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Sin rumbo común: la retirada de Alinghi y el futuro incierto de la Copa América

El adiós de Ernesto Bertarelli se suma al de Jim Ratcliffe y su Ineos y complica enormemente la disputa de la próxima edición en 2027.

El culebrón que serpentea marcando el camino para la próxima edición de la Copa América sigue devorando jalones poco esperados. Primero fue la renuncia de Barcelona a seguir como sede; luego el divorcio dentro del Challenger of Record (el equipo que pacta con el defensor el protocolo de la siguiente edición) entre Jim Ratcliffe y Ben Ainslie, que acabó con el adiós del primero (y del consiguiente patrocinio de Ineos); posteriormente la marcha de Pete Burling del New Zealand y la guinda del pastel ha sido la retirada del Alinghi Red Bull Racing, el proyecto más ambicioso económicamente de todos los posibles desafiantes.

Tanto es así, que el Alinghi era el único equipo que había firmado contratos de dos campañas con la gran mayoría de sus componentes para asegurarse una segunda edición con posibilidades de victoria tras volver a la actividad en la edición del año pasado en Barcelona. Tras ganar la Copa América en 2003 y 2007, perderla en 2010 y retirarse del escenario, Ernesto Bertarelli había vuelto al ruedo dispuesto a recuperar la Jarra de las Cien Guineas.

Sin embargo, las conversaciones entre el New Zealand y los equipos interesados en participar en la siguiente edición se rompieron definitivamente la semana pasada, y la primera consecuencia ha sido el adiós del Alinghi. «A pesar de todos nuestros esfuerzos, no hemos logrado llegar a un acuerdo con el Defender de la Copa América (Emirates Team New Zealand) para el futuro del evento. Nos hubiera gustado ver más responsabilidad, más transparencia y nuevas oportunidades para competir no solo individualmente, sino también como grupo. De esta forma, todos juntos, podríamos haber logrado un evento comercialmente viable que hubiera atraído cobertura televisiva mundial, espectadores y patrocinadores. Por lo tanto, es con gran decepción que hemos iniciado una disolución ordenada del equipo Alinghi Red Bull Racing», relataba el comunicado del equipo suizo.

El Emirates New Zealand no parece demasiado preocupado por el tema. Podríamos jugarnos un cofre repleto de doblones de oro a que Grant Dalton ya tiene acopio de materiales y medios para construir su próximo barco, un factor crítico en el caso de que fuera un ciclo corto con regatas en 2027. Incluso podríamos apostar también a que su equipo de diseño ya está trabajando en secreto en el diseño, puede que no del barco entero, pero sí de muchos detalles de un velero cuyas reglas tardarán varios meses en conocer sus futuros rivales.

Dalton, jefe máximo de los kiwis, no tardó en salir a escena. «Resulta sorprendente, aunque desde hace tiempo es evidente que les ha costado recuperarse de su floja actuación en Barcelona», comenzaba sable en mano el CEO del New Zealand. «A petición de Alinghi, incluso se han incluido concesiones específicas en el borrador del protocolo, como la flexibilización del requisito de nacionalidad para permitir que dos extranjeros les ayuden a potenciar su talento a bordo, así como la creación de grupos de trabajo compuestos por representantes de todos los equipos para reunirse en torno a formatos de regata e iniciativas de retransmisión televisiva», remataba. 

Es lo que siempre ha caracterizado a la Copa América, y lo que probablemente la ha convertido en el trofeo deportivo más antiguo del mundo abstrayéndose de las modas y los toboganes económicos: el ganador es el que pone las reglas con el Deed of Gift, un manifiesto de dos páginas de finales del siglo XIX, como único límite. Y en el 90% de los casos, es el dinero de un multimillonario, y no de una empresa privada, el que asegura su desarrollo. La vara de medir es la sonrisa del armador, no el ROI, ni el clipping, ni los CTAs ni el retorno económico del inversor. En el job description de un equipo de Copa América, la búsqueda de la felicidad del dueño es el punto número uno; algo que al final es lo que aplica a todos los negocios del mundo, pero en este caso es aún más evidente porque de entrada ya hay muchos millones de euros de pérdida económica garantizada.

En el borrador del protocolo que mencionaba Dalton estaba la misma receta de siempre: el defensor de la Copa poniendo las reglas lo más favorables posibles para su misión de retener la Jarra, y el resto luchando por lo contrario. Lo que más chirriaba quizás de este borrador es que el New Zealand se reservaba el derecho a decidir quién sería el Challenger of Record en el caso de que Ben Ainslie no logre la financiación necesaria tras perder el dinero de Ineos. Los defensores han elegido siempre a los equipos con los que firmaban el protocolo de formas más sutiles, como juntándose en el mismo barco para rubricar el acuerdo al segundo de acabarse la última regata, pero ponerlo negro sobre blanco es quizás atentar excesivamente contra el espíritu del Deed of Gift.

Al final, la suma de todas estas circunstancias complica enormemente que la próxima Copa América se celebre en 2027; entre que se confirma si Ainslie consigue el dinero o no y se aclara la posible en entrada de un posible equipo australiano, a día de hoy solo están 100% confirmados para la siguiente edición el New Zealand y el Luna Rossa Prada italiano.

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