Aun no ha llegado a la Casa Blanca, aunque ya va apuntando algunas medidas que tomará en cuanto llegue. Donald John Trump, presidente electo de los Estados Unidos desde el pasado 6 de noviembre y que tomará posesión del cargo en menos de un mes, el próximo 20 de enero, ya ha dejado caer con quien quiere contar en su gabinete y cuáles serán sus líneas maestras para su segundo periodo como jefe de estado, tras un hiato de cuatro años en el que el demócrata Joseph Robinette (Joe) Biden le sucedió en el cargo.
Junto a una serie de nombres que apuntan a ser los asesores más cercanos de Trump, el empresario nacido en Queens ha anunciado una serie de medidas que afectan directamente a otros países, como Ucrania, Dinamarca (por su ligazón con Groenlandia) o Panamá. Sobre este último país ha sido claro y ha hablado sin ambages: quiere que el Canal que atraviesa el país y permite navegar en horas desde el Océano Atlántico al Pacifico, regrese a manos estadounidenses tras 25 años en manos de la Autoridad del Canal de Panamá, un organismo público de la República de Panamá.
El futuro presidente de Estados Unidos exige la devolución del canal “si no cesa la estafa” de la autoridad que administra la infraestructura, que a su entender “cobra tarifas exorbitantes a los barcos estadounidenses”, que navegan por él. Este anuncio-exigencia al gobierno panameño está a la altura de la idea de que Groenlandia esté controlada por Estados Unidos “por motivos de seguridad nacional y libertad en todo el mundo”, una razón que se ha tildado de “irrespetuosa” desde la isla más grande del mundo y del que no ha habido respuesta oficial desde el gobierno danés, del que es una autonomía desde 1979.
Dos años antes de que Dinamarca otorgase la autonomía a Groenlandia, en 1977, Washington D.C. fue la ciudad donde se firmaron los dos tratados Torrijos-Carter, garantizando que Panamá obtendría el control de su canal el 31 de diciembre de 1999. El segundo acuerdo aclararía una cuestión no menor: Estados Unidos retuvo el derecho permanente de defender el canal de cualquier amenaza que pudiera interferir con su continuo servicio neutral a los buques de todas las naciones. Esto ultimo no es algo menor, aunque su consideración es para casos excepcionales, no a criterio de un presidente de estados Unidos porque le parezcan caras las tarifas de tránsito.
El canal en cifras
El canal de Panamá tiene 82 kilómetros de longitud desde su entrada o salida por el Pacifico, junto a la capital de este país centroamericano hasta el acceso al Mar Caribe, en el Atlántico, en la bahía Limón, junto a la ciudad de Colón. Un sistema de esclusas en cada lado permite salvar los desniveles oceánicos con los canales y lago interior. Ese recorrido suele llevar entre ocho y diez horas a cada buque y a su vez le permite evitar rodear América para pasar de un océano al otro por el estrecho de Magallanes en el extremo sur, un viaje que, en lugar de unas horas, puede ser de entre 11 y 12 días.
Este paso casi obligatorio de buques, unos 40 al día, lo que significa 14.600 al año, implica que por el canal pase el 5% mundial del comercio y que 180 rutas que conectan unos 1.900 puertos en todo el mundo tengan en su viaje el paso por este canal navegable. Para Panamá esta infraestructura es muy importante para su economía: genera el 7,8% de si producto interior bruto y para finalizar, el 70% de los barcos que transitan por allí tienen relación con Estados Unidos, ya sea porque sus escalas son en alguno de sus puertos, porque son de empresas americanas o bien porque hay intereses estadounidenses a bordo. Al conocer la importancia que supone el canal para la economía de su país, Trump expresó su indignación por los precios a pagar por cada tránsito.
Historias lejanas
Y es que el Canal de Panamá no solo tiene una importancia capital en la economía, también está estrechamente ligado a la geopolítica del continente. Tras el fracaso del proyecto de Ferdinand de Lesseps (ideólogo también del canal de Suez) a finales del siglo XIX, el segundo intento tuvo clara influencia estadounidense. De hecho, para que las obras siguieran adelante, se planteó ceder los derechos de explotación y construcción del Canal de Panamá y el control de la zona en torno al mismo a Estados Unidos. Colombia no estaba de acuerdo con la cesión territorial, ya que por entonces Panamá era un departamento colombiano. Washington lo tuvo claro: sabía de las ansias independentistas de buena parte del pueblo panameño y fue un activo defensor del derecho a ser un país soberano, ajeno a Colombia. Lo consiguieron, aunque el apoyo a la independencia tuvo un precio: Estados Unidos se quedaría con los derechos a perpetuidad del canal, además de una franja de ocho kilómetros a cada lado de este, a cambio de una suma de 10 millones de dólares y una renta anual de 250 000 dólares. Mereció la pena apoyar la independencia: el negocio estaba hecho.
El 15 de agosto de 1914 el primer vapor transitó por el canal: el Ancón, un nombre de barco que consta con letras mayúsculas en la historia del canal y del país, como también consta un año, 1963, como el primero en el que el canal pudo operar las 24 horas del día gracias a la instalación de alumbrado en zonas clave. El año siguiente también se recuerda especialmente en Panamá por la muerte de 22 manifestantes que formaban parte de un grupo que reclamaba la soberanía panameña sobre el canal. Los disparos de la policía estadounidense para evitar el tumulto acabaron siendo letales para muchos y el nueve de enero de 1964 pasó a ser conocido como “el día de los mártires” y fue declarado festivo nacional en su memoria.
La larga vuelta
Los hechos del dia de los mártires aceleraron los acontecimientos y aquel “a perpetuidad” fijado en 1903, tembló más que nunca. El apoyo a Panamá por parte de gobiernos internacionales como México, Costa Rica, Venezuela y la misma Colombia obligaron a Estados Unidos a mover ficha y empezar a negociar la devolución de gestión, soberanía y territorio al país por donde transcurría todo el canal navegable. Las reuniones se iniciaron en 1970 y no fue hasta 1977 cuando los presidentes Omar Torrijos y Jimmy Carter (el último en su primer año de presidencia) acordaron que en canal seria netamente panameño 22 años después.
Y ahora, en 2025, un cuarto de siglo después de la devolución del canal, Estados Unidos, o más concretamente su 47º presidente lo reclama otra vez. Legalmente tiene poco respaldo para hacerlo fuera de la diplomacia, que es un camino casi imposible, mientras que si efectuase una intervención militar para estaría fuera de la legalidad internacional y rompería los tratados firmados entre ambos países.
Solo el tiempo dirá si las reivindicaciones de Donald Trump son un brindis al sol para que hayamos hablado de él una vez más… o tienen un contenido real. Aún no ha vuelto al cargo y ya está consiguiendo ser el centro de atención en medio planeta, incluido uno de los puntos calientes del comercio mundial: un canal fundamental para unir los puertos del planeta.