La actriz catalana Carmen Conesa (Barcelona, 1960) protagoniza actualmente en Madrid, en el Teatro Alcázar, la obra teatral ‘Paso a paso’, con la que va a pasar, prácticamente, el verano entero, desde el 29 de junio al 20 de agosto. Dirigida por Esteve Ferrer y co-protagonizada junto a Diana Peñalver y Eva Barceló, la obra es uno de los textos más recientes y divertidos del dramaturgo inglés Peter Quilter, una comedia sobre unas amigas de mediana edad que lidian con humor con sus problemas y se embarcan en la aventura de escalar una montaña como tributo a una cuarta amiga que ha fallecido.
El mundo del deporte y la aventura no es ajeno a la personalidad de Conesa, orgullosa de su edad –62 años, que subirá un peldaño más en septiembre– y de su excelente forma física, que consigue con una rutina deportiva que incluye largas sesiones de carrera por la Casa de Campo madrileña. Pero si Carmen Conesa está en estas páginas no es por su nueva obra –que, en realidad, ya estrenó en 2022 en el teatro Apolo de Barcelona– sino por su otra pasión: la navegación a vela.
Ella es capitana de barco y prepara un proyecto documental sobre las mujeres navegantes en el que recorrerá el Mediterráneo haciendo escala en varios puertos en donde entrevistará a otras mujeres relacionadas intensamente con el mar.
PREGUNTA. Enamorada de la vela, pero vas a pasar todo el verano “en dique seco”, con “Paso a paso”…
RESPUESTA. Sí, vamos a estar hasta el 20 de agosto, en el Teatro Alcázar, todos los días menos los lunes. La obra es muy divertida y habla también de aventuras: la obra es sobre tres mujeres que tienen ya una edad avanzada, pero que se conservan muy bien, y que se enfrentan a una aventura parecida a las aventuras náuticas: subir una montaña. En la obra pasamos dos días de… iba a decir “de navegación”, pero no, son de caminata, de travesía, subiendo ese pico en homenaje a una cuarta amiga que ha fallecido.
P. Pues hablemos, pues, de náutica. ¿De dónde te vino la afición por el mar?
R. No lo sé; supongo que en parte por ser mediterránea, porque soy de Barcelona. Recuerdo también que mi papi, que en paz descanse, se pasaba el tiempo, cuando íbamos a la playa, mirando los veleros y diciéndome lo bonito que podría ser tener un barco. Pero nosotros no teníamos la economía para tener un barquito; sin embargo, él no paraba de mirar los barcos siempre con ilusión. Viene de ahí, pero luego tuve un novio, el actor Josep Linuesa, que también era un loco del mar y nos lanzamos a comprar un barquito para irnos a vivir ahí.
P. ¿Qué barco era?
R. Era un Galápagos 29, un barquito de nueve metros de eslora, que atracabamos en Port Ginesta, al lado de Sitges. Era un barquito de tercera mano. Yo empecé, evidentemente, como todo el mundo, como patrón de recreo, para navegar y llevar el barco, pero luego me empezó a picar el bicho y decidí sacarme también el título de patrón de yate, con el que ya podía llevar barcos de 20 metros. Eso fue, más o menos, en 2000. Viajamos bastante con el Galápagos, pero eran recorridos cortos: lo más lejos que fuimos fue a Mallorca o Menorca. Cruzábamos el Mediterráneo hasta las islas y luego nos movíamos por la costa.
P. ¿Cómo es la experiencia de vivir en un barco?
R. Es maravilloso. Barato y maravilloso. Te acostumbras a vivir con muy poco, como en una autocaravana. Sólo pagas el amarre, el agua y la luz y en cualquier momento puedes desamarrar e irte a navegar a Salou o a comer una paella en Mallorca. Si puedo, mi retiro va a ser en un barco, en un puerto.
P. ¿Y sigues navegando con el Galápagos?
R. ¡Noo! Estuvimos viviendo en el barco tres años, pero lo vendimos para financiar una función teatral. Y como nos fue muy bien, muy bien, muy bien…, en vez de comprar otro barco decidimos comprar un piso. Así que nos convertimos en inmobiliarios. Me dije que el barco lo compraría más adelante… pero todavía no he podido hacer. No he tenido la oportunidad… pero tampoco me he lanzado.
P. Pero sigues navegando…
R. ¡Claro! He seguido navegando siempre, pero el año de la pandemia, como a mí me gusta mucho estudiar, para aprovechar el tiempo, me matriculé en el CEN Elcano y me saqué el título de capitán. Hacía veinte años que no estudiaba y tuve que volver a recordarlo todo. Pero entrar en la navegación astronómica y la meteorología, etcétera, ha sido para mí fascinante. Una maravilla.
P. ¿Y qué tal se te da ser capitana?
R. Cuando nos desconfinaron pude hacer las prácticas de capitana y he navegado bastante desde entonces, costeando por Burriana, la Costa Brava, Salou, Mallorca, Menorca… Pero todavía no he cruzado a las islas. Lo hice cuando me saqué el título de capitán, que había que hacer navegación nocturna y saltamos de noche de Valencia a Ibiza.
