Hoy es nuestro décimo quinto día de navegación –décimo octavo a bordo–. Hemos recorrido unas 2.500 nm desde Sotogrande y nos faltan unas 1.300 nm para alcanzar el Port de Plaisance en Sint Maarten, una las antiguas Antillas Holandesas.
Matías me corrige, “…el cruce del Atlántico no se mide desde Sotogrande, sino desde Canarias”. Siendo así, hoy es nuestro décimo segundo día navegando y desde Lanzarote hemos hecho 1.900 nm.
Mídase como fuere, hemos superado ya el ecuador de este viaje, que se extiende a lo largo del paralelo 15º al norte de la línea terrestre homónima, y que está siendo como para repetir cada año.
Quiero dedicar las líneas de hoy a Felipe y a lo que hace, esencial, por nosotros. Porque el Gato no solo es un gran compañero de aventuras y conversador afable. Se ocupa de algo tan “maslowiano” como darnos de comer.
Los capitanes antiguos sabían que la buena manduca libra motines y, aunque hoy nuestros parámetros sean otros, no ha perdido vigencia la verdad de la que emana el aforismo. Porque todo lo que sucede a la hora de las comidas y lo que allí se genera, nutre también el alma y la convivencia.
A quien se ocupa de esto en los barcos se lo llama jefe de cocina, y ahora me parece más exacto que cocinero, porque su trabajo no se ciñe solo a preparar la comida, que ya sería mucho. Comienza por confeccionar la lista certera de víveres y provisiones, que no puede quedarse corta, por razones obvias, ni pasarse, porque aquí todo ocupa un espacio que no hay.
Lo primero, deshacerse de los envases -disculpas a mis amigos diseñadores por lo anterior que parece, sin ser, un desprecio al packaging que hoy es un componente determinante de cualquier producto- y lavar cada pieza de fruta y verdura, elegidas verdes para madurar viajando, con agua dulce y algo de lejía, que matará cualquier bicho microscópico que pueda comérsela antes que nosotros.
Luego, la estiva conveniente, siguiendo máximas de sentido común en las que solo piensas, cuando piensas en ellas.
Cajas estancas, para los secos como galletas, harina, arroz o latas. Cajas abiertas en localizaciones ventiladas, para los frescos. Los huevos que pueden mantenerse hasta un mes, si cada 3 días se giran un cuarto de vuelta, evitando que la yema toque la cáscara.
Y finalmente, no deja de haber algo esencialmente circular en cómo casi todo lo que está estibado como víveres, tras un par de días, vuelve al mismo espacio, convertido en residuo. Porque mientras los desechos orgánicos acaban en el mar, plásticos y latas regresan a donde estaban en degradada, y embolsada, condición.
Así pues, gracias a Felipe y a todos los jefes de cocina, de nuestra parte y de la de todas las tripulaciones.
Un abrazo desde 14º 54.754N · 39º 58.285O. El mejor lugar del mundo para estar hoy.
Capitán Salmón
Socio-cofundador de la agencia de marketing Ernest