto a enseñarme», explica el protagonista de nuestra historia.

A raíz de ahí, Pol seguía aprendiendo y echando horas sin tener muy claro donde se metía, pero con la ilusión por bandera. Siendo objetivos, los números está claro que no salen: lleva invertidos unos 35.000 euros en material y es incontable el número de horas de mano de obra que ha dedicado a su sueño. Un Furia 372 similar al suyo en el mercado de segunda mano se puede encontrar hoy en día por unos 45.000 euros, por lo que es evidente que solo el trabajo que le ha dedicado en estos cinco años ya sería impagable. Pero lo que de verdad no tiene precio es la gran satisfacción de haberlo conseguido y el enorme aprendizaje que ha adquirido durante todo este proceso.
Haciendo un repaso a groso modo, la lista de tareas del Trepitxol ha consistido en reponer media cubierta de fibra, la restauración por completo del interior, la carpintería entera, todos los sistemas eléctricos y de aguas y un sinfín más de tareas que vivieron un punto de inflexión gracias a un tesoro que apareció por el camino.
«En uno de esos momentos en los que parecía casi imposible que pudiera seguir adelante, en abril de 2021, me surgió la oportunidad de quedarme con un Moody 37 con bandera francesa que sufrió un accidente en el puerto de Mahón. Se quedaron varados en las rocas de la bocana del puerto. Para sacarlo de allí, lo arrastraron y le abrieron un boquete que lo hundió rápidamente. Los propietarios lo tenían muy bien preparado, al parecer querían dar la vuelta al mundo, pero el barco se quedó en Menorca y ellos se desentendieron. Me puse en contacto con la empresa que quería desguazar el barco y me dijeron que por tres mil euros podía llevarme todo lo que quisiera. Conseguí un mástil, jarcias nuevas, un juego de velas, un motor bastante nuevo, el arco de las placas solares, la estructura de la timonera y su rueda, las escotillas, el metacrilato de la entrada y algunos winches. Fue un paso de gigante, pero aun tenía mucho trabajo…», rememora.

«Muchas cosas no las hacía bien a la primera y tenía que deshacer y repetirlas… Al principio creía que tardaría dos o tres años y ya estaba empezando el cuarto. En 2024, me apunté a un curso gratuito de mecánica en la escuela del mar, desmontamos un motor marino, buscamos recambios y volvimos a montarlo pieza a pieza. Estuve a punto de tirar la toalla varias veces: errores, frustraciones, pero de cada situación crítica he salido reforzado con la idea de aprender del error, recordándome que es un proyecto escuela, dejando aparcadas las ganas de vivir en el velero para seguir el camino autodidacta«, explica con orgullo.
Tras todo este proceso, el sueño de Pol está a un par de bordos de cumplirse. «La idea de vivir en el velero está cada vez más cerca. El plan es llevar a cabo la botadura a finales de año y entrar en la siguiente etapa, conocer el barco y conocerme a mí mismo como armador en la mar, moverme con la fuerza del viento y seguir disfrutando del viaje», remata.
Buen viento y mucha suerte, patrón.