P. ¿Y no te atrae lo de hacer singladuras más largas o es que no tienes tiempo…?
R. Me lo paso muy bien y ahora, precisamente, estoy preparando un proyecto. Cuando empecé a hacer las prácticas de capitán me di cuenta de que no habían mujeres capitanas. Las hay que son patrones de recreo, para acompañar a sus maridos, que sí son capitanes, pero mujeres capitanas no, y tomar conciencia de eso me impulsó a crear un proyecto de mujeres capitanas de velero y he escrito un documental de ocho capítulos con el que daré la vuelta al Mediterráneo en un barco con cinco mujeres.
El documental lo tiene ahora una productora que está moviéndolo por diferentes plataformas para ver donde podemos ofrecerlo. Ya tenemos el barco, pero no tenemos la ayuda a la financiación para arrancar el proyecto.
P. ¿Y quienes serán tus compañeras de viaje?
R. Hay una capitana sueca que lleva siete años navegando en solitario. Está en Estocolmo, pero he contactado con ella y está entusiasmada con la idea. También hay una catalana, catedrática de Ciencias Exactas. Y una historiadora. Todas tienen más de 50 y casi llegando a los 60. Porque lo que también quería es que fueran mujeres maduras, porque las mujeres no hacen aventuras de estas o las hacen muy poco o se sabe poco de que las hacen, mientras que los hombres se lanzan a cruzar el Atlántico, nos enteramos y siguen siendo atractivos.
En nuestro caso, cada trayecto que haremos lo capitaneará una de las mujeres. Y en cada puerto en el que paremos lo haremos porque hay una mujer de que queremos entrevistar relacionada con el mar. En realidad, todo va a ser un programa de género sobre las mujeres en el mar, porque es algo de lo que creo que se ha hablado muy poco. Nadie habla, por ejemplo, de las fareras y creo que en España creo hay ocho o nueve.
P. ¿Desde dónde vais a partir?
R. La idea es o salir de Cádiz –que es donde empieza el Mediterráneo y termina el Atlántico– o salir de Ampurias. Tenemos esas dos posibilidades. El objetivo sería dar la vuelta, pasando por Marsella, Córcega, Cerdeña, Sicilia y de ahí ir directamente a Corfú, el canal de Corinto y el mar Egeo para llegar a Turquía y desde ahí volver por Creta. No queremos acercarnos a Libia o Siria, por todos los conflictos que hay, pero, evidentemente, en el documental sí hablaremos sobre el tema de la gran migración y las pateras. Eso hay que hablarlo, porque nos lo vamos a encontrar. En realidad, creemos que todo eso pueden ser más de ocho capítulos. Ocho sería la mitad del proyecto…
P. ¿Has entrado ya en contacto con las personas a las que vas a entrevistar?
R. Con algunas de ellas, sí, pero no con todas. El proyecto aún no está acabado, porque yo necesito tener un guionista-navegante con quien hablar y que viaje con nosotras. Hay muchas propuestas de entrevistas a mujeres diferentes para tenar la excusa de atracar en un puerto concreto.
P. Has dicho que el barco lo tienes ya… ¿De qué barco estamos hablando?
R. ¡Es un velero de 50 años! Un Amel Maramu. Me hace ilusión que el barco también tenga esa antigüedad, porque queremos que sea una navegación “romántica”, muy rústica. El barco es de un amigo mío, Nacho, que tiene otro barco más. El Amel está estupendo y es muy bonito y ya he navegado con él. Pero tenemos que ir también con un barco de apoyo, que es lo que encarece el proyecto. Si nos fuéramos simplemente a la aventura, con los móviles y unas cámaras pequeñas podríamos ir solas… pero esto se tiene que hacer bien si lo quieres vender como un documental profesional. Para eso necesitamos un barco de apoyo con buenas cámaras.
P. ¿Cuándo calculas que puede estar todo organizado para salir a navegar?
R. La mejor época sería abril o mayo del año que viene, justo antes de que empiece toda la locura de verano. También es la época en que la capitana sueca puede hacerlo, porque ella tiene un albergue en Estocolmo y trabaja todo el verano. Ella solo puede en esas fechas y ella es la más experimentada. Todas las demás somos navegantes…, digamos, teóricas. Hemos navegado, pero no tenemos tantas horas acumuladas como ella. Y yo me fío mucho de tener una persona a bordo que haya navegado en solitario por los mares de Finlandia.
P. ¿Qué es lo que más te llama la atención de estar en el mar?
R. La inmensidad del paraíso y de la vida. A medida que te alejas de tierra, se produce algo directamente proporcional al abandono de las preocupaciones terrenales. Te vas olvidando de las hipotecas, de los amores, de las producciones que no salen… Sólo te preocupas del viento, de las estrellas, del radar. Sólo te preocupas de mirar el sol, de si hay delfines… Para mí es la reconciliación con el cosmos.
El mar es la vida en esencia pura; la gran inmensidad de la vida. Además del peligro, porque, evidentemente, hay que ser muy prudente. Afortunadamente, nunca he tenido ningún problema grave. Sólo algún tormentón repetino. De esos, varios. Pero nunca más que eso. Nunca he rota la vela mayor ni me he encontrado con orcas que me rompan el timón…