Muchos destinos europeos emblemáticos lidian con los impactos adversos del turismo excesivo. Algunos lugares como Venecia han creado tarifas de entrada, mientras que en Atenas, los viajeros tienen que reservar tiempo para visitar la Acrópolis. En la isla de Mallorca, un audaz movimiento está captando la atención mundial por su singular –y controvertido– enfoque para mantener a los turistas alejados de sus aguas azules y sus impresionantes costas.
Ante la perspectiva de perder su paraíso por culpa de una marea de turistas cada vez más numerosa, los activistas locales conocidos como «Caterva» han adoptado una postura innovadora contra esta invasión.
En el centro de su campaña se encuentran unas señales de advertencia falsas colocadas en algunas de las playas más populares de Mallorca. Aparentemente habituales para los transeúntes, estas señales llevan mensajes inquietantes en inglés como «medusas peligrosas» o «rocas que pueden desprenderse» o «prohibido nadar».
Sin embargo, el giro ingenioso reside en el doble mensaje: unas líneas de texto ocultas en catalán bajo estas advertencias transmiten la verdadera intención. Mientras que a los turistas se les hace creer que se enfrentan a peligros físicos, los lugareños que descifran estos mensajes secretos se encuentran con afirmaciones audaces como «el problema no es la caída de rocas, es el turismo de masas», o la nota satírica de que la playa está «abierta, excepto para los extranjeros y las medusas».
Subversivos pero brillantes, estos mensajes crípticos revelan el verdadero peligro: la afluencia del turismo de masas. En 2022, las Islas Baleares atrajeron a más de 16 millones de visitantes, y sólo la afluencia de agosto en Mallorca superó la población total de la isla. Las proyecciones sugieren que las cifras de este año podrían dispararse aún más.
Durante la temporada estival, las colas para acceder a las mejores playas de Mallorca y las peleas por las tumbonas de los complejos turísticos reflejan más un campo de batalla que un paraíso vacacional. Sin embargo, no es sólo la pugna por los inmuebles en primera línea de playa lo que preocupa.
Mallorca y sus islas hermanas llevan mucho tiempo luchando contra el comportamiento estridente, las juergas alimentadas por el alcohol y las caóticas secuelas de los turistas alborotadores. Se han puesto en marcha medidas estrictas, que van desde la prohibición de fumar en las playas hasta la limitación del número de bebidas alcohólicas con todo incluido que pueden comprar los turistas. Pero a pesar de los esfuerzos de las autoridades locales y del Gobierno balear por hacer cumplir normas más estrictas, la marea de excesos turísticos ha resultado difícil de frenar.
La intención de Caterva es despertar a los residentes de la urgencia de la situación y cambiar las tornas contra el turismo descontrolado. En un post en las redes sociales, el grupo afirmó que la campaña se hace con un poco de humor en respuesta a «la masificación turística».
La campaña ha suscitado un intenso debate en Mallorca y fuera de ella. Los críticos argumentan que tales tácticas empañan la imagen de la isla, mientras que los partidarios alaban a los activistas por su enfoque poco ortodoxo pero impactante. El quid de la cuestión es el delicado equilibrio entre los beneficios económicos del turismo y la conservación de la belleza natural de Mallorca.
A medida que el movimiento sigue ganando impulso, la innovación de Caterva ha empujado a las autoridades locales a entrar en acción. Se están preparando propuestas que incluyen cuotas turísticas e iniciativas para cultivar prácticas de viaje responsables.