Quedan menos de 800 nm para llegar y, en contra de lo que cabe suponer, después de tanto tiempo tan lejos de algo ni remotamente cercano a eso que los cursis llaman nuestra zona de confort, lo que veo aquí es, al contrario, cierto desánimo incipiente, porque el final ya no se percibe tan lejano ni impreciso.
No sé. ¿Será que, una vez descubierta, la zona esa es ésta?
Ayer el viento cayó por debajo de 15 knt, y aprovechamos tal condición para encontrar cualquier excusa de mantenimiento que justificase celebrar esa gran ceremonia que siempre es subir al palo navegando.
Elevarse al tope del mástil a 40 metros de altura, de un sloop con sus mayores velas desplegadas, es algo que merece la pena vivir y, también, por lo que merece la pena haber vivido.
No encuentro una palabra que describa eso de sentir cómo el océano absoluto te rodea esféricamente. Pero conmociona aún más, si cabe, mirar hacia abajo y que la perspectiva te confirme la pequeñez del casco del Amibola. Y la nuestra toda.
También, por qué negarlo, la panorámica es asombrosa, épica y estética. Ambas velas, mayor y spinaker, portando firmes, para que la proa rasgue una tela, que cocerá por popa con su estela. Ancestralmente grandioso.
Como en todo lo que hacemos estos días, priorizamos la seguridad. Lo primero es que quien sube, tenga confianza plena en dos personas: quien lo sube y quien está al timón.
Primero, el winchman, tendrá literalmente su vida entre las manos. Sobre todo, en el descenso, cuando tenga que filar a pulso la driza con la que antes lo ha izado. Y el segundo otro tanto, porque un pequeño giro desafortunado de las palas, abajo, se convierte en una oscilación violenta de varios metros, arriba.
Elegidas las personas llega el momento del material.
En Lanzarote nuestra vieja guindola, traspasada una y otra vez de nuestros barcos anteriores, nos dio un par de preavisos de jubilación. Saltaron, prácticamente a la vez, las costuras de ambos perfiles laterales y, aunque sabemos que esos textiles no hacen a su seguridad, que depende de su estructura reforzada, escuchar rasgarse lo único que te sostiene allí arriba fue… movilizador a hacernos con una nueva rápidamente.
Así que estamos estrenando la guindola muy pro que compramos en la náutica de Marina Rubicón, y arriamos el código 0, para tomar prestado su dos a uno.
Iñaki y Fernando supervisan los nudos y todo parece está preparado para que, uno a la vez, el Gato y yo mismo nos aventuremos.
Un abrazo desde 17º 34.450N · 45º 18.423O. El mejor lugar, del mejor lugar del mundo para estar hoy.
Capitán Salmón
Socio-cofundador de la agencia de marketing Ernest